Desde el pasado martes once, y hasta este lunes diecisiete de noviembre, trescientos mil soldados, treinta y seis mil vehículos y blindados, mil aviones, y ochenta buques de guerra toman parte en los ejercicios militares Vostok-2018, organizados por el Kremlin en cinco polígonos militares terrestres y aéreos siberianos, y en los mares de Japón, Bering y Ojotsk.
Las maniobras, las mayores realizadas por el gigante euroasiático en los últimos treinta y siete años, pretenden, según autoridades militares rusas, fortalecer la coordinación y la capacidad de respuesta del ejército nacional, junto a tropas de China y Mongolia, ante cualquier ataque externo, a la vez que asegurar la integridad y la paz en las fronteras de una zona que los intereses hegemonistas globales consideran esencial para el dominio del planeta.
Los partes periodísticos hablan de un verdadero infierno de fuego desatado sobre los escenarios de los simulacros de guerra, a cuenta de los disparos de la infantería, la artillería, los blindados, los misiles tácticos, la aviación de caza y de bombardeo, drones, helicópteros y buques.
Hay que indicar que estos ejercicios, cuyo lema oficial es “Amistad en nombre de la paz”, se producen en instantes en que los hegemonistas internacionales, con Washington a la cabeza, promueven nuevos paquetes de sanciones contra Moscú, y en que la Casa Blanca en concreto ha iniciado una abierta guerra comercial contra China.
Por demás, desde hace un buen tiempo que la belicista Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, fiel instrumento de su socio mayor, se empeña en extender sus fronteras al Este, en dirección a Rusia, a la que culpa de la crisis en Ucrania y de la pretendida “anexión” de Crimea, territorio ancestralmente ruso cuya población aprobó en referendo su regreso al seno de la Madre Patria.
Todo, dentro del saco de pretensiones y ambiciones históricas de los grupos norteamericanos de poder creídos de que han sido elegidos por la Providencia para domeñar al resto de la humanidad y, por tanto, con la miras puestas sobre Eurasia (quien la domine controla el mundo, han repetido los tanques pensantes gringos), e imbuidos de que los Estados Unidos no debe permitir el surgimiento o la reestructuración de nuevas potencias planetarias, con más razón cuando estas defienden la autodeterminación, la multipolaridad y la cooperación mutuamente beneficiosa con los demás.
Vladímir Putin, al iniciarse los ejercicios Vostok-2018 recordó que Rusia “es un Estado amante de la paz”.
”No tenemos ni podemos tener planes agresivos. Nuestra política exterior apunta a la cooperación constructiva con todos los países interesados en ella”, enfatizó.
No obstante, y con la misma claridad, aseguró que ante los planes agresivos externos, su país “continuará fortaleciendo las Fuerzas Armadas, y pertrechándolas con armas y equipos de última generación” como poderoso disuasivo ante los promotores de conflictos y desmanes globales.
Y en Occidente el mensaje proveniente de estos ejercicios que por primera vez sumaron a efectivos chinos y mongoles como indicativo de una cooperación defensiva cada vez más sólida, no ha caído en sacos rotos, a pesar de que el gran aparato mediático soslaya hablar de lo que acontece en Siberia.
Una casi solitaria reacción pública del The Washington Post afirmó que las maniobras militares, junto a la firma horas antes de importantes convenios económicos bilaterales, constituyen un claro mensaje a la Casa Blanca de que Moscú y Beijing darán firme batalla a las políticas hostiles norteamericanas.
En pocas palabras, no están ni dispuestos a ceder, ni a que se les sorprenda como incautos.
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