Batahola irresponsable

Ciertamente, y a juzgar por sus actos, aquellos que dirigen la política mesoriental en Washington parecerían funcionarios y militares sacados de un manicomio o de las propias calderas del infierno. Porque en verdad carece de toda lógica que una potencia que ha desembarcado tropas y pretendidos aliados en un país ajeno sin autorización de su gobierno y a contrapelo de la presencia oficial en el lugar —y en el lado opuesto— de importantes contingentes bélicos de otro gigante global, se incline por sacar las uñas en toda su dimensión a sabiendas de que puede generar un grave conflicto de desastrosas consecuencias mundiales.

Y es que solo fanáticos irresponsables, imbuidos de una soberbia y un odio desbordantes, serían capaces de colocar otra vez a la humanidad frente a la disyuntiva de verse calcinada en una trifulca de proporciones inimaginables, a cuenta de intentar “reducir” a un oponente como Rusia.

Y lamentablemente todo indica que detrás de este peligroso cuadro están, justamente, personajes de semejante talante destructivo a los que la administración de Donald Trump parece haber entregado las riendas de su política exterior y de sus planes militares.

Así, y no contentos con aposentarse en suelo sirio en apoyo a pretendidos rebeldes que no cesan de mezclarse con terroristas del Estado Islámico y Al Qaeda (también fruto del expansionismo hegemónico Made in USA), voceros oficiales norteamericanos han “advertido” que Damasco se prepara para un golpe con armas químicas contra la población civil, y que semejante acto conllevará una respuesta militar “contundente” de los Estados Unidos.

Y no es como para desdeñar semejante amenaza, toda vez que por un incidente similar, meses atrás, Washington atacó con misiles cruceros una base aérea siria, aun cuando, según se dijo entonces, la aviación rusa dispuso de la mayoría de los artefactos agresores.

Por lo pronto, Moscú, involucrado de lleno en el apoyo a las tropas leales a Damasco y defensoras de la nación y su pueblo frente a las criminales incursiones de los grupos terroristas aupados por la Casa Blanca, sus restantes aliados occidentales, Israel y las satrapías árabes, no ha cejado en denunciar por todas las vías posibles este nuevo riesgo que los Estados Unidos impone a la ya martirizada región mesoriental y centro asiática.

De hecho, entidades mediáticas como la norteamericana CNN informan de la concentración de buques de guerra listos para entrar en acción contra Siria, mientras que los aliados oficiales de Damasco reiteran que no permanecerán de brazos cruzados en caso de una escalada hegemonista y terrorista, y hablamos en este caso de la propia Rusia, del combativo Irán y de los arrojados contingentes del Hizbulá libanés, presentes en suelo sirio, y conscientes de que no puede cederse un milímetro ante las aspiraciones imperiales de dominio en tan estratégica plaza regional.

Por demás, a Washington le sobran maneras de fingir un presunto ataque químico de las “fuerzas sirias” contra cualquier poblado, teniendo en cuenta que esa ha sido una práctica común de los terroristas a su servicio, los cuales, incluso, cuentan con la posibilidad de manufacturar tales artilugios.

De todas formas vale recordar que Siria se deshizo hace muchos años de sus arsenales de municiones tóxicas, gesto comprobado y avalado por las entidades y organismos internacionales especializados en esa materia y, por otro lado, habría que preguntarse seriamente qué dividendos puede otorgar a Damasco una pretendida “acción genocida” en medio de la batalla fundamental que libra contra quienes le agreden y martirizan.