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lunes, 18 de noviembre de 2024

“El de la gorrita soy yo”

Martí come junto a todos, el indio que hace una fiesta con los caracoles de la orilla, la mujer con pañuelo en la cabeza; el africano que resume todos los rostros, y aprieta contra el pecho, ¿La patria o la piedad?...

Julio Cesar Sánchez Guerra en Exclusivo 30/09/2024
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Martí
A Martí parece que nunca terminamos de descubrirlo como nos advertía Lezama.

La imagen de José Martí, atraviesa el sueño de Cuba con sus poetas, cantores, pintores, hasta los niños, que armados con un poderoso arcoíris nos revelan el alma de los colores entrando por la casa de Martí. Pero a Martí parece que nunca terminamos de descubrirlo como nos advertía Lezama.

Abelardo Echevarría  es un artista de la plástica, pinero y miembro de la Uneac… Sobresale en su obra un grabado que lleva por título: “El de la gorrita soy yo”

En la obra, Martí participa de una comida; le acompaña un indio con su cabeza llena de plumas, una mujer, un figura africana sostiene un paño contra el pecho, acaso una bandera, un símbolo valioso, un niño, con una gorra y la cabeza inclinada con timidez, está a la diestra de Martí, que sostiene un tenedor y la cabeza ligeramente apoyada en el mentón como si pensara mucho.

Detrás hay una estrella cuyas puntas rodean su cabeza y se convierte en una corona de espinas. Un perro, que no parece tener hambre, saca la lengua y observa la escena con ironía estableciendo un balance que aligera el drama.

La comida es un mazo de cables duros; imagen que nos recuerda la taza de ceniza en uno de sus poemas. La casa parece una jungla, un rancho sin techo, detrás de la puerta hay una cruz. La mesa y las sillas son esas mismas que se juntan en la esquina para un juego de dominó…

¿Cuántas preguntas nos deja en las manos una obra de arte?... Esta vez no estamos ante la última cena sino en otro acto amoroso de comunión:

Martí come junto a todos, el indio que hace una fiesta con los caracoles de la orilla, la mujer con pañuelo en la cabeza; el africano que resume todos los rostros, y aprieta contra el pecho, ¿La patria o la piedad?

Esta obra conmovedora y útil, parece repetirnos de otro modo la sentencia de Varela: No hay patria sin virtud ni virtud con impiedad.

“El de la gorrita soy yo”, sí pero, ¿quién es el de la gorrita? ¿El autor de la obra? ¿El espectador que se asoma y participa de la comida como un invitado más? ¿O es el propio Martí que de algún modo nos dice soy un niño que vive en el alma de otro niño?

Es una obra plena de sugerencias, su lectura va más allá de una comida compartida; hay una puerta abierta a la humildad, a la poderosa elección de compartir el pan duro de la comida ganada con tantos sudores y sobresaltos.

Hay una apelación a la sencillez que sea capaz de juntar las manos, de no creernos superiores a los demás. Ni los bolsillos llenos de dinero ni la pobreza proporcionan felicidad; para Martí la felicidad personal está ligada a los demás, por eso “el que come solo es un ladrón”, y no permite que en una comida se burlen de alguien que ha confundido el agua con limón para lavarse los dedos con una limonada.

“El de la gorrita soy yo”, es eso, una invitación a no olvidarnos de la palabra compañero, a recordar que cuando alguien llega, más allá de toda precariedad, se aprieta la mesa y se pone otro tenedor, es un modo de que Martí esté ahí, en el alma de los cubanos, para no perder esa rarísima alegría de ser todos a la vez.


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Julio Cesar Sánchez Guerra

Pinero de corazón. Pilonero de nacimiento. Cubano 100 por ciento. También vengo de todas partes y hacia todas partes voy. Practicante ferviente de la fe martiana. Apasionado por la historia, la filosofía y la poesía.


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