Un oeste escorado

Es una realidad altamente difundida y admitida a estas alturas: las viejas potencias europeas de Occidente funcionan por estos días como el marino que en medio del naufragio lanza el agua dentro del buque en vez de devolverla al mar.

Y, por supuesto, semejante sin sentido alegra íntimamente al gran hacedor de tempestades de allende el Atlántico, toda vez que calza sus irrefrenables apetencias hegemónicas con una incrementada preponderancia sobre una zona geográfica donde los descendientes de lustrosos reyes, archiduques, marqueses, y gozosos cortesanos, funcionan hoy como ciegas marionetas de espaldas a los intereses de las comunidades humanas que dicen representar.

Más concretamente, Washington dicta, y Europa Occidental ejecuta. Y en consecuencia, la primera potencia capitalista cuenta con una inmediata barricada de ajenos frente al Este, y al mismo tiempo mutila a un potencial competidor si éste fuese capaz de asumir y defender sus propios intereses y su propia autonomía.

Caso típico en estas horas, los trastazos (que van camino de convertirse en tragedia) que la propia Europa Occidental se está propinando al suscribir a pleno pulmón  el vendaval de sanciones contra Moscú que USA ha diseñado bajo el banderín mediático de “hundir a Vladímir Putin”.

Y con tan “fervorosa” consigna, medio Viejo Continente, o mejor dicho, los gobiernos de medio Viejo Continente- con mucha prepotencia, o con poco cerebro- no solo entorpecieron sus propias importaciones de gas natural y otros energéticos desde el gran suministrador contiguo a las puertas de casa (para favorecer las lejanas, insuficientes y más caras compras a empresas energéticas gringas), sino que  más recientemente se han dado a la tarea de estudiar, también por disposición de la Casa Blanca, “reformas y ajustes” para los precios internacionales del petróleo ruso, como si Moscú nada tuviese que ver con el comercio de sus propios recursos naturales.

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La realidad en torno a semejante absurdo, que llega a negar incluso principios mercantiles tan básicos como la ley de la oferta y la demanda, es que ni  en términos políticos ni económicos semejante dislate de clientes urgidos es realmente factible.

De hecho, es inverosímil que en una transacción comercial seria los precios los decida una parte sin consenso de la otra, y mucho menos cuando la mercancía es tan codiciada, necesaria y urgente como para que los insumos que alguien quiera obstaculizar se deriven de inmediato a otros muchos compradores. Porque, además, nadie dude que la trampa de sancionar a Rusia no funciona a escala universal ni mucho menos, aún cuando mediáticamente sus implementadores la proyecten como “respuesta global” al “siniestro comportamiento del Kremlin.”

Por otro lado, tal y como lo afirmó Moscú, si los precios que unilateralmente deduzcan los euro occidentales y norteamericanos no son competitivos, entonces no habrá ventas y punto, toda vez que el productor no tiene que operar con pérdidas para satisfacer los caprichos de obcecados clientes.

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Y mientras este estira y encoge aún ocupa tiempo y espacio entre sus promotores, el crudo y el gas ruso fluyen hacia China, la India y otros muchos consumidores externos, mientras en la “noble” Europa del Oeste observadores, analistas y figuras políticas aseguran que se acerca una severa carencia energética regional con consecuencias públicas nada zalameras…en fin, son las lógicas consecuencias de deponer ante otros responsabilidades, deberes  y poderes propios.