A las puertas del cercano mes de julio, el régimen sionista se alista para poner en práctica la anexión de Cisjordania como parte del “Plan del Siglo” elaborado por la presidencia de Donald Trump, y pretendidamente destinado a hundir definitivamente la resistencia del pueblo palestino por su independencia.
Desde hace semanas, el nuevo gabinete israelí liderado por Benjamín Netanyahu, y donde el líder opositor Benjamín Gantz asume la cartera de Defensa, acordó instrumentar para el séptimo mes del año el citado pacto Made in USA con o sin el consentimiento de la Autoridad Nacional Palestina, condenada únicamente a aceptar lo que venga sin la menor opción o réplica.
Se trata de un documento totalmente parcializado que reconoce de facto el control sionista sobre toda Palestina y borra de un plumazo los ripios de autonomía árabe todavía vigente en Cisjordania y la Franja de Gaza.
En el primer caso, el cisjordano, la “solución” se reduce a aplicar el esquema anexionista, remover a la población árabe según los intereses del “estado hebreo”, y privar a la población autóctona de toda representación legal y administrativa.
De hecho, se ha denunciado que una vez consumada la incorporación forzosa de Cisjordania, se dará luz verde a empresas agrícolas judías y norteamericanas para adquirir los terrenos de los pobladores con el afán de establecer latifundios privados destinados a grandes sembradíos comerciales.
Como se recuerda, la “idea” trumpista de “resolver de una vez” el dilema palestino-sionista mostró las uñas tiempo atrás, cuando Washington reconoció el mandato sionista sobre toda Jerusalén y movió su embajada desde Tel Aviv a esa disputada ciudad.
Toda una desproporcionada y agresiva conducta que provocó que la Autoridad Nacional Palestina desestimara a los Estados Unidos como pretendido mediador en el enfrentamiento, denunciara los acuerdos precedentes con Israel para un arreglo político, emplazara a Washington y a los sionistas ante los organismos internacionales, y advirtiese que la concreción del “Plan del Siglo” solo originaría una nueva etapa de lucha violenta en Oriente Medio.
De manera que, como ya habíamos dichos en comentarios anteriores sobre el tema, la máxima autoridad representativa de los trece millones de palestinos reprimidos y desarraigados, dio el tiro de gracia no solo al famoso acuerdo tan alabado por Trump y sus compinches sionistas, sino que además ha desautorizado globalmente a la primera potencia capitalista como un poder capaz de asumir con realismo, objetividad y balance adecuado cualquier nuevo intento de resolver la crisis mesoriental por medios civilizados y pacíficos.
Desde luego, el pretexto del que pretenden echar mano Israel y los Estados Unidos para actuar unilateralmente es la falta de “cooperación” y la “soberbia” de los palestinos, “negados a aceptar realidades ya establecidas”, como gustan subrayar los voceros de la Casa Blanca en sus “serenos y amplios análisis” en torno a tan largo desacuerdo.
Decir que desde su salida a la luz, el pretendido pacto del siglo solo ha concitado el rechazo y las críticas de numerosos gobiernos y entidades internacionales, y que por otro lado actuará solo como un nuevo impulso para que la población palestina reedite sus largas páginas de movilizaciones, combates y heroísmo para reconquistar su patria y sus derechos por poderosos que sean sus oponentes.
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