“La seguridad pública en Estados Unidos no es buena. Los casos de tiroteos y robos son frecuentes”. La advertencia figura en la página web de la embajada china en Washington, aconsejando a sus ciudadanos “estar atentos a sus pertenencias, a los individuos sospechosos” y “evitar salir solos por la noche”.
¿Exageran los diplomáticos? A juzgar por los índices de criminalidad son parcos en la advertencia. Datos publicados por Expediente Rojo Project, Inc., cada año unas 700 000 personas son víctimas de algún tipo de fraude en Estados Unidos, donde 93 personas mueren cada día por disparos de armas de fuego (33 880 fallecidos al año) y alrededor de 300 000 niños son víctimas del mercado sexual, en tanto resultan alarmantes también las cifras de los menores víctimas de distintas agresiones domésticas y abuso escolar.
La sede diplomática de China en la capital norteamericana advierte a sus ciudadanos con respecto a delitos violentos, pero además en cuanto al elevado costo de las facturas médicas para cualquier dolencia inesperada. Otra precaución avisa sobre eventuales allanamientos e incautaciones, con frecuencia practicadas por los agentes de aduanas.
Medios de prensa norteamericanos plantearon que hay móviles políticos en esas informaciones, pero el portavoz de la Cancillería china, Lu Kang, las explica arguyendo un flujo mayor de sus coterráneos hacia EE. UU. durante las vacaciones, es el verano y “este tipo de recordatorio (...) una obligación”, acotó el dirigente.
Suponiendo que haya otros trasfondos, lo cierto es que motivos existen. A finales del 2017, The New York Times (NYT), refiriéndose a las acusaciones contra Cuba de la administración Trump, sobre unos hipotéticos “ataques sónicos” sufridos por su personal diplomático, publicó un artículo donde plantea: “Siguiendo el patrón de asociar los sonidos y la enfermedad con amenazas secretas inescrutables” se trasmite miedo (y justificaciones aunque no tengan gran soporte). “El Sr. Trump, como candidato y presidente, ha sabido explotar continuamente el temor a amenazas vagamente definidas como justificación a políticas y políticos” afirmaba el diario.
Muy obvio que el propósito fue anular los avances para normalizar el viejo contencioso con La Habana. Se echó mano del supuesto daño físico, pese a lo asegurado por diversos expertos, en cuanto a que los hubieran provocado recursos acústicos. El NYT expuso: “El sitio web para la verificación de hechos, Snopes.com, brindó una reseña de datos científicos sobre sonidos y armas acústicas, y concluyó que sería falso asegurar que dichas armas son las responsables de lo sucedido a los diplomáticos estadounidenses en Cuba”.
Pese a las refutaciones y a falta de mejores fundamentos colocaron en un escenario chino parecida acusación. El reporte sobre un empleado del servicio diplomático estadounidense en una ciudad del gigante asiático se asoció con lo hipotéticamente ocurrido en Cuba. En ambos casos la recomendación era no viajar a sitios tan “peligrosos”.
Cuando el presidente Donald Trump se trasladaba hacia Singapur para la cumbre con el líder norcoreano, Kim Song-un, ocurrió un guirigay estilo Hollywood-decadente-catastrófico, cuando un agente del Departamento de Estado aseguró haber percibido “un sonido inusual” y, dijo, era similar a lo experimentado por los estadounidenses establecidos en Cuba y China (¡!). A posteriori, tras minucioso examen médico del funcionario, se calificó de falsa alarma lo ocurrido.
Si el Departamento de Estado emite un alerta de salud o peligrosidad contra alguien es normal. Si lo hacen otras naciones califica como represalia. Claro, que quien da coces no puede esperar respeto ni reverencias.
Es el caso de otro leño sobre un fuego que no era necesario encender, con registro de inicio el viernes 6 de julio del 2018, fecha de la puesta en vigor de una guerra comercial capaz de extenderse por todo el planeta. La comienza EE. UU. contra China, a la cual afectará en el orden de los 34 000 millones de dólares por año si solo aplica aranceles del 25 % a un grupo de exportaciones de Beijing, pues en cartera tienen previsto otros gravámenes.
Como el impuesto se aplica sobre elementos chinos necesarios en la construcción de equipos electrónicos (computadoras, televisores, celulares, etc. y hasta reactores nucleares) muchas industrias y el consumidor corriente sentirán un notable aumento en los precios.
"China se ve obligada a devolver el golpe para salvaguardar los principales intereses nacionales y los intereses de su pueblo", dijo el Ministerio de Comercio de la segunda gran economía mundial y blanco favorito, pero no el único. Contra Europa, Canadá y otros tantos se ciernen castigos de similar corte. Ellos tampoco se quedarán de brazos cruzados. Esa es una historia para contarla después, pero anuncia fuertes y lamentables tormentas.
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