Los museos son la memoria de una nación y más aún si se trata de tesis expositivas sobre el arte. El tratamiento a las piezas no puede ser el mismo en una galería que en una sala de una de estas instituciones consagradas a la conservación. Si un espacio es efímero y cambiante el otro aspira a una imagen de solidez y de perdurabilidad. Con ello se quiere decir que la preparación en los especialistas deberá ser disímil y que aspirará siempre a una mejora en las condiciones de preservación a largo plazo.
Por experiencia personal, sé que, en la ciudad de Remedios, donde he vivido gran parte, existen piezas invaluables, sobre todo en el Museo de las Parrandas, primero de su tipo en el país y que se encarga de una forma de are bastante frágil. No obstante, este ejemplo sirve para entender la función de las instituciones en lo que concierne a la identidad cultural de un país y sus implicaciones. Durante mucho tiempo la villa no contó un espacio expositivo para dar a conocer los valores de su tradición más identitaria. Pero desde que en la década de 1980 se abriera al público, la relación entre el arte popular y su concreción en los escenarios locales ha tomado otra dinámica. Y es que el especialista de un museo funciona como un curador que trabaja no para un presente fugaz, sino para el futuro.
Los museos sirven para eso, para hacer que nada se pierda. Recuerdo las tantas anécdotas que me han contado en torno a cómo apareció la idea de uno dedicado a las parrandas. Desde el deseo de los que hacen la festividad, hasta la visión vanguardista de los historiadores y los intelectuales, estas instituciones a veces comienzan siendo espacios heréticos que la formalidad rechaza y se terminan oficializando. No se sabe si ese proceso es bueno o malo, pero al menos significa que el arte tendrá en teoría una protección, una metodología para ser atenido. En Cuba los museos tienen todavía que pasar su lenguaje hacia una modernidad que ya no apuesta por los viejos códigos de exposición, sino que recrean de manera interactiva y dinámica el pasado. Ello con el objetivo de que las narrativas impacten en la concreción de imaginarios de cara al futuro. En el caso de Remedios, no solo las parrandas, sino otras importantes instituciones museográficas, prestigian a la provincia y le otorgan dignidad, pero es menester que exista una preocupación por su estado de conservación, por las formas en las cuales se disponen las piezas y por la sensibilidad que existe en ello.
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No solo porque en el caso del Museo de las Parrandas se ha demostrado la valía de sus especialistas y de las piezas expuestas, sino porque ese arte que para nada es inferior a otros constituye una porción de la memoria de un país. A lo largo de la historia, mal que bien, se requiere de instituciones que no permitan que la cosificación de los fenómenos los borre o los transforme y los haga otra cosa diferente de su esencia. los movimientos morfológicos, las maneras en que se procede para hacer que la historia posea un peso y se le respeta; son metodologías que para nada tendrán que caer en el formalismo ni en la inmovilidad. Hay que hacer que la cultura sostenga esos espacios sin que sean estancos, sin que se petrifiquen los legados, sin que el país pierda lo que lo convierte en único. Cuba merece no solo una política cultural coherente que salve sus valores, sino de personal, de sitios especializados en los cuales la vida de las piezas de arte se alargue de forma conveniente y respetuosa.
Cuando se tracen las políticas del futuro habrá que tener en cuenta esos momentos luminosos en que el país quiso fundar en cada pueblo algo parecido al sitial de la historia local. En el caso de Remedios, se revitalizaron las instituciones que antes ya existían y se le permitió al pueblo aquello en lo cual ha había un peso crítico, como es el caso de las Parrandas. Sobre el arte que allí se atesora y la forma en que se le conserva, es bueno destacar que se trata de elementos efímeros hechos con cartón, tela, papel, y otros materiales, lo cual dificulta su larga duración por lo cual el propio museo privilegia maneras de trasmisión que no dependan de los soportes materiales. Es en este orden en el cual se pondera la oralidad, el contacto con las comunidades de portadores, la revitalización de tradiciones a través del imaginario popular mediante acciones de intervención. Y es que la conservación de las piezas no solo es pasarles un material que las aísle del mundo y que estén incólumes en una vitrina, sino que salgan al mundo, que se relacionen con los públicos y que reciban los significados que pululan por los diferentes sitios e imaginarios. Eso es arte colectivo, eso va en la esencia de este tipo de instituciones, ya sea un museo de arte popular o uno del llamado arte culto, que posee referencias hacia otros imaginarios y elementos de la representación.
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El museo nos ha salvado del olvido y de la tristeza, posee todos los ingredientes para un renacimiento nacional en todas las artes. A ese espacio vamos siempre, ya sea en la lejana Remedios o en los grandes circuitos. Allí hemos de tener el sentido que nos toca, la belleza que nos da entidad. Los museos poseen esa luz que resplandece y que nadie ha podido acallar.
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