Mucho se habla y comenta sobre el envejecimiento de la población cubana para los próximos años. La baja natalidad traerá consigo mayor circulación de sillones de ruedas y bastones por nuestras ciudades plagadas de barreras arquitectónicas.
No es para nada una burla esto. Aunque tengo la percepción de que miramos la vejez con distancia, cada vez tenemos la suerte de acercarnos más a ella y entenderla un poco mejor.
Mi padre jubilado y viudo, a pesar de encontrar en el estudio del inglés uno de los mejores entretenimientos, se aburre en la casa.
No bastan los mandados, pues hace años contratamos los servicios de un “mensajero”, que es un vecino contratado para comprar y torear los productos que llegan a la bodega y hacerlos llegar a casa.
Ante la disyuntiva lo embullamos a practicar deportes y como él siempre tiene un respuesta para todo, nos dijo que si los abdominales que hace encima de la cama nos son suficientes… Ahora se alista para practicar TAI CHI, pues independientemente de los favores saludables, el intercambio con otros ancianos, su socialización es fundamental.
Ya me imagino yo, dentro de 20 años en lo mismo, o quizás para entonces se inventó otra variante más masiva dada la cantidad de ancianos que poblaremos la isla.
No me imagino tal realidad. Si los cajeros automáticos están tan llenos los días de pago a jubilados, cómo será para entonces.
Ya mi viejo ha mejorado bastante, ya tiene hasta su uniforme de TAI CHI, pero no pierde la sana costumbre de al regreso, hacer su recorrido por algunos puestos de comercio y hacer algunos mandados.
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