Se los ha impuesto el reverdecer en la política exterior gringa de las tendencias más bestiales y retrógradas dentro de la ultraderecha norteamericana, a las que el presidente en ejercicio, otro obseso de la altanería, el señor Donald Trump, parece haberle tomado un especial apego.
Se trata de un equipo de gente, la suya, que ha hecho del odio el centro de su retorcida existencia, y que considera que “su raza” de osados, valientes, listos, creativos, exitosos, superdotados, emprendedores, y decididos, está designada por poderes supra humanos para dominar, expoliar, humillar, someter y utilizar a su antojo a los seres de segunda con los que se ha visto obligado a convivir hasta nuestros días.
Y para imponerse a tarados y debiluchos, nada mejor que la furia y el ejercicio del más brutal poder…así de sencillo.
Saben además que están en franca crisis y no resisten la idea de que puedan transar, debatir, intercambiar y dialogar civilizadamente y en aras del beneficio mutuo con aquellos “rebeldes” que hoy se levantan en el orbe.
Nada de paridad, de equilibrio, de sensata convivencia…los duros han de prevalecer contra todo y contra todos, y mucho más en una zona geográfica tan inmediata y tan llena de ingentes recursos para la prolongación del imperio absolutista e inmovilista que preconizan.
En consecuencia, molido a palos en Siria y agujereada la obra destructiva iniciada en Oriente Medio y Asia Central luego del controvertido episodio del 11 de septiembre de 2001; enfrentado a Rusia y China como potencias retadoras en materia militar y económica; obligado a dialogar con Corea del Norte convertida en nación nuclear, y atoradas en la garganta la victorias políticas de las fuerzas progresistas latinoamericanas en los últimos decenios, Washington ha empezado a privilegiar la “desinfección” reaccionaria de América Latina y el Caribe.
Se conocen ya lo acontecido en Brasil y Argentina, los giros oportunistas de los Judas regionales de última hora, los bloqueos, la hostilidad y el cerco mediático contra Venezuela, Cuba, Nicaragua, y todo lo que huela a izquierda en el Sur del Hemisferio, y ahora, por añadidura, la intención cierta y constantemente vociferada en el trono gringo, de despotricar en lo inmediato al gobierno legítimo de Nicolás Maduro como premisa para “librar la frontera Sur imperial” del “mal del socialismo.”
Un barraje que puede convertir a nuestra geografía en un verdadero infierno, y no porque se diga irresponsablemente o por pura retórica política, sino porque, como incluso confirmara hace unas horas el ex jefe del gobierno español José Luís Rodríguez Zapatero, una de las personalidades europeas más ligadas al complicado devenir político en Venezuela, “los venezolanos tienen un elevado espíritu de resistencia” y “no van a ceder” frente a los planes agresivos e interventores de la Casa Blanca. “Lo afirmo con pleno conocimiento de causa”, enfatizó el estadista, por tanto el camino a una solución “pasa inevitablemente por el diálogo”.
Y sépase además, que ese espíritu del pueblo de Bolívar es el mismo que reina también entre los demás que han sido recolocados bajo la mira hegemonista.
No obstante, personajes tan repugnantes como el “terro- guerrerista” John Bolton, o el senador “Narco” Rubio, entre otros hoy ligados a Trump, ya se frotan las manos con la imagen de una Venezuela fragmentada y vencida, y el “camino aceitado” para hacer lo mismo con Cuba y Nicaragua, según sus textuales berrinches.
De manera que esa es la disyuntiva en la que estamos siendo colocados aquellos que queremos construir, por los salvajes que solo sueñan con destruir.
En consecuencia la hora reclama unidad y convergencia en una tajante prioridad estratégica: hacer que nuestras Patrias sigan viviendo y no pierdan un ápice de la posibilidad de continuar trabajando libremente en su desarrollo integral a partir del indispensable, inviolable e inexcusable ejercicio de la participación real de sus pueblos en cómo y mediante cuales premisas hacer realidad ese empeño.
Y es que ciertamente hay una prioridad absoluta…si dejamos de existir como lo que somos, entonces ya no habrá que hacer, que delinear, que planear, que modificar, que enmendar o que superar…en pocas palabras, no habrá mañana para aportar, disentir, ser oídos, escuchados y tomados en cuenta.
Y en el caso cubano, este 24 de febrero tendremos la posibilidad de decir y suscribir que queremos Patria libre e inclusiva, que deseamos un país de todos y para todos, que nos enorgullece nuestra nacionalidad, que defendemos una cultura propia, y que sin renunciar al deber y al derecho de expresar nuestros criterios honestos, decentes y sensatos sobre nuestro escenario, y de manifestar nuestras aspiraciones o nuestro acuerdo o desacuerdo con lo relacionado al devenir interno, toca ahora, en primer y preferente lugar, evitar que los enemigos nos despojen de esa sagrada y elementalmente necesaria arcilla que tenemos que modelar de cara al futuro.
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