Se dice que cuando un político llega a la Oficina Oval, sus primeros cuatro años de inquilinato se convierten en una suerte de “campaña electoral” destinada a retener el cargo por un segundo período.
Algunos lo logran. Otros, sin embargo, se retiran con las ganas marchitas. ¿Y qué será del díscolo de Donald Trump?
Lo cierto es que en plena mitad de su trastabillante presencia en la Casa Blanca todavía resulta un tanto temprano hacer vaticinios, pero la realidad es que no parece ser de los “afortunados” que logran cierto aval desde muy temprano.
Es verdad que durante la campaña electoral que le otorgó la presidencia, su discurso desaforado, sus críticas al tradicionalismo político vigente, y sus llamados a devolver los “aires perdidos” a la primera potencia capitalista, encontraron eco en no pocos sectores nacionales.
No obstante, sus mensajes no tardaron en contradecir la ejecutoria del magnate inmobiliario, y sus acendrados aires a lo Ronald Reagan y lo John Wayne como vaqueros mata-indios de Hollywood, han llegado a desencantar a buena parte de los ciudadanos, que empiezan a preguntarse muy en serio si votar por el presuntuoso y falaz neoyorquino no fue una absoluta metedura de pata.
Lo cierto es que hasta el presente no parece que Trump las tenga todas consigo. Contra su figura pesan no pocas pústulas, como la de haber sometido al país a su más largo período de inactividad oficial por su riña con el Congreso a partir del capricho personal de lograr fondos para su muro frente a México, la enorme inestabilidad en su gabinete y entre sus colaboradores, sus pifias racistas y sexistas, o su áspera y permanente bronca con la prensa cuando ésta no dice lo que él desea.
Por demás, están las recientes declaraciones de su ex abogado Michael Cohen, quien ante un Congreso lleno de divisiones, le tildó textualmente de “racista”, “estafador” y de un verdadero “fraude”.
Mientras, otro “íntimo” del presidente, su ex jefe de campaña Paul Manafort, fue sentenciado a tres años y once meses de prisión por fraude y evasión fiscal, tras la indagación realizada en su contra por Robert Mueller, el fiscal especial que investiga la supuesta injerencia rusa en las elecciones de Estados Unidos de 2016, que según se dice fue de pleno conocimiento del hoy jefe de la Casa Blanca. Vale indicar que para los próximos días Manafort enfrentará además la sentencia por dos cargos de conspiración, de los que se declaró culpable en septiembre del año pasado, que puede costarle un máximo de diez años de cárcel.
Se suman a todo este serio expediente los violentos giros de la política externa de la actual administración, incentivadora de dislates con sus principales socios globales, de programas violetos e injerencistas, de presiones y amenazas permanentes, de ruptura de compromisos internacionales esenciales como el pacto climático, el protocolo para la limitación de misiles de corto y largo alcance, el acuerdo nuclear con Irán, o los principales convenios económicos del país. En fin, una cadena de erráticos pasos que, a nombre de una cada vez más infectiva prepotencia, en nada favorecen a los Estados Unidos ni al resto del mundo.
Y si la economía sigue siendo, al decir de muchos, uno de los pilares que favorecen o no la elección o reelección de un presidente norteamericano, Trump tampoco tiene mucho que ofrecer en ese espacio.
Según datos del Departamento norteamericano de Comercio, el déficit comercial de los Estados Unidos ascendió en 2018 a 621 mil millones de dólares, el más alto en diez años, pese a la política de proteccionismo comercial del presidente Trump.
Con respecto a China, con quien el presidente libra una enconada batalla económica, el saldo negativo para USA registró un nuevo récord al subir a 419 mil millones de dóla-res el pasado año, casi un doce por ciento más que en 2017.
También los déficit comerciales registraron máximos históricos con México, con un incremento de 81 mil millones de dólares, y con la Unión Europea, que subió a 169 mil 300 millones.
En pocas palabras, una dudosa manera de concretar la agenda que proclama “los Estados Unidos primero”.
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