Alarma y saltos en la Casa Blanca… una vez más. Ahora porque en Siria parece sonar con total nitidez la hora final de los grupos terroristas que con evidente apoyo exterior han intentado destruir a esa nación mesoriental y sacar de juego a sus legítimas autoridades gubernamentales.
El asunto es que, desde hace varios días, los hegemonistas aferrados al viejo lema expansionista de que “quien domine Eurasia domina el mundo”, se devanan en “advertencias” a Damasco y sus aliados rusos, iraníes y del Hizbolá libanés para que se abstengan de acciones militares definitorias en la región noroccidental de Idlib, tácitamente el último punto de concentración de los extremistas islámicos que, al servicio de Washington, Tel Aviv y las satrapías árabes, intentaron el hundimiento y desmembramiento de Siria.
La pretensión gringa incluye la prohibición a la aviación militar rusa de apoyar la ofensiva de Damasco contra esa zona, que reúne los vestigios de Al-nusra, la versión siria de Al Qaeda, y a otros grupos armados expulsados de diferentes regiones del país ya liberadas.
Y para calzar su demandas, el Pentágono anunció el apresurado reforzamiento de sus tropas en la base militar de Al Tanf, al sur de Siria, ilegalmente establecida, como punto de apoyo a los terroristas en fuga, y colocó sobre sus barcos en el Golfo Pérsico una partida de aviones de ataque F-35, titulados de “quinta generación”, aun cuando el ochenta y tres por ciento de esos equipos “no ha podido ni siquiera despegar en un test simulado”, según dijo un funcionario del Departamento de Defensa.
Por demás, a los “infractores” rusos e iraníes ya les fue destinado un nuevo paquete de sanciones económicas que “podría multiplicarse”, a tono con lo dispuesto por los candidatos a ombligo del mundo.
No obstante, se hace evidente que ni para el gobierno legítimo de Siria ni para sus aliados, semejantes actos hostiles tienen validez ni merecen atención a estas alturas del conflicto.
Lo reiteraron hace horas en Teherán los presidentes de Rusia, Vladímir Putin; de Turquía, Recep Tayyip Erdogan; y de Irán, Hasan Rohani, en la tercera cumbre conjunta sobre la guerra en Siria.
Para los empeñados realmente en desterrar para siempre la amenaza terrorista en Asia Central y Oriente Medio, no hay puertas abiertas a los reclamos de detener la batalla cuando los enemigos están en absoluta y desmoralizada baja, ni valen amenazas de quienes les han aupado y utilizado por decenios en el empeño de imponer sus intereses a ajenos.
Por lo pronto, Moscú insistió en dar el golpe definitivo al titulado Estado Islámico con toda la fuerza necesaria, Teherán suscribió esa posición y aseguró a Damasco su apoyo en caso de una intervención militar directa de Washington en el conflicto con el propósito de salvar a sus compinches extremistas, y Ankara insistió en el derecho de Siria a librarse de terroristas y proteger su integridad y autodeterminación.
En consecuencia, los analistas vuelven a insistir en la apreciación de que la geopolítica global de hoy nada tiene que ver con la de unos años atrás, toda vez que es más que evidente la existencia de polos alternativos frente a los adeptos al desboque expansionista.
En pocas palabras, se trata de actores internacionales poseedores de toda la capacidad necesaria para frenar apetencias, vencer conjuras de cualquier magnitud y evitar que ciertos locos caprichos se conviertan en el indeseado pan nuestro de cada día.
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