La Feria Internacional de Artesanía, Fiart 2017, se dedica este año al vidrio como manifestación artesanal. Por eso, el comité organizador de Fiart le rindió un homenaje post mortem, en el recinto ferial Pabexpo, a Rosa María de la Terga (La Habana, 1935-2017), figura imprescindible cuando se habla de la vidriería cubana contemporánea.
Uno de los stands presentes en la feria muestra algunos de los trabajos de la Casa-Taller Rosa María de la Terga, esa escuela donde se formaron varias generaciones de especialistas del vidrio.
Era un sueño de la artista hacer una gran exposición con sus obras. No pudo ver su sueño materializado. De ahí que cobre mayor connotación ese stand con sus mamparas, piezas que en las manos de la artesana llegaron a ser reconocidas como verdaderas obras de arte y que sobresalían por su abanico cromático, dominado por los colores del trópico.
Rosa María tuvo como maestro al italiano Nino Mastellari quien la adentró en los secretos del diseño, la creación y la restauración de vitrales y lámparas al estilo Tiffany pero ella, como todo buen discípulo, se apropió de la técnica para hacerla suya y logró revitalizar la vidriería nacional.
En sus creaciones estaban presentes la fauna y la flora de su país, peces, insectos, aves, flores y otras muchas criaturas que parecían haber salido de un cuento de hadas. No estuvo ajena a la historia Patria y también incorporó a sus mamparas viñetas de cajas de tabaco donde figuraban imágenes de mujeres cubanas.
Su impronta se puede encontrar en los vitrales que restauró para hoteles y restaurantes de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, el Museo de la Ciudad o la antigua farmacia de la calle Obispo.
Emblemáticos resultan los vitrales que diseñó para el restaurante Las Ruinas, del Parque Lenin, el Palacio de La Revolución, el Canal Habana, el Consejo de Estado; la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA) y el Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC), por solo mencionar algunos de sus trabajos.
Lo anterior no resultó un impedimento para que sus vitrales fueran solicitados en instituciones religiosas de todo el país, entre ellas la habanera Iglesia de San Francisco de Paula; la Iglesia San Juan de Letrán, la Nunciatura Apostólica y la Parroquia San Judas Tadeo, en Pinar del Río.
Muchos fueron los premios y reconocimientos que cosechó a lo largo de su vida. En 1998 una lámpara de vidrio emplomado con el título de Libélula se alzó con el Gran Premio de la 1ra. Feria Nacional de Artesanía.
En 2005 recibió el Premio “Manos”, que otorga la ACAA, por su valioso aporte al desarrollo de la artesanía cubana y, un año después, el Reconocimiento “Por la Obra de toda una Vida” que otorga el FCBC.
Durante la jornada inaugural de Fiart 2017 se le entregó un reconocimiento post mortem que recibió su hijo Julio César Giner, otro artesano del vidrio que mantiene viva la tradición heredada de su mejor maestra.
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