Los pájaros tirándole a la escopeta es una comedia de Rolando Díaz de los años ochenta. No conozco a un cubano que no la haya visto y nunca he hablado con nadie que no la recuerde con nostalgia. Mis padres me avisaron que la estaban poniendo entre las películas del verano y me pidieron que escribiera algo sobre ella en Ojos que miran.
Voy a empezar un poquitín intelectual este texto. Puedo decirles que la primera escena de esta cinta, por cierto, ópera prima, se me antoja una declaración de principios. El personaje de Albertico Pujol escucha Radio Reloj e inserta a la película en lo que será un leiv motiv reiterado dentro de su obra audiovisual –entre la que se encuentran Tres y dos (1985) y La vida en rosa (1989)-: mostrar la Cuba del momento.
Díaz parece querer desentrañar cuáles son los resortes que mueven a la sociedad de la época. Los pájaros tirándole a la escopeta explora tanto el conflicto intergeneracional como la arquitectura, la música, las relaciones de género: ¿Recuerdan cuando Albertico Pujol le dice a Beatriz Valdés “Yo soy un hombre”, justificando con ello su actitud machista, y ella responde, “Chico, ustedes nada más que saben decir eso”?
Incluso puede ser que la obstinación sin precedentes del personaje de Pujol sea tan solo para continuar la cadena de denuncia social recurrente sobre el choque de género que solía evidenciar el cine cubano de esas décadas, como lo atestiguan Retrato de Teresa ola Lucía, de Humberto Solás. Desde principios de la Revolución el cine del ICAIC tenía preocupación por el papel de la mujer. En este sentido Los pájaros tirándole a la escopeta mantiene una continuación explícita con su época.
Como en otras décadas, habrá en el cine cubano preocupación por la identidad sexual –en un diapasón que abrió Fresa y Chocolate y continúa hasta nuestros días- Los pájaros tirándole a la escopeta se inserta en el tiempo de la preocupación social por los roles de género en el país.
Aquí quiero cerrar el paréntesis intelectual para ponerme tan nostálgica como la edad me lo permite. Consuelito Vidal se me antoja parte de la identidad del cubano de los años ochenta. Esta película atestigua la empatía que generaba. Además, hace otras maravillas. Demuestra, por ejemplo, que hubo una época en que Albertico Pujol no tenía barriga (y se parecía a Elpidio Valdés ¿o son ideas mías?). Y nos recuerda a esos tiempos en que Reinaldo Miravalles aún tenía juventud, y estaba vivo, coño ¡vivo!
Yo no había nacido en el año 1984, que fue cuando se hizo esta cinta. Pero Pedrito Calvo ya era una estrella de la música cubana. Y Beatriz Valdés ya era una mujer bellísima. Y las calles de La Habana estaban mucho más limpias que ahora. Cuba vivía un momento convulso y aun así tenía su magia.
Una magia que pasaba por una concepción de la masa trabajadora que incluía un optimismo idílico; donde todo el mundo era autocritico; donde había sonrisas, bailes de casino y recetas de pollos a la barbacoa; donde las abuelas aún ensayaban métodos folclóricos para saber el sexo de un bebé; donde había miles de pájaros sobrevolando La Habana. Y, tiempo para mirarlos.
Las décadas que han pasado nos salvan de ver ese tiempo como perfecto. Ni las reuniones de votos unánimes resultaron ser el dechado de virtudes que parecían, ni estamos siempre los cubanos bailando casino. Pero, así y todo, si miramos Los pájaros tirándole a la escopeta sentiremos nostalgia. Todo tiempo pasado es mejor, dice el refrán. En los ochenta mis padres eran jóvenes y estaban enamorados. Me hubiera gustado conocerlos en esa época. Parecía una buena época para enamorarse. Al menos la música y el cine del momento se sienten muy legítimos.
vangelys
28/8/16 10:56
hla......termina esta semana el ciclo de cine de terror en el cine 23 y 12 en el vedado.....con el clasico ¨Viernes 13¨ el martes.......saludos----
vangelys
25/8/16 0:34
Es una peli que siempre se disfruta.....y seguro que trae nostalgias de una epoca de Oro en cuba.....ya de ¨enamorarse¨ es debatible.....
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