miércoles, 25 de septiembre de 2024

Elecciones y comunicación: de lo sublime a lo esperable

El más reciente show entre los candidatos presidenciales en Brasil volvió a demostrar lo que ya se sabe: la política, hace mucho, se ha sumado a la lista del infoentretenimiento...

Anneris Ivette Leyva García en Exclusivo 19/10/2022
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Lula-debate del domingo
Tras la primera vuelta de las elecciones en Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva y Jair Messias Bolsonaro se vieron por primera vez las caras este 16 de octubre, en un debate televisivo.

El más reciente show (perdón, se llama debate) entre los candidatos presidenciales en Brasil, ocurrido la noche de este 16 de octubre, volvió a demostrar lo que ya se sabe: la política, hace mucho, milita en las filas del infoentretenimiento.

El cara a cara de Luiz Inácio Lula da Silva y Jair Messias Bolsonaro transcurrió entre ironías y acusaciones mutuas: los adjetivos de mentiroso y ladrón pasaban de un lado a otro según quien hiciera uso de la palabra, como triviales pelotas de ping-pong.


Tras la primera vuelta de las elecciones en Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva y Jair Messias Bolsonaro se vieron por primera vez las caras este 16 de octubre, en un debate televisivo.

Puede que a muchos este formato de manifestación espectacular de la política le provoque rechazo. Algunos irreductiblemente creerán que el asunto en cuestión es más formal y serio (de hecho, hay que tomárselo muy en serio para comprenderlo) y apostarán a otros modos de comunicar la política.

Estará quien persista en hacer lo que más le funcione y obviará las tendencias de producción de contenidos y las prácticas de consumo informativo de las audiencias, en función de creer que los empaques comunicativos son oropel frente a la indiscutible valía de las esencias.

Hay quien seguirá creyendo que la comunicación es subordinada de los “hechos” y que, cuando estos hablan por sí solos, sobra lo demás.


Toallas impresas con la imagen de Lula da Silva que usan con orgullo los seguidores del candidato. La imagen para su reproducción puede descargarse del sitio oficial de Lula.


Invitación de Bolsonaro a uno de sus marchas en motocicleta o “motociatas”.

Pues (perdón de nuevo), no existe tal cosa como que los hechos hablen por sí solos hace bastante tiempo ya.

Si así fuera, no sería necesario un balotaje para colocar nuevamente en la presidencia a un Lula da Silva que llevó a Brasil al escaño de la sexta economía del mundo, implementó el programa Hambre Cero, destinó más recursos que nunca antes a la educación, acercó la salud a los más desfavorecidos con el programa Más Médicos y le ofreció a los “nadie” del sistema la oportunidad de sacudirse el rol socialmente asignado en una sociedad clasista, aquel de “naciste pobre, eres pobre porque quieres, pobre te quedas”. 

Si los hechos hablaran por sí solos, hablarían también por Bolsonaro los más de 600 mil fallecidos de COVID-19 en un país que condenó el “quédate en casa” como un freno económico y retrasó la compra de las vacunas. Hablarían los más de 30 mil kilómetros cuadrados deforestados durante su gestión en el pulmón del planeta, los 33 millones de hambrientos en uno de los mayores exportadores de alimentos del mundo, los crecientes “desertores” escolares en edades tempranas o las víctimas de la tenencia de armas como derecho de “defensa propia”.

No, los hechos no hablan por sí solos; tienen, en cambio, un correlato en dependencia de quien los narre e interprete.


Imagen que promueve el espacio oficial de Lula en Spotify.


Bolsonaro anunciando una de sus muchas participaciones en podcasts.

Es así que dos propuestas antagónicas, la de Lula y el “Brasil de la Esperanza” versus la de “Dios, Patria, Familia y Libertad” de Bolsonaro, han llegado a tener casi la misma cantidad de votos en primera vuelta (48% de Lula frente a un 43% de Bolsonaro) y sus candidatos se convierten en los primeros, desde las elecciones de 1989, en tener apenas 5 puntos porcentuales de diferencia de cara al balotaje.

No basta todo lo realizado por Lula en sus dos mandatos anteriores ni haber culminado su gestión con el récord histórico de un 87% de aprobación. No basta que el líder obrero declare, como garantía de su propuesta, que su experiencia haciendo “feliz” a Brasil le permitirá volver a mejorar la vida del pueblo.

Bolsonaro ha dedicado mucho tiempo a construir otra imagen de su contrincante: lo acusa de corrupto, ladrón y tirano; argumenta que Lula fue puesto en libertad, pero no “inocentado”; usa la afinidad de da Silva con los líderes de izquierda de la región para levantar la amenaza de una restricción de libertades religiosas y precariedad económica y, en la construcción de su discurso, no le hacen falta evidencias, al menos no reales. Las fake news le sirven para reforzar una narrativa que en un entorno de sobreabundancia comunicativa pocos se animarán a contrarrestar.

Más que una campaña propia, Bolsonaro hace la anticampaña de Lula. Vale la pena recordar, a modo de síntesis de esta estrategia que, en el primer debate televisivo de las actuales elecciones, ocurrido el 28 de agosto, a los candidatos se les concedieron 2 minutos para emitir un mensaje de cierre. Todos, menos Jair, se centraron en sus programas y promesas de campaña particulares. El candidato por el Partido Liberal, en cambio, usó ese tiempo para atacar a Lula y condenar su relación con los gobiernos izquierdistas de Latinoamérica.

El Partido de los Trabajadores ha comprendido que los escándalos de corrupción asociados a Petrobras y la nueva ola anticomunista favorecen la desventaja acumulada de la izquierda en la batalla comunicativa. En respuesta, se han construido alianzas para hacer de Lula el candidato con mayor inversión en comunicación y medios en estos comicios que, dicho sea de paso, se han convertido también en un combate de colores: el amarillo, verde y azul de la bandera (acaparados por Bolsonaro en alusión a su ultranacionalismo) frente al rojo del PT y las sugerencias de sus aliados de centro de usar más blanco y menos “bermellón”.

Volviendo al inicio de este texto, si los hechos hablaran por sí solos, quien obtuvo tantas victorias a base de carmín no tendría necesidad de hacerse hoy el rosado. Ese maquillaje, que es comunicación, reacciona ante una matriz instalada por los medios hegemónicos y que ha cargado de sentidos negativos el color de la bandera del PT.


Ejemplo de colaboraciones de estudios de diseño que se insertan en la campaña oficial de Lula.


Bolsonaro al estilo superhéroe de Marvel con la visualidad de campaña del candidato.

No obstante, de cara a la segunda vuelta, pactada para este 30 de octubre, es muy probable que Lula finalmente obtenga el 50% más 1 y gane, ya que cuenta con el apoyo de Simone Tebet y Ciro Gomes (la tercera y el cuarto candidato más votados en el primer encuentro en las urnas, respectivamente), así como del popular expresidente Fernando Henrique Cardoso.

Pero, aun si Bolsonaro no incrementa sus seguidores, habrá que seguir pensando cómo comunicar la política para los 51 millones que seguirán viendo en el exmilitar al “mesías”, al “capitán del pueblo”.

Y habrá que seguir asimilando que la política hoy está en el debate televisivo y en el mitin de masas, en el cartel y en la toalla impresa, en el discurso y en el podcast, en el reel y en el jingle, en la samba de Chico y en el reggaetón de Anitta, en los hechos y en las narrativas, en lo que nos guste y en lo que no tanto.


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Anneris Ivette Leyva García


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