Y hace apenas unas horas rebrotó por intermedio de Donald Trump justo en suelo floridano, donde con aires de señor feudal gusta mostrar a sus visitantes extranjeros el predio tropical que se hizo construir en el extremo sureste del imperio, y de donde provienen, dicho sea de paso, algunos de sus más fieles, intensos, torcidos y recalcitrantes colaboradores de última hora (porque muchos de los iniciales optaron por dejarle o fueron echados a la calle por su presidente.
Fue una intervención cínica, propia de un obseso, desafiante en extremo frente a la verdadera comunidad internacional (esa que va más allá de Washington y su corte de cipayos) y hasta marcada por ridículos aires mesiánicos, vientos que un día le hicieron exclamar “los Estados Unidos Primero” y ahora que pronto seremos, por obra y gracia de la Casa Blanca, “el primer hemisferio sin socialismo”.
Ojear la ralea que aplaudió a Trump en la Florida fue otra señal clara del ambiente que rodeó la perorata del jefe de la Oficina Oval, sin dudas empeñado desde ya en intentar encabezar por cuatro años más los destinos de la primera potencia capitalista…y desde luego, en su trastocado imaginario, del resto de un planeta liberado de los incómodos e indeseables Rusia, China, Irán, Corea del Norte, Venezuela, Cuba, Nicaragua, etc, etc, etc.
La “declaración de principios políticos” de míster Donald también estuvo dirigida a quienes dentro de los Estados Unidos se identifican con ideas o conceptos mediana o totalmente progresistas, y a un público local que debe entender que una vuelta al asedio de mentes e inclinaciones pretendidamente “izquierdizantes” es un hecho factible y posible en el más corto plazo.
Trump dejó claro que el hegemonismo es su Dios, y que la agresividad en América Latina y el Caribe, y el intento de reconvertirse en amo absoluto del Sur del Hemisferio a toda costa y a todo costo, resultan hoy pilares de su desempeño exterior.
Sin rubores animó al fantoche Juan Guaidó a persistir como “presidente autoproclamado” de Venezuela, porque “los Estados Unidos está detrás” de sus deleznable desempeño, y nuevamente desbarró contra el chavismo la sarta de embustes que repiten todos los días los medios de comunicación que apoyan el injerencismo en un país y contra un pueblo en riesgo cierto de enfrentar una unilateral agresión militar imperialista de consecuencias imprevisibles...calificativo, dicho sea de paso, que afectaría también, y seriamente, a los agresores.
Lo cierto es que en La Florida, este febrero, Donald Trump fue lo más parecido a un renacido Adolfo Hitler, haciendo trizas con su maníaca verborrea los principios fundamentales de la convivencia internacional y los elementos que fundamentan la esencia de las máximas instituciones globales, a la vez que blandiendo el mazo de la violencia, el embuste y la arbitrariedad como la única “norma” posible en el planeta.
Lo que olvida, o tal vez ni conoce un presidente adicto a lo más insulso de la TV, la coca cola y las hamburguesas, y totalmente ajeno al estudio, la diplomacia, el análisis equilibrado y el respeto a lo ajeno, es que los patrones que dice seguir y aplaudir, no son nuevos en la historia de la especie humana, y mucho menos han logrado éxitos sólidos, permanentes y trascendentes, por el contrario, reposan en el estercolero del fracaso, el estigma y la repulsa.
Cierto que tal vez haya que pagar altos precios aún, por dejar definitivamente atrás modos y esquemas como los que caracterizan al presidente gringo y al equipo de cerriles que le hacen coro, pero la experiencia histórica indica que nunca semejante ralea ha logrado sobrevivir ante la persistencia de la razón, la verdad, el valor y el esfuerzo de aquellos a los que se ha querido reducir a eternos estigmatizados y expoliados.
Vivir para ver…
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