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miércoles, 6 de noviembre de 2024

Brasil, de luto, en elecciones municipales

Serán electos alcaldes, vicealcaldes y concejales en 5569 ciudades...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 15/11/2020
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Es significativo que muchas personas votan en este tipo de elección y no en las generales de presidencia, gobernadores y legisladores, previstas para el 2022

Brasil, el tercer país del mundo más golpeado por la COVID-19 con más de 162 000 fallecidos, celebra este domingo elecciones municipales, un muestreo de ensayo para las generales del 2022, con el presidente Jair Bolsonaro repitiendo obscenidades públicas, un mapa político fraccionado, y una población con mucho y malo donde escoger en política.

En la puja participan más de medio millón de candidatos —42 000 aspiran a ser reelectos— en representación de un arco iris de partidos políticos, la mayoría desgastados por el tradicionalismo.

Los comicios intermedios cubren 5569 ciudades y son importantes para la ciudadanía, ya que son los alcaldes y sus vices y los concejales los que deben responder a sus necesidades básicas, ahora deteriorada por la política económica y el mal gobierno, con una mayoría de ministros extraídos de las Fuerzas Armadas. Es significativo que muchas personas votan en este tipo de elección y no en las generales de presidencia, gobernadores y legisladores, previstas para el 2022.

Bolsonaro es un personaje de vodevil. Algunos confían en sus perspectivas políticas —e incluso de cualquier tipo—, pero es el clásico demagogo que le habla a la gente humilde tal y como le gusta, en lenguaje llano, no se detiene a pensar lo que dirá después, y el pasado martes pasó a la historia nacional como el presidente que calificó de marica a su pueblo por temerle a la COVID-19.

Negado a admitir la gravedad de la enfermedad que contagió a más de 5 550 000 de ciudadanos, y mató a más de 164 000, el jefe de gobierno fundó el llamado bolsonarismo, una concepción que esconde una popularidad indebida, resultado del engaño premeditado.

Brasil llega a estos comicios enlutado, con una política nacional fragmentada, con los partidos progresistas sin hacer su tarea, y con un presidente que, pese a todas las barbaridades cometidas —hasta permitir la deforestación del Amazonas, vender los recursos estatales más preciados, y ser un fantoche de ultraderecha, seguidor de Donald Trump— tiene en torno a un 40 % de popularidad, gracias a medidas (luego reducidas) de entrega de unos cientos de reales a las familias más pobres, imitando el programa Renta Familia del Partido de los Trabajadores (PT) para paliar la hambruna creada por el neoliberalismo imperante y la pandemia.

Para Bolsonaro es importante que los partidos de derecha ganen estos comicios, una suerte de medidor de cómo pinta el escenario para los dos próximos años, y a su favor tiene el altísimo número de candidatos en competencia que, por experiencias anteriores, lastran el interés de los votantes.

A su vez, sería una victoria luego de la aplastante derrota, que aun se niega a aceptar, de su amigo Trump en los Estados Unidos a manos del demócrata Joe Biden. El brasileño, fiel a sus amigos, ve alinearse una traición en las felicitaciones enviadas a Washington por importantes líderes mundiales.

La diversidad de los municipios en juego no impide que haya algunas plazas básicas en el movimiento político brasileño, como son Sao Paulo, Río de Janeiro, Minas Gerais, Río Grande do Sul. El municipio de Sao Paulo es uno de los pilares de la economía nacional, con grandes fuentes industriales, y un catalizador político.

Para algunos analistas, el presidente tiene una racha infeliz, a pesar de lo que muestren las muy engañosas encuestadoras brasileñas. Abiertamente apoyó a dos candidatos a las alcaldías de Río, Marcelo Crivella, y a Celso Russomano, en Sao Paulo, los dos del partido Republicanos. Russomano, que lideraba los números, se derrumbó del 26 al 12 % de preferencia electoral y cayó al tercer lugar. Crivella no tuvo mejor suerte y ahora va de cuarto en el territorio carioca, según la consultoría Ibope.

Para el analista Afonso Benites, del periódico El País, las encuestadoras muestran mayor fuerza en las opciones de centro y una reducción tanto de la izquierda como de la derecha, esta última salpicada por los tradicionales delitos de corrupción, entre ellos el que envuelve a Flávio Bolsonaro, uno de los tres hijos del mandatario dedicados a la política. Al antes diputado en Río y ahora senador federal, se le acusa de adueñarse de dinero público mediante el contrato de asesores para apropiarse de sus sueldos, pagados por el presupuesto del Poder Legislativo. El supuesto empleado gana una pequeña comisión. Ese proceso delictivo está penado con cárcel, y si la investigación que adelanta la policía y el Ministerio Público prospera, puede interrumpir la carrera política de la familia.

De acuerdo con Benites, a partir de investigaciones realizadas en 96 ciudades por El País, las tendencias indican que en 42 de ellas podrían ganar partidos de centroderecha, como el Movimiento Democrático Brasileño, Progresistas y Podemos.

El analista Alberto Bueno, de la consultora Concordia, afirmó: “Será una victoria por exclusión. Esto es así, dijo, porque el centro es una especie de bolsa gigante en la que se encuadra a cualquiera que no sea de izquierda o de derecha” Para Bueno, ese será el resultado de la actual fragmentación partidaria, en la que la mayoría de las agrupaciones carece de coherencia programática. “No les importa la fidelidad de sus cuadros —dijo— ni el decoro, y se renuevan poco para no dar espacio a líderes más jóvenes”.

Luego del fracaso de su respaldo a los candidatos de Río de Janeiro y Sao Paulo, el mandatario está más cauto, pues podría correr el riesgo de que haya un nuevo Wilson Witzel, el gobernador de Río suspendido por corrupto, a quien tanto alabó en su momento, y que ahora está en vías de sufrir una impugnación política.

El Partido de los Trabajadores (PT), principal agrupación opositora, tampoco marcha bien. Los petistas presentaron candidaturas propias y apostaron por la experimentada Benedita da Silva en Río, pero que solo alcanza un 9 % de las preferencias, y en Sao Paulo, Jilmar Tatto se sostiene solo en un 6 %, para una quinta posición. En esas dos importantísimas ciudades se perfilan como ganadores Eduardo Paes, del DEM, y Bruno Covas, del Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB), que siempre se llevó las glorias en ese municipio. Covas aspira a la reelección.

El PT lidera solo en Vitoria, capital de Espírito Santo, y puede ir a segunda vuelta en otras siete.

Otro partido de izquierda, el Partido Socialista y Libertad (PSOL) podría ganar en Belém, capital del Estado de Pará, con Edmilson Rodrigues. Pará y Porto Alegre, capital de Río Grande do Sul obtienen las mayores preferencias de posibles votos gracias a la unión lograda por los izquierdistas.

Hay tradición en el interior de Brasil de guiarse por las tendencias de las encuestadoras. Vencer, o al menos tener esa posibilidad en ciudades grandes y medianas, significa que un partido amplíe su radio de acción en otras menores. A estos comicios, que muchos califican como los más difíciles de la democracia brasileña, están convocados 147 000 000 de votantes, pero algunos medios de prensa auguran una abstención notable, dado el destrozo social causado por la COVID-19 y las políticas económicas.

Tampoco, advierten, se ha hecho una campaña en que los electores conozcan personalmente a los candidatos y sus programas, si es que los poseen. El acercamiento se hizo mediante las redes sociales, que no llegan a la gran mayoría de los eventuales votantes, entre ellos los más vulnerables y pobres.

Brasil posee una población de 209 469 333 personas, más del 40 % de ellos en situación de pobreza o pobreza extrema.

Una nota pintoresca de estas elecciones es que hasta ahora la política de esa nación es dominada por hombres blancos. Pero, según el Tribunal Superior Electoral, en estos comicios el 49 % de los postulados se declaró negro o mestizo, además de que más de 270 personas transgéneros aspiran a ser alcaldes o concejales, a pesar de la homofobia pública de Bolsonaro.

Para el periódico Folha de Sao Paolo, por primera vez en la historia los candidatos no blancos son mayoría. En Brasil, el racismo es estructural y la política es bastante más blanca que la ciudadanía. Para favorecer la presencia de negros y mestizos —es decir, del 56 % de los brasileños— en las listas y en el poder, las autoridades electorales aprobaron cuotas obligatorias que se estrenarán en estos comicios y en los generales.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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