La noticia difundida en un cable de la agencia AP de que el mandatario estadounidense Donald Trump consideró en algún momento una posible intervención militar en Venezuela, ha disparado las alarmas
La filtración de la información proviene de un ex alto cargo de su administración que, como siempre ocurre, prefirió dar la nota y mantenerse en el anonimato y, según relata la agencia de noticias, se produjo el pasado año en una reunión con sus asesores de política exterior en su despacho de la oficina Oval. La pregunta soltada en el aire les inquiría su valoración de que si se había declarado a Venezuela una amenaza a la Seguridad Nacional de su país, ¿por qué Estados Unidos no podía invadir el país sudamericano?
Persuadido en ese instante, por su pragmático asesor de Seguridad Nacional, el general H.R. McMaster, y por su secretario de Estado Rex Tillerson de “lo negativo que sería producir una invasión a Venezuela, que le costaría a Washington apoyo de los gobiernos latinoamericanos ganados con gran esfuerzo”, Trump, con su ignorancia supina, su habitual fanfarronería y su prepotencia de showman trasnochado, tenía la respuesta de que existían en la historia de América Latina “ejemplos exitosos de invasiones” y cito a Panamá y Granada.
El relato hasta ahora desconocido de esa conversación del ex alto funcionario de su equipo presidencial, no es una nota intrascendente ni extemporánea, es una información activada —según lenguaje de inteligencia— para crear desconcierto y pulsar al adversario.
La respuesta del presidente Nicolás Maduro no se hizo esperar, y en el contexto del acto de ascenso a oficiales de las Fuerzas Armadas Bolivarianas, realizado bajo el simbolismo del Panteón Nacional, dijo que el informante contó “con lujo de detalles” sobre la presunta operación, a la vez que mencionó que “todavía en la campaña mediática hay quienes repiten que es mentira que el imperio agrede y amenaza a Venezuela”. Llamó a los militares a “estar alertas”. “No se puede bajar la guardia ni un segundo, porque defenderemos el derecho más grande que tiene nuestra patria en toda su historia (...) que es vivir en paz”.
Aunque el presidente de EE.UU. se vio obligado por sus asesores a desestimar en aquel momento la idea de una posible intervención, la opción militar ha seguido rondando en su cabeza y tendría la osadía de plantearla ante líderes latinoamericanos, en fechas posteriores.
Hasta los aliados más cercanos de EE.UU. en América Latina no respaldaron la opción de la intervención militar hacia Venezuela. El presidente Manuel Santos, conocido por sus posturas contrarias al proyecto bolivariano, había declarado que “una invasión gozaría de cero apoyo en la región”, así también como todos los integrantes del Mercosur.
Estas conversaciones entre bastidores reveladas por “pura casualidad” y cuyos detalles y alcances no se dieron a conocer entonces, demuestran cómo Venezuela ha estado en el foco de atención del presidente Donald Trump. Por su parte, Nicolás Maduro sostiene que esta versión hecha pública ahora prueba de manera inequívoca la veracidad de sus denuncias acerca de la intención imperial de atacar a Venezuela para apoderarse de sus inmensas reservas de petróleo.
La relación bilateral de Venezuela con EE.UU. se encuentra prácticamente congelada desde que Donald Trump asumió la presidencia de ese país en enero de 2017 y en virtud de ese estado la Casa Blanca ha aplicado sanciones contra empresas y funcionarios del gobierno. Llegó a promover una resolución para suspender a Venezuela de la OEA. La burda maniobra le saldría equivocada.
Pero la reacción de la administración estadounidense ante la contundente respuesta del gobierno bolivariano, tampoco se hizo esperar desmintiendo el reporte informativo de su propia Agencia de Noticias, pero con su habitual cinismo advirtió en su nota que seguirá considerando “todas las opciones disponibles para ayudar al pueblo venezolano”.
La región suscribió como un escudo de sus relaciones entre todos sus países la declaración de Zona de Paz y ese principio puede levantarse como un valladar frente a los propósitos intervencionistas de EE.UU. de agredir a la Revolución Bolivariana.
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