jueves, 19 de septiembre de 2024

La cooperación China-África; hacia un reto superior de su existencia

La 9na cumbre de jefes de estado y de ministros del Foro de Cooperación China-África (FOCAC), se celebra en Beijing, del 4 al 6 de septiembre de 2024...

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9no FOCAC
El 9no FOCAC fue testigo de una participación relevante, que pone de relieve el peso específico que tienen las relaciones sino-africanas.

La 9na cumbre de jefes de estado y de ministros del Foro de Cooperación China-África (FOCAC), celebrada en Beijing, del 4 al 6 de septiembre de 2024, deja en lo adelante el reto que significa materializar los acuerdos bilaterales alcanzados entre las partes, así como la agenda planteada por el secretario general del PCCH y presidente Xi Jinping, en lo que respecta al proyecto de modernización favorable al continente africano que, al cabo del próximo trienio, deberá impactar en el estado de cosas económico, social y político prevaleciente en la región.

Como ha acontecido en citas anteriores, el 9no FOCAC fue testigo de una participación relevante, que pone de relieve el peso específico que tienen las relaciones sino-africanas, en un momento de transición hacia un cambio de época, en el cual, lo multipolar y el multilateralismo cobran espacio singular, y en cuyo ámbito África ocupará un lugar cada vez más destacado, como lo evidenciaron los resultados alcanzados en las cumbres EE.UU.-África (2022) y Rusia-África (2023), a los que se unen los obtenidos en el cónclave del gigante asiático.

La cumbre tuvo como novedad el desarrollo de cuatro reuniones paralelas de alto nivel, dedicadas al análisis de temas clave concernientes al interés del desenvolvimiento de los vínculos entre China y África en el presente y de cara a los años venideros, como son: (i). Gobernanza y administración; (ii). Industrialización y modernización agrícola; (iii). Paz y seguridad, y; (iv). Construcción de alta calidad de la iniciativa ‘La Franja y la Ruta’.

Apreciamos que el abordaje del tema de la gobernanza y la administración pone en la mira la necesidad de una reflexión africana sobre la función del estado y sus instituciones, atendiendo al papel asignado al ejecutivo para lidiar con las relaciones internacionales políticas y económicas en la función específica del desarrollo.

En este campo, la experiencia de la reforma china tiene un valor indudable, atendiendo a las etapas por las cuales ha transitado, en lo concerniente a la intervención de las diferentes estructuras de gobierno, nacional y locales, acompañadas de los sectores públicos y privados del empresariado en los niveles análogos.

Una aproximación al discurso inaugural del magno evento, a cargo del presidente Xi Jinping, permite destacar la estrategia de modernización planteada, vista como un “derecho inalienable de todos los pueblos; justa y equitativa; abierta y de ganancias compartidas; que pone a los pueblos por encima de todo, con la promoción de la formación de talentos, el alivio de la pobreza y el empleo; diversificada e inclusiva; con el desarrollo coordinado entre la civilización material y espiritual; amigable con el ecosistema; apuntalada por la paz y seguridad”.

A lo apuntado, se añade la decisión de China de trabajar con África para el despliegue de diez acciones de asociación destinadas a la modernización, que revisten en su totalidad un carácter estratégico, y que Beijing asume como derrotero a seguir para profundizar la cooperación entre las partes y, al mismo tiempo, orientar la modernización del Sur Global.

En consecuencia, China pone sobre la mesa su voluntad reafirmada de continuar fortaleciendo el mecanismo de cooperación, que ha brindado beneficios mutuos al amparo de la disposición del concierto africano de seguir adelante, con prioridad otorgada al tema de la modernización.

Con ello, como dio a conocer el secretario general del CC PCCh, a propósito de los acuerdos adoptados en la tercera sesión plenaria de su XX Comité Central (julio, 2024), el 9no FOCAC deviene punto de partida de la citada agenda en lo referente a la política exterior china, que tiene en la cooperación internacional a uno de sus instrumentos cardinales verificados en el siglo XXI.

La relevancia del magno evento es innegable en la etapa postpandemia de la COVID-19, en que se aprecia una ofensiva político-diplomática de actores internacionales hacia África, con propuestas concretas de cooperación, comercio e inversiones, entre otros temas que también han captado receptividad en el continente africano.

Sobre los otros actores internacionales que operan en África, en el caso específico de los EE.UU., que se presenta como el principal sujeto crítico de la cooperación china en la región, la implementación de la denominada Estrategia para África Subsahariana (agosto, 2022) de la administración Biden ya está en curso en varios dominios, y tiene como reto visible a corto plazo el proceso de ratificación de la AGOA en el Congreso en 2025.

AGOA ha resultado un mecanismo práctico para el desenvolvimiento de las relaciones comerciales, sobre todo de los productos africanos dirigidos hacia el mercado estadounidense, desde su implementación hasta el presente.

Por otra parte, se constata una continuidad “matizada” en la narrativa diplomática de la administración Biden, que tiende a identificar a China como un actor “desleal” en su trato con los socios africanos, con mayor relevancia —desde la mirada acusadora de Washington— en el manejo del espinoso tema de la deuda de África.

Este tema ha formado parte de la controversia en pie que, de un modo u otro, ha ocupado un lugar no menos meritorio en las agendas discursivas de la región, en el ámbito multilateral —regional e internacional—, que ha tratado de capitalizar Washington en su competencia hegemónica, y que ha formado parte de su diálogo crítico actual con Beijing.

Paralelamente, la administración Biden, por intermedio de la secretaria del Tesoro Janet Yellen, ha reconocido la necesidad de que los grandes bancos comerciales internacionales, que mantienen vínculos con los países de ingresos menores, africanos en particular, modifiquen sus prácticas tradicionales, sobre todo con la mira puesta en las tasas de intereses, que ha representado un verdadero talón de Aquiles para esos países.

Esa postura ha estado dirigida a facilitar la relación contractual en sí, a la par que se busquen mecanismos para la mitigación de la deuda y sus complejidades (con la implicación de los conocidos programas de ajuste estructural), que culminan en un círculo vicioso, y que impacta directamente en las capacidades presupuestarias de los países africanos, así como en las posibilidades de una concreción en cronograma de los programas de desarrollo nacionales.

En este sentido, Washington y Beijing han abordado esta problemática, incluso en su peor momento del diálogo bilateral, que ha arrojado una aproximación táctica de ambos actores mundiales, para atender y procurar fórmulas de alivio a la deuda africana, lo que visto en perspectiva conduciría a la construcción de un consenso más amplio sobre el tema, que tendría que contemplar, en principio, además de Washington y Beijing, al G20, el Banco Mundial y el FMI.

Todo este proceso ha tenido resonancia política, académica y mediática dentro y fuera del contexto geográfico africano. No obstante, prevalece el reconocimiento de que el tema de la deuda africana no tiene origen en las relaciones sino-africanas como tal, sino que forma parte de las asimetrías prevalecientes, consecuencias del colonialismo y de aquellas surgidas en el período posterior a las independencias, en pleno furor de la Guerra Fría y del neocolonialismo.

Queda abierto en lo adelante un trienio en el cual deberá materializarse lo acordado en la cumbre de jefes de estado y de gobierno del 9no FOCAC, a partir de la estrategia de modernización presentada por Beijing, en momentos en que se verifica un escenario de alta competitividad de varios actores internacionales en el continente africano.


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Rodobaldo Isasi


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