La amante doble

Nadie como François Ozon para retratar la esquizofrenia y las nebulosas de la mente de gente aparentemente muy sana.

No es que esté catalogando de perverso el hecho de acostarse con dos mujeres a la vez. Para nada. Además, ese es otro tema, para nada el de la cinta. Lo perverso es —¿a que sí?— que una de las mujeres que están en nuestra cama sea la gemela que nos “comimos” en el vientre de nuestra madre antes de nacer.

Habría que hablar de biología. Se estima que el dos por ciento de los embarazos en el mundo son gemelares. Pero muchos no terminan en el alumbramiento. Es común que, por diversas razones, uno de los gemelos no se desarrolle. El caso que trata esta película es uno llamado "Síndrome del gemelo evanescente". Resulta que un 15 por ciento de los embarazos de un solo bebé fueron inicialmente embarazos multifetales, pero durante el proceso de crecimiento del bebé ocurrió una reabsorción parcial o total del feto.

En La amante doble (2017), una mujer joven y hermosa —la actriz Marine Vacth tiene una belleza magnética; ya Ozon la había descubierto en Joven y bonita, (2016)— que recuerda muchísimo en cuanto a fragilidad a Mia Farrow en La semilla del Diablo (Polanski, 1968), nos conduce por los vericuetos de una historia donde reina la androginia.

Ella, que padece de inexplicables dolores en el vientre, acude al psicólogo pensando que quizás la causa de su mal está en su mente. Pero se enamora de su doctor y comienzan a vivir juntos. Al poco tiempo descubre que su novio tiene un hermano gemelo, también psicólogo y se siente atraída por conocerlo. Cuando lo hace, termina teniendo sexo con él... y descubre su lado violento.

Como casi siempre, Ozon mezcla fantasía con realidad. Aunque narradas con estilo, las trampas del guión de La amante doble pueden dejar un poco confundido al espectador. No obstante, el hilo de Ariadna de la película es la belleza de Vacth: su sofisticada textura pone orden a todo desparrame psicológico y onanismo mental de la cinta.