Como suele suceder en la competición que reúne a lo mejor del fútbol europeo a nivel de clubes, la primera jornada de la fase clasificatoria de la UEFA Champions League abrió sus puertas con resultados y acontecimientos más que interesantes. Partidos como el Liverpool/ París Saint Germain o Inter de Milán/ Tottenham mostraron, una vez más, el porqué de las tan mencionadas noches mágicas.
Sin embargo, mientras los principales medios deportivos dedicaron sus portadas a los electrizantes resultados, a la expulsión de Cristiano Ronaldo o al hat-trick de Lionel Messi, muchos “olvidaron” el cumplimiento de un récord que, más allá de cualquier número o estadística, habla sobre el compromiso y la dedicación. Con el encuentro del pasado martes frente al Sckalke04, Iker Casillas se convirtió en el primer futbolista en disputar 20 ediciones de Champions.
Para los amantes empedernidos de este extraordinario deporte y para quienes alguna vez soñaron jugar rodeados de miles de espectadores resulta doloroso ver que hasta en el fútbol llega y se va “el momento de fama”. De ser aclamado hasta con la vida, Casillas ha pasado a engrosar las memorias de algún aficionado nostálgico, aunque aún no cuelga los guantes.
Recuerdo la primera vez que lo vi, recuerdo que me sorprendió su porte de chiquillo y su ancho uniforme que lo hacía lucir todavía más pequeño. Con cara de susto daba pequeños paseos entre un poste y otro. Señalaba con el dedo, aplaudía, intentaba gritar para dar ánimos, todo lo que se espera de un portero medianamente instruido en el oficio.
Casillas es el jugador más joven convocado para un partido de Champions. (Foto:realmadrid.com).
No obstante, un aura diferente rodeaba a este muchacho, algo que hasta el más escéptico podía descubrir. ¿Confianza?, ¿ingenuidad? Solo lo entendí cuando a través de la lluviosa señal del televisor aprecié su habilidad en llegar a las esquinas más insospechadas de la portería para atajar lo que hubiese sido un auténtico golazo.
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Como a tantos otros, el encanto de una cancha y un balón atrapó desde muy pequeño a Iker Casillas. A diferencia de sus amigos, le sentaba mucho mejor frustrar las ocasiones de gol del equipo contrario que gambetear o tirar a puerta. Apoyado por su padre, con tan solo 8 años realizó las pruebas para ingresar al Real Madrid, club que se convirtió por largo tiempo en su hogar.
De a poco fue desarrollando sus habilidades y creciendo como guardameta. Quizás, entre sus primeras actuaciones dignas de destacar se encuentre el partido final por el Campeonato del Mundo sub 15, celebrado en Bolivia en 1996.
Tras haberse “fajado” bajo los tres palos, un emocionado reportero lo tentaba a hablar:
—Casillas estuvo a gran altura, fue el mejor de la cancha…
—No, yo no creo que sea el mejor. Somos un conjunto de once tíos que estamos en el campo dejándonos el alma y la piel. Si yo a mi equipo le puedo dar algo que sé hacer, mejor —ripostó un todavía agitado Iker sin permitirle terminar la pregunta al periodista.
Si tuviéramos que definir cuál es la palabra que describe su carrera deportiva, para muchos, ese vocablo sería “suerte”. Pues, en definitiva, fue lo que necesitó para que con apenas 16 años se incorporara a la convocatoria del primer equipo del Madrid para un encuentro europeo o para que, poco tiempo después, deviniera primera opción en la portería de la histórica selección española.
Desde su debut como arquero titular del conjunto madridista aquel 12 de septiembre de 1999 en el mítico estadio de San Mamés frente al Atlethic de Bilbao, Casillas asumió la corajuda misión de guiar, nada más y nada menos, a jugadores como Fernando Hierro, Raúl González, David Beckham, Ruud van Nistelrooy o Cristiano Ronaldo, por solo citar a algunos.
Partido tras partido, temporada tras temporada, la afición, esa misma que le reventara los oídos a chiflidos en sus últimos años como portero blanco, veía en Casillas una pieza clave, no solo para la imagen de la entidad merengue, sino también en la obtención de títulos locales y foráneos, los cuales levantó una y otra vez.
Con el Real Madrid, Iker conquistó tres campeonatos europeos. (Foto:Getty Images).
Así, fue surgiendo el mito, el jugador leyenda, el “Santo de Móstoles”, el hombre que con tocar el travesaño al inicio de cada partido hacía un pacto con los maderos. El ecuánime, el serio, el capitán… el amigo.
No menos dulce fue su paso por “La Roja”, junto a la generación de futbolistas más grande de España de todos los tiempos, “San Iker” hizo época al ganar dos campeonatos europeos de manera consecutiva (2008 y 2012) y conquistar la Copa del Mundo en Sudáfrica 2010.
Con la camiseta del conjunto nacional protagonizó paradones que marcaron un antes y un después para un país necesitado de saberse el mejor en lo que casi considera una religión. Su actuación en tanda de penales frente a Italia en la Euro de 2008 o su mano a mano con Arjen Robben en la final de la cita mundialista, de seguro, marcó a más de uno.
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Iker ya no viste los colores de España y mucho menos protege el arco merengue. Tras un angustioso periodo de confrontaciones, calumnias y, sobre todo, muchos silbidos de la afición, el nacido en Móstoles decidió abandonar el club de toda su vida para dirigirse a Portugal, al FC Oporto.
Hoy, desde la distancia y con el paso de algunos años, pudiéramos preguntarnos si realmente se merecía salir por la puerta de atrás quien se dedicó por entero a la defensa de un solo escudo.
Ya no es portada en las revistas deportivas. Su nombre, con razón o no, ha desaparecido de la lista de los mejores guardametas del momento. Y aunque continúa conquistando títulos y corazones con sus estiradas, ya no es digno de elogios por no jugar en una liga “grande”.
Desde su llegada en 2015, Casillas es un referente enel once del FC Oporto. (Foto: Getty Images).
Por eso, no pocos obviaron el “detalle” de conmemorar 20 años jugando en la competición a nivel de clubes más importante de Europa. Dos décadas de triunfos, sacrificios, sufrimientos y momentos inolvidables. Dos décadas haciendo historia.
Yo solo espero que, cuando definitivamente decida terminar su carrera deportiva, no olvidemos hablar de él como lo que es: el mejor portero de la historia del fútbol español, el elegido por los dioses… “el santo”.
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