Haití, una pequeña nación del Caribe, parece predestinada a vivir en una guerra interna constante debido a sus múltiples problemas internos, en especial los relacionados con la corrupción oficial, la desigualdad social y la intromisión internacional en sus asuntos internos.
Es grave la situación económica de esta nación que comparte la parte menos favorecida de la isla La Española con República Dominicana, en la cual reina mayor prosperidad y considera personas de baja categoría a los inmigrantes del vecino territorio, quienes buscan empleo y huyen del hambre.
Como seres humanos, quizás la ofensa mayor procede del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, -país que dirige entre telones el pedazo de ínsula- que los calificó, junto a los salvadoreños, como ¨un hueco de mierda¨ y aunque quiso retractarse al considerar los intereses de su país allí sus palabras recordaron a los lugareños la estela de muerte dejada por las varias intervenciones militares de los norteños, que consideran a Haití uno de sus aliados por la fuerza. .
Desde hace más de una semana, miles de haitianos tomaron las calles una vez más -.la rebelión popular es casi constante en esa tierra- debido a causas diversas pero que convergen en el mismo resultado: la crisis económica del gobierno de Jovenal Moise ya es insoporable, la corrupción y el delito lo delatan al igual que a sus funcionarios, y sus promesas de campaña de ¨daré a todos comida y un techo¨ se las llevó el viento.
La realidad indica que, una vez más, a los haitianos, apoyados por los partidos de oposición y figuras políticas sobresalientes, no les quedó otra que volcarse a las vías en las principales localidades para exigir la renuncia del Mandatario, un empresario agrícola que acumula millones de dólares como fortuna propia, sin experiencia política y al parecer pocos deseos de cambiar las estructuras del país más pobre de las Américas.
La actual explosión social parece concentrarse en tres factores: el robo en el fondo del programa Petrocaribe, la emergencia económica dictada la pasada semana por el gobierno, y la postura de la delegación haitiana que bajo presión de Washington votó contra la legalidad del presidente venezolano Nicolás Maduro en la reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA) a principios del pasado mes.
Aunque sea ofendido y subestimado por racistas como Trump, el pueblo haitiano no olvida sus valores humanos y es agradecido a quien, como Venezuela, y Cuba, les han tendido la mano sin interés alguno no solo en momentos de desastre –siempre han sido los primeros en llegar- sino que durante décadas colaboran en la creación de un proyecto de vida superior, sin interferencia política.
A Moise la población le está exigiendo la renuncia o no saldrán de las calles. Armados de machetes y otras armas blancas, algunos con pistolas, los manifestantes queman vehículos e instituciones oficiales, asaltan comercios, bloquean las calles. Convierten el país en un caos en busca de una paz con ¨la comida y el techo¨ que el presidente ofreció y no cumplió.
En Haití ocurre lo contrario. No tienen alimentos ni viviendas. La pobreza afecta al 80% de sus 11 millones de habitantes, mientras una cuarta parte no puede cubrir siquiera sus necesidades alimentarias básicas. Cuando nacen, los bebés llegan predestinados a vivir solo 64 años, según índices de la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (Cepal).
Esta actual revuelta antigubernamental comenzó la pasada semana en las principales ciudades del país. Para analistas, es preciso que el gobierno se pronuncie sobre medidas urgentes para sortear la difícil situación económica vigente, pero hasta ahora permanece en silencio.
Hace poco más de una semana, el Ejecutivo declaró una urgencia económica, y dictó algunas medidas supuestamente paliativas, pues apenas reduce el costo de los bienes de primera necesidad –siempre pensando en quienes poseen el dinero para adquirirlos- e incrementar el acceso al crédito a las pequeñas empresas.
Pero la crisis es mucho más profunda. A pesar de su fragilidad económica, el Gobierno no escatima en gastos y privilegios. Un senador de ese país cuesta al estado mucho más que sus pares que en todo el Caribe, indicó en una nota la agencia noticiosa Prensa Latina.
El déficit del presupuesto supera los 86 millones de dólares en el primer trimestre fiscal, aunque todavía está en la Cámara la aprobación del dinero que se gastará este año, la inflación es de más de un 15% y la moneda nacional (el guases) perdió más del 20% de su valor frente al dólar en 2018.
Desde hace meses, partidos opositores y movimientos sociales haitianos denuncian la corrupción existente en el proyecto Petrocaribe, que en el 2005 echó a andar el presidente venezolano, ya fallecido, Hugo Chávez, -y continuado por Maduro- que favoreció la venta de petróleo, cuando un barril costaba más de 100 dólares, en créditos blandos durante años. Luego, Venezuela le condonó la deuda, cuyo dinero debió ser empleado en infraestructura de salud, educación, viviendas y otras necesidades de la población.
Sin embargo, el dinero se repartió entre 15 exministros y actuales funcionarios entre los años 2008 y 2016, lo que en abril último desató protestas y manifestaciones, pero Moise aguantó.
Una auditoría realizada al programa reveló irregularidades en el manejo del fondo Petrocaribe. El Tribunal de Cuentas haitiano presentó la semana pasada los resultados de una investigación que señala a Moise y una de sus empresas como implicado en el robo.
El periodista y profesor de la Universidad Estatal Pierre Negaud Dupenor afirmó en torno a la anormalidad financiera que ¨Estamos hablando de casi 3 000 millones de dólares gastados por diversos gobiernos. Ahora el pueblo exige que el dinero aparezca y sean encarcelados los ladrones¨.
La actitud entreguista de Moise en la OEA contra Venezuela también repercutió en la población, que lo acusa de traición en las calles.
Mucho más cuando en una reciente reunión de la Alternativa Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (ALBA), el presidente haitiano recordó a Maduro que tenía el apoyo absoluto del país y que allí ¨siempre será recibido como en su casa¨.
En enero último las protestas públicas rechazaron la actitud entreguista y aliada a Estados Unidos, una nación que ha intervenido en varias ocasiones con sus soldados en tierras haitianas, sustituidos presidentes como el clérigo Jean Bertrand Aristide, y sigue dominando –al menos en esta etapa- a su clase política gobernante.
Partidos como el Revolucionario Socialista Rasin Jan Pep ratificaron en un comunicado su apoyo al presidente legítimo de Venezuela y criticaron que Haití fuera uno de los 13 estados títeres que hostigan a la patria de Chávez en el foro de la OEA, mientras intelectuales y movimientos sociales también se unieron al rechazo a la sumisión de Moise, recolectando firmas para exigir al Parlamento que revierta tal votación y pida la anulación del voto.
Un texto firmado por los más importantes artistas e intelectuales de la nación caribeña, precisa que ¨Venezuela, además de Petrocaribe, financia proyectos en beneficio del pueblo haitiano, hasta el punto de que junto a Cuba son los dos únicos estados del mundo cuya cooperación es útil para nuestro país¨.
El voto de Moise fue catalogado de "innoble, irreflexivo e incomprensible para los haitianos que aprecian la generosidad de este país (Venezuela) hacia nosotros" y aseguraron que el acto los ha "cubierto de vergüenza y ridículo"
Mientras líderes opositores, como André Michel, pidieron a la Policía que arresten al Mandatario por ¨falta de legitimidad¨, ninguno de los involucrados en la actual crisis parece tener respuestas para hacer de Haití una mejor nación, con una economía sustentable y felicidad para sus habitantes.
Varios organismos internacionales, entre ellos la OEA y la ONU, se pronunciaron el pasado lunes por establecer un diálogo nacional para darle solución a la actual crisis. Incluso algunos medios, como el diario dominicano Clarín, hablan de una eventual acción humanitaria, una ingrata experiencia para el pueblo haitiano.
Ese sufrido pueblo, al que ahora dicen querer ayudar, todavía espera por las supuestas colaboraciones económicas que serían enviadas tras el terremoto del 2010. La ONU entró en el esquema con sus llamados cascos azules, quienes dejaron tras de sí desolación, abusos y muerte, pues introdujeron en el país el cólera, que dejó miles de muertos.
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