Los recientes y graves incidentes entre Turquía y Siria hacen pensar en que Washington y sus restantes aliados empiezan a inclinarse por la opción de un conflicto armado regional, como instrumento para intentar sacar del poder a las autoridades de Damasco.
En efecto, el intercambio de cañonazos en la frontera común a partir de las denuncias turcas sobre “ataques artilleros sirios”, y el acto de virtual piratería aérea de Ankara al obligar a un avión comercial sirio a tomar tierra bajo el pretexto de que conducía armamentos rusos, resultan hechos que parecen configurar el sendero a un conflicto bélico de envergadura.
Y no es extraño. De hecho, en medio de la crisis relativa a la detención del avión civil por Turquía, voceros oficiales norteamericanos se dieron a la tarea de exhortar a “gobiernos amigos” de la zona a asumir la misma actitud de Ankara frente a Damasco, es decir, a reproducir episodios violatorios de todas las normas internacionales para desembocar en un mayor grado de hostilidad, tensiones y riesgos.
De hecho la escalada evidencia, entre otras cosas, que el empleo contra el gobierno de Damasco de mercenarios, personal militar especializado occidental, y grupos internos de “opositores”, no está dando los resultados deseados, a pesar de la ayuda bélica, monetaria y de inteligencia que se les canaliza a borbotones, precisamente desde y a través de Turquía.
En consecuencia, fiel a su vieja membresía dentro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN (que data de inicios de la década del cincuenta del pasado siglo), y a su fuerte y tradicional “colaboración militar” con Washington, los círculos turcos de poder han asumido el papel de punta de lanza central en el empeño por destruir a Siria.
Así, en días pasados, el propio primer ministro turco, Recep Tayipp Erdogan, afirmó que su país está preparado para una eventual guerra, mientras sus baterías, ubicadas en unos doscientos puestos sobre la frontera común, disparaban contra territorio sirio.
La maniobra está clara, según indicó recientemente el sitio digital Insurgente.
La fuente periodística precisó que fueron armas pertenecientes a la OTAN las que inicialmente dispararon contra Turquía desde Siria para agravar las tensiones bilaterales. Es decir, que lejos de tratarse de acciones del ejército sirio, el ataque provino de las mismas bandas mercenarias que parten desde sus bases en suelo turco para combatir a las fuerzas de Damasco. En pocas palabras, una provocación totalmente fabricada.
Por demás, otros analistas coinciden en asegurar que el cuadro puede hacerse más enrevesado, toda vez que Occidente desea, con la eliminación del actual gobierno sirio, cortar de raíz la presencia rusa en las riberas del Mediterráneo, también una vieja aspiración de los círculos reaccionarios turcos.
Asimismo, con la caída de Siria, terminarían para Ankara las preocupaciones en torno a las comunidades kurdas radicadas en la vecina nación, las cuales se identifican mayoritariamente con la causa independentista de esa desarraigada comunidad.
En consecuencia, no les falta razón a los analistas que subrayan que Occidente no está haciendo otra cosa que imponiendo sus intereses en el llamado conflicto sirio, ahora con el consentimiento y participación abierta de sus aliados otomanos.
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