Las alertas en lugares públicos para aumentar el aseo y por ende los niveles de salud han aumentado como nunca. Carteles, spot de televisión, pancartas, y otros medios nos recuerdan la importancia de la higiene para evitar cualquier tipo de enfermedad. Una amiga reflexionaba sobre lo que encontró en el baño público o servicio sanitario de una recurrida cafetería habanera: "Lávese las manos con frecuencia", gritaba el cartel. Lo increíble es que hasta jabón había en el lavamanos para hacer objetiva la sugerencia, pero nada donde secarse las manos.
Ya sé que los más pesimistas me dirán que estoy exigiendo mucho, pero en realidad no estoy exigiendo nada fuera de lo normal. Quedarnos cortos en los servicios es algo que también nos distingue. ¿A quién le interesa que su lavado de manos sea completo? Se supone que un tipo de cafetería o cualquier servicio que brinde su agua, su jabón, su señora que cuida el baño junto a la alcancía, también tenga su papel sanitario, servilleta o el equipo eléctrico que con su aire caliente hace completo el servicio.
Pero mi asunto de hoy no va por ahí. La higiene también se refuerza con pocos elementos. ¿Cuántas veces lo han rociado con la asquerosa llovizna que produce un estornudo? Y luego, ni una disculpa. Aquella frase o cumplido tras el estornudo de alguien cercano ha desaparecido. Decir ¡Salud! era sinónimo de pronta mejora, que no se complicara el insipiente catarro, pero también se agradecía que el estornudo fuera bloqueado con un pañuelo y no fuera a parar a otros terrenos, complicándole la vida a las personas cercanas.
Si fuéramos a analizar el estornudo en el micromundo de lo que contienen esas goticas... con escafandras ya andaríamos por las calles. Salud y educación tienen lazos comunicantes que ayudan a una mejor convivencia. No olvide el cumplido, ante el estrepitoso sonido. Es muestra de educación y de agradecerle al otro el no donarnos sus "bichos".
Arístides
19/2/14 5:45
Amigo Adán, esto de los estornudo me recuerda un cuento que escuché ya hace “ratón y queso”. Resulta que un “isleño”, esta vez de Islas Canarias, residente en Cuba desde hacía bastante, regresó a su terruño natal a visitar a sus familiares y saludar a sus amigos. Como tanto sucede a menudo, uno de sus parientes, al parecer agripado o alérgico, metió tremendo estornudo. (Lo que no recuerdo si el que lo contó dijo algo de taparse la boca o apuntar pa’otro lado, como tanto se invoca actualmente). El visitante, con la mayor naturalidad del mundo, dijo, como solemos decir muchos en Cuba: ¡JESÚS! Alguien que lo escuchó le preguntó extrañado: ¿Y eso qué es? A lo que respondió el aludido: ¡No sé! Pero en Cuba, eso es bueno pa’l catarro.
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