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lunes, 25 de noviembre de 2024

Raras ocasiones en las que me siento a observar (+Video)

The Voyeurs es una película que explora la obsesión desde la perspectiva del acoso, no tanto en busca del placer en sí, sino desde la forma del comportamiento que delega en ese placer como parte de su construcción en la mente humana, que gira argumentalmente en una penalidad dentro de un baile extraño orquestado por el director...

Daryel Hernández Vázquez
en Exclusivo 30/11/2021
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Fotograma de la película The Voyeurs 1
The Voyeurs es una película de Michael Mohan, estrenada este 2021

Recuerdo que mi mamá, cuando era joven, me decía que los ojos no estaban hechos para mirar sino para observar. Hoy creo que se refería al hecho de darle alguna extraña profundidad y análisis a las cosas. No siempre funciona. Por ejemplo, me he obligado a observar la película The Voyeurs (Los voyeristas, 2021), y no es que sea una mala película apuntando al suplicio, por el contrario, goza de una frescura peculiar. Tiene un grado de originalidad dentro de un tema trillado en diferentes formas y manifestaciones (unas mejor expresadas que otras). Aunque, el filme se harta de confianza, y como se sabe, en la confianza está el peligro.

También, quise seleccionar ese comienzo con la expresión sobre los ojos, no por mero gusto, sino porque es un órgano especial para la composición y desarrollo de este argumento cinematográfico. Aunque, el hecho de que se emplee la escena (multi)gastada e (híper)utilizada que casi la convierte en un clásico elemental del cine que capta el iris de los ojos para darnos a entender, no solo el gran universo que nos perdemos dentro de nosotros mismos como las ventanas del alma, sino que además, funciona para comprender la gran química que poseen los protagonistas que nos encandila (aquí, los sexos opuestos de cada pareja protagónica). En mi caso, no tan favorable debido a que se me hace predecible.

Esta historia sucede entre los edificios especialmente amueblados de New York. Como es habitual en muchos filmes de culto a la relación de pareja (algo bizarra en esta cinta), la ciudad que nunca duerme también es el ambiente que circula esta trama. Me imagino que el insomnio que tienen sus pobladores inciten a ficciones de este tipo y muchas otras de las que hemos sido testigos.

En esta ocasión, una pareja, Pippa (Sydney Sweeney) y Thomas (Justice Smith), se muda a un apartamento en los altos de la ciudad, quienes serían los que comparten el protagónico. Allí en pos de hacer su vida un poco más interesante descubren que sus vecinos, Seb (Ben Hardy) y Julia (Natasha Liu), de al frente no usan cortinas, lo que les da paso a observar la vida alocada que llevan: sexo, intrigas e infidelidad.

Al principio algo tímidos y llevados por la curiosidad, ya después raptados por el vicio y la atracción. - Todo lo que conlleva placer tiene sus dosis de adicción hasta que se vuelve enfermizo -, traspasando los límites de la obsesión. Es de los principios instintivos de la mente humana y el organismo.

No deja de maravillarme todo el trabajo que se toman para acosar al vecino, si los muchachos de Malena (2000) tuvieran esa tecnología hicieran maravillas, bueno, no tanto para la misma Malena. La cosa radica en que yo no me acabo de adaptar a los componentes tecnológicos dentro del argumento romántico – exasperado donde interviene más el alma que el método. Un estado de conservación que no me abandona. Pero sí, instalan diversos artefactos para tener una calidad óptima de la vida de sus vecinos. Esto genera en ellos una apertura mental - cognitiva, un cambio hacia su visión de la libertad sexual, una prueba a sus valores y a su capacidad de asimilación. Hasta aquí todo bien.

El estilo de filmación atemperado por líneas del cine romántico nos recreaba una interesante historia en un principio. Aunque, poco después los constantes y empecinados giros nos den a notar la inmensa similitud que comparte técnica y argumentalmente con las “cosas” de After (2019). Pobre y detestable. La aparente necesidad de dificultar la meta con problemas banales cuando ya la trama principal se nos hace interesante desde un primer momento.

Esto generado con una fotografía de la mano de Elisha Christian (Everything Sucks!, The Night House) que no concuerda con lo que se expresa. Los ángulos que se destacan por la capción de la sensualidad de la mujer son fecundos. Fungen como parte de la imagen inmediata, no tanto por la manera de enfocar una torsión enferma de la misma trama. Colaboran con la cosificación que deben tener los cuerpos tal cual medio de disfrute y ansia de placer, empero, con esta forma de filmar tan bella, hermosa y perfectamente delineada, todo parece una sinuosa excusa dentro de las formas del autodescubrimiento personal de la protagonista (una mala coordinación entre la técnica y el argumento principal).

No creo que se trate de demostrar una sensibilidad corporal, que la cámara arme los cuerpos en el ejercicio de amar, y ese soy yo justificando lo injustificable. Creándonos así, y con tal de concretar esta obra, una Hidra autodestructiva sin un supuesto final definitivo. Una película con tintes a cine de televisión americana con intensas malas actuaciones, amén de que no represente mucho “the american way of life”.

No obstante, The Voyeurs, nos revela la dicotomía entre el buen obrar y la insufrible pena por los malos actos. Y la acuciante culpabilidad que se desvela debido a las consecuencias y la necesidad de hallar refugio en donde no se debería. Esto, junto al vicio inminente de mantenerse al tanto por la vida de sus vecinos hizo que Pippa comenzara a dudar de sus acciones mientras más se enganchaba de su vecino, lo que se sobreentiende que trajo malos hábitos y malos procederes.

Una atracción fatal. Por supuesto, su atracción tenía que estar coligada a la personalidad y estilo de Seb. Una personalidad tan atrayente y dominante que nadie se le puede alejar. Reboza en confianza, aunque su intriga muy particular - y sobreactuada - no permite que su forma de ser sea develada del todo. Un típico dandi, conquistador excéntrico que práctica la fotografía como deporte salvaje dentro del medio de seducción.

Una fuerza brutal de lujuria y desenfreno al cual no sabemos por qué se comporta así. ¿Cómo la tímida chica bonita no se va a encantar? Se siente atraída, pero tiene obstáculos a los que responder, como su novio quien le reclama la sobreposición de la otra pareja por encima de la suya propia (no entiende que está enganchada a su nueva experiencia enfermiza, la pizarra de su apartamento no lo podía decir más claro), sus principios que son tan mancillables como ella misma obviando lo que está políticamente correcto o no, y Julia. También cuenta la inseguridad que el mismo decursar en el largometraje le impone por medio de la autoestima baja junto a la figura de un “macho alfa” que utiliza la manipulación con el pretexto de amar.

La complejidad del ser humano obra así. El deseo aparentado a una causa por saciar nuestros sentidos toma toda nuestra persona y, al igual, que la felicidad o la euforia, trastoca nuestro alrededor (sin contar con las hazañas que crea nuestro subconsciente sin darnos cuenta). Es capaz de crear paralelismo de nuestra realidad. Transformaciones de la percepción que quizás nos confundan o nos hagan ver cosas donde no las hay. Viéndonos en tristes repercusiones de nuestros actos o engrandecimientos de la “otra” persona por encima de sus defectos o, incluso, sus virtudes. Así funciona la mente humana con respecto a los sentimientos. Aunque, ese es este humilde cinéfilo divagando, ya que supuestamente la película no va de esto.

Pero, para no demeritarla del todo y declarar firmemente de que el guion es perezoso y el argumento es torpe, esta utiliza varias simbologías que son interesantes, según la concepción que “desea” darle. Los ya dichos paralelismos se ven a las claras, cuando la pareja está bien, su alrededor está en óptimas condiciones, de no estarlo, se nos devela como espectadores una analogía de que el mundo se desmorona igual, que todas las debilidades del ser humano resaltan al aire y discuten entre ellas. Así lo demuestran el resto de los apartamentos que tienen un pequeño cameo en la cinta, solo en estos diminutos momentos en que, o todo está bien o todo está mal.

Mi mamá también me dijo una vez que no me metiera en lo que no me importara. Hay temas que a uno no le incumben, mas, metemos la cuchareta, no por un alto estigma conceptual hacia el bien común y la fidelidad, en el caso particular de la película. Esta vez Pippa prefirió intervenir por la absoluta necesidad de sobregirar la trama, cosa que se ve a las claras, es transparente. Cosa que sucede varias veces aquí y empaña el argumento despreciablemente.

Existe un por qué, no lo sé, aquí hay muchas cosas que no concuerdan bien. El director Michael Mohan (Save the Date, This how you die, Pink Grapefruit), no tiene consideración por este ejercicio, lo aborrecen de sobremanera desde su creación, desde que nació como idea para escribir, al parecer. ¿Será por la precariedad del cine dentro de la comercialidad que poseen estos temas? El punto de quiebre está dado por la traición, lo que desencadena un intento de perfecta venganza (en los últimos diez minutos de cinta que absorben todo el concepto de inesperado final. En este lapso de tiempo sucede un mundo fugaz que escapa al alcance de la imaginación. Es inconcebible). Inmaduro, ridículo y fuera de tono.

 De temas entonces, no mucho, no sé si es un caso de voyerismo improvisado, un amor imposible, una innecesaria venganza, un perfecto plan antagónico, un pobre policiaco, un terror psicológico, o un aburrido texto generado en los tiempos libres, estrenado en la gran pantalla bajo desconocidas razones como sinónimo de thriller erótico (solo porque muestra algunos desnudos frontales). “Cuanta libertad de expresión en este todo por uno”, está de más decir que el que mucho abarca poco aprieta.

Me considero el último hombre en pie después de este maratón de dos horas de metralla cinematográfica. No es un título que me enorgullece (por el contrario, mi madre me reprendiera), pero casi soy un “gonzo” sin alcohol. Y esta crítica como mala decisión asumida, será considerada un logro interrumpido.


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Daryel Hernández Vázquez

Licenciado en Ciencias de la Información en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Cinéfilo y editor. Aspirante prematuro a director de cine. Novelista, poeta y loco.


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