Se dice que Donald Trump suma a los desbordes hegemonistas de su administración (aunque seguramente ya estaba en su agenda desde hace buen rato) la peregrina idea de que la existencia de los Estados Unidos como “guía del orbe” pasa sin remedio por el dominio unilateral sobre el mercado internacional de energéticos.
Y el planteamiento de marras, en boga entre numerosos analistas, no es pura especulación. Justo cerrando el pasado mes de septiembre, el secretario norteamericano del interior, Ryan Zinke, citado por el portal Washington Examiner, afirmó en un evento organizado en Pittsburgh por la Alianza de Energía del Consumidor, que la aspiración de la Oficina Oval es “aprovechar el tema del petróleo para imponer más presión a Teherán y a Moscú y expulsarlos definitivamente del mercado energético mundial”.
“Podemos hacerlo”, indicó. Y añadió que en el caso concreto de Rusia, acudiría Washington (como si fuese coser y cantar) a un estricto bloqueo marítimo contra las exportaciones del Kremlin en materia de gas y petróleo.
“Los Estados Unidos -alardeó Zinke- tiene la capacidad de bloquear las rutas marítimas para asegurarse de que la energía rusa no llegue al mercado”.
Se explican entonces por su propio peso algunos de los recientes pasos y pronunciamientos de Trump sobre ambos “enemigos”: su salida del Pacto Nuclear con Irán, la reimposición de sanciones a Teherán (condenadas poco después por el Tribunal Internacional de La Haya), las presiones a sus aliados para que se retiren también del acuerdo y hostilicen a la República Islámica, la puesta en vigor de medidas restrictivas adicionales contra Moscú, y las bravatas a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) para que asuman las exigencias de su administración con relación a la producción y precios del crudo.
Internamente, según destacan varios estudiosos, y ligado a las pretensiones energéticas de Trump, el camino pasa por declarar la producción de energía como “un tema de seguridad nacional”, con lo que se pondría veto absoluto a las seguras reclamaciones de medios ambientalistas, comunidades, poblaciones nativas, granjeros y cuanta gente en los Estados Unidos se vería perjudicada por una explotación masiva de recursos energéticos “sin complejos ni consideraciones” con relación al hábitat.
Sería la virtual “inundación del mercado global de energéticos” para “desalojar a los competidores”, y en el caso concreto del gas, sacar del juego a los principales suministradores, Irán, Rusia y Qatar, al dejarles sin clientes.
Solo que la “confianza en recursos no renovables” y bastante sobreexplotados en los Estados Unidos, no suena bien entre algunos medios de casa, porque a la larga los huecos vacíos y secos no dan ganancias, sin contar con el hecho de que habría que esperar severas respuestas de los agredidos y no pocas muestras contrarias o de disensión entre los mismos aliados tradicionales, amén de seguras muestras de disconformidad local.
De hecho, hay otras cuestiones interesantes. Así, por ejemplo, algunos analistas precisan que entre Irán y Rusia, que alguna vez disputaron espacios comerciales por sus respectivas producciones de gas, se ha incentivado una estrecha y beneficiosa alianza energética justo, entre otros factores, por la hostilidad sostenida de Washington que ambos enfrentan.
Así, un reciente artículo sobre el tema llevaba el emblemático y revelador título de "¡Gracias, EEUU! Rusia e Irán sustituyen su rivalidad por una alianza en el ámbito gasístico", y subrayaba a tenor con su enunciado las declaraciones del viceministro iraní de Petróleo, Hamid Reza Araghi, en torno a que “la agresividad norteamericana y la creciente demanda mundial” han transformado de forma muy positiva los vínculos de Moscú y Teherán en el tema del gas.
Para el dirigente persa, “tal vez lo más destacado de esta cooperación es la concertación que Rusia e Irán realizan en el marco del Foro de Países Exportadores de Gas al que también suelen llamar la OPEP del gas”.
“Esta entidad -añadió Reza Araghi- desempeña un papel muy eficaz a la hora de determinar la estrategia, los volúmenes de extracción y el consumo de gas para los próximos años. Por eso Rusia e Irán, sobre todo, son aliados en el marco de este mecanismo. La experiencia en el ámbito de la exportación del combustible azul, y la amplia y creciente gasificación de pueblos y ciudades, enseña que el país persa necesita una cooperación estrecha con Rusia para implementar distintos proyectos en torno a ese recurso natural”, concluyó el vicetitular iraní.
Y así las cosas, imagine usted entonces si Washington realmente tiene “hierros” suficientes como para reordenarlo todo a su parecer y a su manera, e inquiera si no sería mucho mejor para sí mismo y para los demás asumir de una vez que ya pasó su tiempo de pretendido ombligo global.
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