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sábado, 22 de febrero de 2025

Hay que adueñarse también del silencio

¿Podemos vivir sin libros?

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 15/02/2025
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“Leer es crecer”
Leer es crecer” (Jessica Sosa Sosa / Cubahora)

¿Puede hablarse de la literatura como de un producto y de su difusión en los términos de una feria comercial? Los retrocesos en materia de cultura y de economía en los últimos años han puesto en entredicho los planes editoriales y ello se refleja en un retraso tanto en la publicación como en la vida publicitaria de determinados volúmenes de autores cubanos.

La crisis ha golpeado con fuerza a las direcciones provinciales del libro y ha estado en el candelero en los debates culturales que se dan en torno a las instituciones y las organizaciones de corte gremial. Cada año, cuando llega la Feria del Libro, se reactiva una discusión sobre estos temas que están en la base de la política cultural que se aplica desde hace décadas. Pero es que, en un país de limitados recursos, seguir apostando por la subvención y por miradas que se basen en el Estado pudiera ser peligroso si se traza como única salida o como horizonte unívoco. 

La literatura, en sus variables, no solo construye un panorama de libros que determina la producción espiritual de un pueblo, sino que constituye un discurso en el cual se basa la institucionalidad de cara a las líneas de erosión que son consustanciales a la globalidad del presente. O sea, no se puede renunciar a las identidades locales, ni mucho menos al sujeto nacional que se deriva de las muchas editoriales que por años dieron riendas sueltas a los autores y que son la base de una producción envidiable.  

Si en el periodo especial tuvimos que regirnos por un sistema de maquetación de libros más simple y se reutilizó papel de poca calidad para las publicaciones; ahora se está desaprovechando la posibilidad de lo virtual para hacer estallar la escasez y promover la lectura desde los dispositivos electrónicos. No hablo de matar el papel, sino de complementarlo y de no detener lo que somos porque se nos haya impuesto desde afuera un determinado silencio en cuanto a recursos financieros o de otra índole. 

Quizás el sujeto cubano nunca haya tenido una época de bonanza y estemos obviando que, en lo difícil, como decía Lezama, está lo estimulante. Me refiero a que el reto debería hacernos creer y crecer más en las instituciones, en lugar de apostar por un perfil bajo o por colocar lógicas de mercado como non plus ultra de las soluciones cuando nunca lo fueron. 

La feria debería ser un festival del libro en el cual se regalasen los volúmenes en medio de una muchedumbre extasiada. Al menos esa es la fantasía de los que amamos la vida cultural, que para nada está ligada a la noción de ganancia de mercado ni de otras aberraciones de corte neoliberal. Y es que, el peligro reside en que el país en sus problemas internos, en las escaseces que mantienen el territorio sin electricidad, se olvide de la esencia de un proceso identitario: su producción espiritual. ¿Podremos sobrevivir sin libros? Si solo pensamos en lo material, que nos hace tanta falta, pero obviamos que hay que construir un horizonte de valores, no nos irá nada bien.

Las editoriales han dado la batalla durante mucho tiempo y poseen resiliencia en su tarea de persistir a pesar de los golpes, de la ausencia y del silencio. No es este el momento de dejarlas a la deriva, sino de acompañar y de establecer estrategias a nivel de instituciones en las cuales se vertebre una producción determinada. Los libros tienen que salir a la luz ya sea en forma de E-books que puedan albergarse en el celular o con su formato tradicional. Pero el silencio es mil veces peor y su acumulación va juntando puntos en negativo para un país que no está hecho para callar. 

La dimensión de la actual feria será mucho más modesta que las de antaño y eso no es que esté mal, sino que debería ser razón suficiente para aprovechar cada resquicio. Si los recursos se optimizan y las presentaciones son las necesarias, seguirá llegando ese producto a la población y el impacto tendrá que resultar. De lo contrario, botaremos el dinero en eventos que no son edificantes y que nos colocan en una disyuntiva cuando les hacemos un cálculo frío.

Creo que redimensionar la feria hacia la noción de un festival en el cual comparezcan maneras de pensar diferente la literatura y que ello sea la oportunidad para que lo virtual ocupe su espacio; deberían ser prioridades, ya que nos interesa salvar lo que posee una esencia en el campo de las visiones culturales, lo que hoy constituye un terreno de crecimiento. 

Cuando pase la actual crisis y podamos volver a los libros como nos gustan, en papel, con tapa dura o con ediciones de lujo; tendríamos que mirar hacia regiones de la producción de nuestras editoriales y no hallar el vacío. Quizás porque en ello ha habido resiliencia en otras ocasiones y me gusta pensar en cómo los mambises hacían sus memorias o diarios o la manera en que Martí se endeudaba comprando hojas en blanco para que quedase constancia de una obra que estaba unida a la política preclara de la nacionalidad.

No solo hay que combatir el silencio, sino adueñarnos del silencio para dirigirlo hacia aquello en lo que puede ser útil. Necesitamos que la belleza de la poesía vuelva a ser de nuestra incumbencia, para restañar lo caído y edificar lo que nos interesa, lo que nos otorga vitalismo. 

 


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación


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