Adiós a la Pantera

La pantera negra, la perla de Mozambique, el noveno mejor jugador del siglo XX según la FIFA, o como prefiera llamarle usted a Eusebio, decidió marcharse en vísperas del Día de reyes. No quiso esperar la llegada de estos señores, para rey mago él con sus goles y su estatua en las afueras del Estádio da Luz en Lisboa.

Nacer en la actual Mozambique, en aquel momento colonia de Portugal, le facilitó su vínculo con el fútbol de primer nivel y jugar con una selección nacional y lo hizo como si fuese suya. Consiguió el primer boleto de Portugal para una fase final de Copa del Mundo, con destino a Inglaterra 1966. Un grupo complicado como para no pasar de ronda: Brasil (defensor de los dos títulos anteriores), Hungría y Bulgaria. Portugal ganó los tres encuentros, incluyendo el de Brasil, con doblete de Eusebio; fue un partido polémico, pero no así los goles del africano. Uno de ellos, de volea, está en algunas de las selecciones de los mejores.

Sus celebraciones solían ser con los brazos en alto, como si buscase la gloria o agradeciese a Dios,  o tal vez solo era su manera sencilla de disfrutar los goles, de mostrar su felicidad por haber triunfado en un deporte europeo, siendo él un africano que encontró su salvación y la de su familia en el fútbol.

En cuartos de final, a los veinticinco minutos de juego, la también debutante Corea del Norte ganaba tres goles por cero. Los sesenta y cinco minutos restantes debieron ser un papeleo, pero Eusebio les borró la sonrisa del rostro a los asiáticos. Uno, dos, tres, cuatro. A los sesenta, ya había dado vuelta al marcador. De Maputo al Goodison Park para hacer historia, para dejar claro cuál era el mejor debutante. “Ese fue el mejor partido de mi vida con la camiseta de Portugal. Me marcó para siempre”.

En semifinales se encontraron con la anfitriona. Ahí sí terminó el sueño dorado. Bobby Charlton le hizo dos muescas al marcador, y el zarpazo desde los once pasos de Eusebio no sirvió de nada. Inglaterra iba a la final y los lusos a por el premio de consolación. La pantera negra salió llorando de la cancha; quizás no fuese portugués, pero los colores de la selección los llevaba en la sangre. Como mínimo, es ser agradecido, pero la verdad, eso tiene otro nombre: pasión.

No obstante, en el partido por el tercer puesto, batió desde los once pasos al mejor portero de la historia. Lev Yashin no pudo evitar la derrota de la U.R.S.S. y a la postre, Eusebio terminó como máximo goleador del torneo: nueve anotaciones en seis encuentros. Fue el único mundial donde participó.

Pero su carrera no se resume en una Copa del Mundo. Jugó quince años en el Benfica y dejó unos números de horror. 317 goles en 301 juegos. Y después nos asombramos de Messi y Cristiano. Se retiró con una media de 0.92 anotaciones por encuentro.  Acumuló once ligas, cinco copas y una Champions en el club de sus amores. Fue Balón de Oro en 1965 y Bota de Oro Europeo en 1966 y 1973.

Los números no definen a un monstruo como este. Buscar una o dos o tres características para elaborar un perfil de su estilo de juego es imposible. Excelente cobrador de penales (solo falló cinco en su carrera). Espectaculares cobros de tiros libres; ¿los querías con potencia? Eusebio. ¿Precisos y ajustados? Eusebio. ¿Con una comba imposible? Eusebio. En la gambeta corta era insuperable, y si te enfrentabas a él después de haber iniciado una carrerilla, o le hacías falta o le dejabas pasar. Cuando entraba al área y se perfilaba hacia su derecha, el disparo cruzado, con previo aviso, era gol cantado. Desde el borde del área se sacaba unos latigazos imposibles para los guardametas. Buen rematador de cabeza. La verdad, era mejor no enfrentarse a él.

Era humano, y en su carrera hay lunares. Perdió tres finales de Champions, pero la que ganó, lo hizo ante el Real Madrid. Cuando el juego estaba 3-3, Eusebio marcó dos goles para distanciarse y asegurar la victoria. En una ocasión, en referencia a su puesto en la lista de los diez mejores jugadores del mundo, dijo “solo hay dos negros en la lista, Pelé y yo”. Daba igual su color, si  fuese verde o anaranjado, el negro no podía quedarse fuera. Liderar una selección nacional y un club de renombre no es cosa fácil, solo miremos a Messi y Cristiano.