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domingo, 24 de noviembre de 2024

Érase una vez la Salsa: Yo, ¿el peor de todos? (I)

José Luis Cortés González había nacido para hacer algo grande con su vida y lo consiguió desde el mismo momento en que sus compañeros de estudios en la Escuela Nacional de Arte, la ENA, le comenzaron a llamar El Tosco...

en Cubarte 23/04/2024
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José Luis Cortés González
José Luis Cortés González había nacido para hacer algo grande con su vida y lo consiguió desde el mismo momento en que sus compañeros de estudios en la Escuela Nacional de Arte, la ENA, le comenzaron a llamar El Tosco.

Por: Emir García Meralla

José Luis Cortés González había nacido para hacer algo grande con su vida y lo consiguió desde el mismo momento en que sus compañeros de estudios en la Escuela Nacional de Arte, la ENA, le comenzaron a llamar El Tosco. Él era uno de los tantos alumnos que estudiaba música en la especialidad de flauta y según sus profesores “tenía un futuro promisorio en el complejo y competitivo mundo de la música clásica”.

En medio de las turbulencias sociales, contradicciones y prejuicios que rodearon los años fundacionales del mítico centro de estudios, El Tosco fue uno de los tantos convocados que no terminó sus estudios. Aun así, la vida le tenía preparado un destino distinto al de las predicciones académicas.

Su caso no sería el único. En situación similar –aunque con sus particularidades— estaban el trombonista Juan Pablo Torres, el trompetista Arturo Sandoval, el pianista/percusionista Emiliano Salvador y otros nombres –muchos desconocidos— que han dejado huellas en la cultura musical cubana.

Por esas extrañas coincidencias del destino se asocia al contrabajista Juan Formell y está en el selecto grupo de músicos que participa en la fundación de Los Van Van, para ese entonces ya su nombre era conocido en el ambiente del cabaret habanero y había participado en algunas grabaciones de esos años en los que comenzaba a dar fe de su calidad como intérprete de la flauta, sobre todo por la limpieza de su sonido.

Contaba en cierta ocasión que cada vez que le era posible trataba de imitar en “la flauta de sistemas” el sonido de la flauta de madera y tenía como patrón a Richard Egües, con quien estableció una fuerte amistad impulsada por su hermano el baterista Blas Egües quien le propuso a Formell que lo incluyera en la orquesta que estaba formando.

Contaba, igualmente, que en esos años de estudios descubrió el mundo del cabaret y quedó cautivado con el sonido de algunas orquestas, fundamentalmente la orquesta Riverside que trabajaba en el cabaret del hotel Habana Libre y que dirigía Enrique González Mántici.

El Tosco, por ese entonces, comenzaba a ser  conocido en el modesto ambiente jazzístico que había en la ciudad de La Habana y que tenía su centro en el, para ese entonces, languideciente Club Cubano de Jazz que a duras penas lograba sobrevivir gracias al esfuerzo de algunos de sus miembros que lograron hacerle un espacio en los jardines del restaurante 1830, al menos una tarde de domingo al mes.

Pero serán las descargas de los lunes por la noche en el Club Johnny´s Dreams su puerta de entrada total al jazz cubano contemporáneo.

Quien haya seguido la evolución y desarrollo del jazz en Cuba a lo largo del siglo XX entenderá que la flauta y los flautistas no formaban parte de su élite. La inmensa mayoría de ellos se destacaban en la música popular bailable –en las charangas fundamentalmente— y en las formaciones de corte sinfónico. Lo que no excluía que el sonido de muchos de ellos por momentos remitiera al jazz como es el caso de Richard, del viejo O´Farrill o del mismo José Antonio Fajardo. El jazz era una recurrencia en algunos momentos de los solos que ejecutaban el danzones o en el cha cha chá.

El punto de giro en el manejo del jazz en Cuba y su relación con la flauta llega de la mano de Paquito D´Rivera y junto a él la figura de Carlos Averhoff. En el trabajo de estos dos músicos se encuentran los primeros cimientos de un modo de jazzear desde la flauta en Cuba y en ese momento de ruptura y renovación está José Luis Cortés, El Tosco.

La propuesta musical de Formell, Los Van Van, desde el mismo instante de su fundación, tenía mayores vínculos emocionales y estilísticos con el rock y el pop anglosajón que con el mismo jazz; solo que esas formas musicales tenían su relación intrínseca con el jazz y serán “Blasito” Egües primero y posteriormente Changuito desde la batería, más El Tosco desde la flauta, quienes introducirán en la orquesta los elementos propios del jazz en las composiciones de Formell; aunque en honor a la verdad histórica, Formell combinaba el trabajo de dos flautistas para dar matices a su trabajo, al menos en los primeros diez años de la orquesta.

La dupla Orlando Canto/José Luis Cortés o lo que es lo mismo, yuxtaponer flauta de madera a flauta de sistema fue determinante en muchos de los éxitos de esa primera etapa de la orquesta y como elemento experimental fue determinante en la carrera posterior de El Tosco.

Solo que hasta ese entonces él era un flautista, aún no se había aventurado a dar riendas sueltas a esas potencialidades musicales que había venido acumulando por años hasta que decide proponerle a Formell “hacer un disco distinto de la orquesta”.

Corría el año 1976 y Los Van Van regresaban a los estudios de la EGREM a grabar el que sería su quinto disco. Para ese entonces la orquesta había sufrido sus primeras bajas significativas: la salida de El Lele que era su cantante principal, que había sido sustituido por el rumbero Armandito Cuervo que a su vez es llamado por Chucho para formar parte de Irakere. A Formell solo le queda como cantante principal de la orquesta Pedro Calvo, quien antes había pertenecido a la orquesta Ritmo Oriental.

A pesar de los temas que ha compuesto para disco, Formell decide aceptar las propuestas musicales de José Luis Cortés de hacer un disco más enfocado en “lo novedoso”. Resultado el disco Van Van del año 1976 –posiblemente—la única producción de la orquesta más experimental y enfocada en el jazz, con un  predominio del sonido de la flauta (la de El Tosco) y en el que se anuncian determinados presupuestos musicales a los que habrá de recurrir Formell en los años noventa.

Premeditadamente José Luis Cortés se presentaba al mundo de la música popular cubana y del jazz anunciando su talento y hasta dónde podía llegar si contaba con todas las herramientas necesarias. Solo que no contó con el hecho de que Chucho Valdés había tomado nota de su talento musical y de su capacidad para conectar con el público en el mundo de la música popular bailable. Las noches del Johnny´s Dreams comenzaban a rendir sus frutos en lo profesional.

Irakere sería la siguiente parada en su carrera y vida personal. Todavía era José Luis Cortés y no El Tosco. Aquel niño del barrio del Condado –barrio popular de la ciudad de Santa Clara— comenzaba a transitar camino a la historia de la música cubana del siglo en que vivía.


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