La canción

Cinta donde se explica cómo es la lujuria un pecado que acaba la virginal felicidad con la que un hombre, un hijo de Dios, debe vivir en la tierra. Donde hay mucho espacio para la moralidad, pero ninguno para el ocio y las diversiones.

Es, resumiendo, un filme que parece hecho por un pastor evangelista con el fin de ejemplificar su sermón dominical: lleno de mensajes bíblicos sobre la castidad, la honradez de vida, la lealtad, la fidelidad, el amor a la familia, a la naturaleza que Dios con su poder sobrenatural nos ha dado…

Un hombre (Alan Powell) que es “hijo del pecado" (fue concebido en relaciones extramatrimoniales del padre) se propone serle para siempre fiel a su esposa. Ella (Ali Faulkner) es tan inocente y pura como lo fue alguna vez Eva en el paraíso. Y él está preparado para sentar cabeza y tener múltiples hijos que pueblen la tierra del Señor.

Resulta que Alan Powell es cantautor. Le dedica a su esposa una canción -titulada La canción, hay que ver cuánta originalidad hay en el nombre, ¿eh?- que se vuelve un éxito universal y su carrera en la música se dispara. Comienza a dar giras por todo el mundo. Agotado, su vida comienza a transcurrir entre mujeres desnudas y tatuadas, drogas y mucha gritería de sus fans. Pero son las mujeres la manzana en su Edén. Y él la muerde.

La mujer es vista una vez más como el mal que hace que el hombre cometa pecado. Una rockera que toca violín junto a él en sus giras lo induce a ser infiel y a probar drogas. Y él, pobrecito mortal entre tantas tentaciones, peca.

Usa el nombre de Dios en vano. Miente, roba, traiciona, desea a la mujer del prójimo más próximo. En fin. Se convierte en ser humano. Menos mal, porque el personaje de la película de Richard Ramsey estaba a una barba de dos días de la encarnación de Jesucristo en el siglo XXI.

Es, pese a lo soso de su mensaje, una película correctamente realizada. No hay el mas mínimo talento de autor ni ningún personaje se luce en su performance, pero es agradable ver cuán exacta sale cada escena de la cinta. Al César lo que es del César. Hasta el más insípido director norteamericano tiene nociones loables de cómo hacer un filme.

Es su realización y su música lo que puede hacer que visionar a La canción -The song es su título original- no sea una completa angustia. Si fuera solo por los sermones no habría quien pudiera aguantarla.

Los diálogos de la cinta, escritos como si Jesucristo hablara consigo mismo, parecen menospreciar la inteligencia del espectador. Mastican tanto cada conclusión del personaje, minimizan tanto la capacidad y el derecho de pensar de cada individuo, que uno termina preguntándose si la película ofrece también, confundida en su proselitismo, la misma capacidad de redención que ofrece la religión cristiana.

Sientas lo que sientas, pienses lo que pienses, es la tesis de La canción, ya sabes que siempre puedes arrepentirte del pecado y serás bendecido con “El perdón”. Volverás entonces al rebaño de ovejas... de donde nunca debiste haber salido.