En pocas horas, este 19 de marzo, el presidente Donald Trump y la comparsa de extremistas que dirigen su política externa, incluida —dicen algunos— una mantis de tacones artificialmente elevados, podrían poner en vigor una versión aún limitada del capítulo tres de la Ley Helms Burton que autoriza reclamos contra Cuba por las propiedades nacionalizadas luego del triunfo revolucionario en la Isla.
Según lo divulgado hasta hoy, los personajes y empresas “perjudicadas” por las autoridades de la isla podrán asentar sus demandas ante los tribunales norteamericanos a partir de la fecha de marras, inicialmente contra entidades comerciales y económicas cubanas relacionadas con la defensa y la seguridad nacionales, y que aparecen en una larga y caprichosa lista confeccionada de antemano por la Casa Blanca.
Lo que sin dudas no acaban de entender los voraces, irracionales y desquiciados promotores de esta decisión de neto corte ultraconservador, injerencista y hegemonista, es que están abriendo de manera loca una verdadera caja de pandora.
El susodicho capítulo tres, es sabido, ha sido calificado por terceros países, ligados o no a negocios e inversiones en Cuba, como una medida de absoluto corte extraterritorial, y por tanto recibió de inmediato respuestas contundentes por las posibles víctimas extranjeras con la implementación de leyes antídoto, amén de consecuentes denuncias en numerosos organismos globales.
Un episodio que, sin dudas, podría repetirse nuevamente, luego de que, a casi tres décadas de freno ininterrumpido del susodicho acápite, un egocentrista empresario inmobiliario neoyorquino empeñado en “acabar con el socialismo en América Latina”, decidió intentar dar marcha atrás a la historia a toda costa y a todo costo.
Muestra además del desprecio absoluto de la administración gringa con respecto a los intereses de muchos de sus aliados más íntimos, sobre todo europeos, ligados a tratativas con la Mayor de las Antillas, y que es de esperar reaccionen con toda energía en defensa de sus prerrogativas y autonomía, y de los intereses de sus empresas y entidades financieras.
Desafío además a la comunidad mundial, que casi en pleno, durante también cerca de tres décadas, ha expresado en el seno de la ONU su rechazo al bloqueo económico y comercial de la primera potencia capitalista contra el pequeño pero tozudo y corajudo vecino, que insiste en seguir su rumbo independiente.
Justo elemento este último que la crápula reaccionaria nativa y los “trasplantados” con asiento en La Florida, donde han hecho del odio su razón de ser, parece que vuelven a pasar por alto al pretender que las actuales generaciones de cubanos desecharán el patriotismo y la defensa de la integridad y el patrimonio de su archipiélago.
Porque más allá del embrollo judicial que impondrá Washington a sus tribunales cuando pretendidos ex “dueños” comiencen a presentar sus reclamos, más allá de las asperezas y litigios con sus aliados y con las restantes naciones ligadas a inversiones y negocios con Cuba, y por encima de las violaciones de la leyes internacionales que la Helms Burton claramente impone, está la voluntad de un pueblo que no se dejará robar su heredad, su usufructo ni su espacio.
Y es que, sépanlo Míster Donald Trump y su cargamento de agresivos tarados, muchísimo antes de que ustedes manosearan a diario la frase, como lo hacen por estos días ligada a su hostilidad y prepotencia, los cubanos ya teníamos, tenemos y tendremos todas las opciones sobre la mesa a la hora de parar en seco el agresivo pillaje que pretenden poner en marcha a partir de este 19 de marzo.
Veremos pues a cómo tocamos…
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