No soy fanático del deporte, pero en una isla donde se practica tanto deporte o se escucha del tema a diario quién puede estar alejado de los sucesos de esta milenaria práctica.
El fútbol desde hace años va ganado un público joven que no solo lo juega, sino que lo sigue con una fidelidad estadística digna de estudio. Desconozco los clubes europeos pero sé cuando gana el Barza, pues la algarabía que se forma en el barrio deja sordo a cualquiera. Mi hijo llena de carteles su cuarto con las imágenes de los jugadores de FC Barcelona, y aunque algunos lo ven con molestia, creo que nuestro deporte nacional no será desplazado de gustos ni preferencias, pero en el momento que vivimos, el de las multitudes tiene todas las de ganar.
Para variar, esta Copa América, evento fundado en 1916 y que ahora se realiza en Chile, lleva el atractivo de suceder cuando casi han comenzado las vacaciones. Si no fuera así, no estaría mi cuadra a toda hora llena de muchachos jugando de portería a portería, o no tuviera que convencer a mi hijo de que eso que la maestra le dijo de que no tenía que ir más a recibir clases era una metáfora.
Pues, tal como vamos, el Pedro Marrero se llenará más que el Latino, se discutirá más de los goles que de los jonrones, aunque a algunos le preocupe o moleste esta realidad.
Nuestras improvisadas porterías en las calles no entienden de escándalos en la FIFA por corrupción, sencillamente, ellas están allí, impasibles, ávidas de balones.
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