Este sábado, el pueblo pobre de México amaneció de fiesta. El líder izquierdista Andrés Manuel López Obrador asumió la presidencia del país con expectativas de dejar atrás 36 años de neoliberalismo e iniciar una batalla pacífica, pero firme, contra la corrupción y la criminalidad.
Comienza hoy una "transformación pacífica y ordenada, pero al mismo tiempo profunda y radical porque acabará con la corrupción y con la impunidad que impiden el renacimiento de México", sentenció y aclaró que ese será el eje central de su gobierno, pero –en lo que algunos críticos ven una contradicción- "no se hará con persecución porque no apostamos al circo ni a la simulación".
Ante la presencia de 20 jefes de Estado -inlcudo el cubano- y otras importantes figuras de América Latina, el Caribe, Norteamérica y Europa, López Obrador, conocido como AMLO por las siglas de su nombre, pronunció un discurso en el que aseguró que democratizará su administración, enfatizó en la ruptura absoluta con el sistema neoliberal, en la dignificación de la ciudadanía, y la lucha social y política para eliminar las lacras que mantienen insegura a la población.
Al Congreso Nacional llegó en su automóvil particular, solo protegido por tres motociclistas de civil, algo que ni siquiera imaginaron sus seguidores.
Con su asunción, AMLO dejó atrás una serie de prebendas inherentes a su cargo. Desde hoy la residencia presidencial de Los Pinos es un centro cultural ya abierto al público, ganará un 40% del salario de su predecesor y vendió el lujoso avión presidencial y el parque oficial de helicópteros.
La intervención del nuevo presidente de 65 años, el número 67 en la historia de México, confirmó su programa de campaña que denominó la cuarta reforma de su país, luego de la lucha contra la esclavitud, el predominio de la civilidad y la República, y la Revolución, en la que el pueblo y sus extraordinarios dirigentes, dijo, lucharon por la justicia y la democracia.
México, aseguró, no olvidará a Simón Bolívar y a José Martí, dos paradigmas de la independencia de los pueblos latinoamericanos y de la integración de la llamada Patria Grande, quienes "siguen guiando con su patriotismo, el camino de pueblos y de dirigentes políticos".
Feliz encuentro de hermanos en la toma de posesión de AMLO. Por más que intenten separarnos, somos la unidad en la diversidad. Nos unen la historia, los sacrificios y las glorias de nuestros próceres. #SomosContinuidad pic.twitter.com/4J4AxxwHRd
— Miguel Díaz-Canel Bermúdez (@DiazCanelB) 2 de diciembre de 2018
El fundador en 2014 del triunfante Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), ante cientos de invitados, coronó en esta jornada más de 42 años de lucha social y política iniciada con la defensa de las comunidades chontales de su natal Tabasco. "No puede haber un gobierno rico con un pueblo pobre", destacó en sus palabras y se refirió a la emigración de más de 30 millones de coterráneos que salieron huyendo de la miseria y la inseguridad nacional.
Al reseñar como serían sus próximos seis años al frente del estado mexicano, AMLO fue claro: creará un régimen para el pueblo y no permitirá la interacción de la política y la economía, como ha ocurrido en las últimas décadas.
"El distintivo del neoliberalismo es la corrupción", insistió el mandatario mexicano, y aseguró que "el poder político y el poder económico se han alimentado y nutrido mutuamente y se ha instalado como modus operandi el robo de los recursos del pueblo o de la nación". En las tres últimas décadas, precisó, las autoridades se han destacado en transferir bienes y funciones del Estado a fuerzas extranjeras".
No mentir, no robar y no traicionar al pueblo, así resumió su nueva administración en la que ya instaló una Comisión de la Verdad para castigar a los responsables de las miles de desapariciones ocurridas en la nación, entre ellas las de 43 estudiantes normalistas en Ayotzinapa.
Respecto al tema de la inseguridad, tocó un asunto que mantiene una controversia en algunos sectores políticos, y es la desaparición de las Policías vigentes y la creación de una Guardia Nacional no represiva, en tanto dio un espaldarazo al Ejército Nacional, nacido, expresó, de las capas más pobres.
Hizo algunos anuncios que devolvieron la esperanza a millones de personas, como la universalidad de la educación, el retorno de dos millones de adolescentes a las escuelas, la fundación de cien universidades, el aumento al doble de la pensión de los jubilados, la atención diferenciada a los discapacitados, el aumento del ciento por ciento del salario mínimo, la reducción de impuestos e iguales precios de los combustibles, entre otras medidas de ayuda social a los más vulnerables.
Aseguró que atenderá de inmediato a los afectados por los sismos, otorgará créditos a pequeños empresarios y productores del campo, venderá una canasta de rubros básicos a precios justos y habrá una solución en el tema de las caravanas de emigrantes procedentes de Centroamérica ahora en México, desde donde intentarán pasar a Estados Unidos.
En materia de política exterior, se pronunció por la no intervención ni injerencia en los asuntos internos de otros países, dando continuidad a una histórica política de esa nación de 110 millones de habitantes, 50 millones de ellos viviendo en la pobreza.
Explicó sin ambages lo que se avecina para los próximos seis años, en los que emergerán grandes enemigos de su gobierno, quienes ya asomaron sus narices cuando, aunn antes de asumir, convocó a dos consultas populares para determinar la construcción de un nuevo aeropuerto para Ciudad de México y su programa de gobierno, las dos aprobadas por la población.
El presidente propuso también como forma de gobierno democrático los referendos y consultas a la población, que incluso podría revocarlo si hace un mal gobierno y falta a su palabra. “Podrá ser el presidente de la República juzgado como cualquier ciudadano por cualquier delito que cometa”, sentenció.
Apoyado por un Congreso en el que tiene mayoría, López Obrador tiene por delante una batalla contra los grandes capitales que hasta ahora han marcado las pautas políticas en la Unión mexicana. Él conoce los peligros, pero es también un hábil negociador que no teme a la polémica y posee el respaldo de las grandes masas mexicanas.
Como hecho inaudito, luego de la asunción, el nuevo mandatario y sus invitados se trasladaron al Palacio Nacional para un almuerzo de bienvenida. Después, en el Zócalo de la Ciudad de México, AMLO recibió de representantes de los pueblos indígenas el bastón de mando, una vara de madera del árbol ahuehuete de 80 centímetros, símbolo de respeto y del compromiso entre los pueblos originarios.
López Obrador es el primer presidente mexicano en recibir el báculo, pero antes participó en una ceremonia de purificación y consagración con flores y humo de copal, realizada por chamanes. El bastón se entrega desde épocas prehispánicas al inicio de un gobierno indígena, pero nunca antes se había dado a un mandatario republicano.
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