Lo decía un reciente análisis aparecido en la prensa digital: “Washington requiere ‘manos libres’ para poder intentar la instrumentación, por la vía del chantaje y la amenaza, de sus cada vez más caducas aspiraciones hegemonistas”.
En consecuencia, en esa empecinada porfía, le resulta indispensable echar por tierra de una vez, entre otras cosas, las normas contenidas en el titulado acuerdo sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio con base en tierra (INF, por sus siglas en inglés), “firmado hace más de treinta años por los entonces líderes de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y los Estados Unidos, Mijaíl Gorbachov y Ronald Reagan, respectivamente, y que, de alguna forma, hasta hoy había tenido ‘una importancia primordial para la seguridad mundial’”.
Todo, a pesar de que los términos de aquel protocolo obedecieron en buena medida al interés personal de Gorvachov de ganarse la simpatía oficial norteamericana, lo que le indujo a aceptar el controvertido escenario de un retiro unilateral de misiles atómicos soviéticos de Europa de Este, solo a cambio de la promesa de la Casa Blanca de “pensar” en una medida similar con respecto a su fuerza coheteril desplegada en el occidente del Viejo Continente.
No obstante, el meollo expreso del pacto indicó claramente que quedaba prohibida la tenencia y desarrollo, por ambas partes, de misiles con un rango de desplazamiento entre los quinientos y mil kilómetros, en el caso de los de corta trayectoria, y de entre mil y cinco mil kilómetros para los de medio alcance.
Solo que con el arribo al aparato de decisiones fundamentales en Washington de Donald Trump y su entrega del control de la política externa a los sectores más revanchistas —azuzadores de las “soluciones drásticas” frente a Rusia, China, Irán o toda nación progresista que obstaculice el borrascoso desplazamiento imperial por el orbe—, mecanismos legales como el INF son indeseables y por tanto vulnerables al desacato.
De hecho, Moscú acaba de revelar datos satelitales que prueban que desde 2017 la Oficina Oval y el Pentágono fomentan la ampliación en casi cincuenta por ciento de las capacidades de la empresa militar estadounidense Raytheon, parar reiniciar la fabricación de misiles de corto y medio alcance.
En esa fecha, el propio Congreso destinó además cerca de sesenta millones de dólares a tales menesteres, lo que indica que la actual pretensión de culpar al Kremlin de provocar la salida gringa del INF por violación de sus disposiciones es pura falacia, y esa peligrosa medida era ya un firme propósito entre los círculos reaccionarios imperiales.
No olvidar además que, como parte de la dislocación global de su “escudo antimisiles”, los Estados Unidos llevó a emplazamientos terrestres misiles de mediano alcance traídos desde submarinos y naves aéreas, en absoluto desconocimiento del contenido de los protocolos asumidos tres decenios atrás.
En consecuencia, la humanidad retorna en unos minutos a los gravísimos riesgos de guerra nuclear y al despilfarro de miles de millones de dólares en armas de destrucción masiva, mientras sigue acumulando desequilibrios económicos, destrucción sin paralelo del medio ambiente, pobreza, insalubridad, déficit educativo, hambre y enfermedades.
La decisión norteamericana devuelve además la inseguridad y el desasosiego de antaño a los aliados europeos de los Estados Unidos, puesto que algunos, tal vez de buen grado, pero otros muchos, incapaces de enfrentar las presiones del socio mayor, seguramente cederán al redespliegue en sus respectivos territorios de misiles norteamericanos de corto y mediano alcance, lo que los transforma de inmediato en blancos nucleares a cuenta de las defensas de los “oponentes” proclamados por la Casa Blanca y el Pentágono
La respuesta rusa, por ejemplo, ya está sobre la mesa, y fue difundida por el propio jefe del Kremlin, Vladímir Putin.
Rusia, precisó el estadista, responderá de forma simétrica a la salida de los Estados Unidos del INF, por lo tanto, no seguirá adscrita a la letra del protocolo y, en consecuencia, también asumirá la producción y posicionamiento de misiles terrestres de corto y mediano alcance.
Putin advirtió que cualquier país que dé asiento a los cohetes norteamericanos entrará automáticamente en la mira de los misiles rusos, en lo que constituye un deber defensivo inalienable del gigante euroasiático.
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