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miércoles, 4 de diciembre de 2024

La culebra brava y otros cuentos de Jacinto

Nadamás que la agarró, la culebra se puso como una fiera y le hizo chaz, chaz, chaz... como cuatro veces lo mordió en el mismo brazo. Se le veían las marquitas de los colmillos y el hilito de sangre corriendo desde cada uno...

Mario Ernesto Almeida Bacallao
en Exclusivo 30/10/2022
1 comentarios
Jacinto-albañil
Jacinto cirniendo arcilla, para preparar un baño en La Coloma, Pinar del Río. (Mario Ernesto Almeida Bacallao / Cubahora)

Dice Jacinto Martínez que "aquí se trabaja con coso y cosa, pero lo que hay que saber es inventar". Preparan una mezcla para cubrir las tuberías de lo que será un baño. Este tipo de arena, se queja, no se pega a la pared.

-Oye, mijo, ¿aquí no hay un saco de los de mallitas, de esos que cogen pa' las papas?

-Sí, sí, por aquí atrás hay uno.

-Dámelo acá.

-A un costado de la gran nave hay tierra removida. Jacinto escarba con la pala en busca de tierra seca. Estira el saco sobre unos tablones y sobre el saco deja caer tierra. Con una mano agarra dos puntas y con la otra agarra otras dos. Con cierto ritmo zarandea el bulto y la tierra cernida, el polvillo, cae sobre las tablas.

-¿Esa tierra sirve como arena de construcción?

-Eso no es tierra, es arcilla. Ese polvo se lo echamos ahora a la mezcla y ayuda a que se pegue a la pared, le da correa. No lo puedes coger para repellar porque después se te cuartea, pero para esto sí.

Alberto cirne la arcilla hasta que las tiras del saco ceden y comienzan a pasar piedras. Con la mano barre el polvo hacia un cubo y luego se agrega como "ingrediente" al cemento y la gravilla.

-Dame la pala, periodista, déjame a mí.

Con rapidez y precisión de máquina Jacinto mezcla.

-Dime, periodista... ¿Tengo o no tengo bien empleados mis 70 años?


Jacinto y Alberto hacen mediciones para preparar un baño (Mario Ernesto Almeida/Cubahora)

Jacinto explica que las clarias no tienen colmillos, aunque sí una aletas dorsales "duras, duras" que son como cuchillos.

-Las clarias no te pican el nailon con los dientes, te lo revientan. Esos bichos son enormes. El otro día estaba pescando con un amigo y él se subió arriba de una, como si estuviese montado un caballo. Él tenía un machete. Fíjate si ese animal estaba crudo que le daba machete y machete por la cabeza y ella seguía, hasta que logró irse para lo profundo y se escapó. Tenía como 90 libras.

-Jacinto, bájamele unas cuantas libritas. Hazme ese favor -le dice incrédulo Alberto Tamarit, su compañero de plomería.

-Te digo que era grandísima, de verdad.

-¿Ah, sí? ¿Y de que tamaño tenía la cabeza? Esos animales son más cabeza que otra cosa. Y mira que yo he visto cabezas grandes de pezgato, pero ninguno llegaba a las 90 libras -le riposta Habana, a quien le dicen así por el lugar donde vive.

-Bueno, yo no sé si pesaba 60, 70 u 80 libras, pero sí te digo que era inmensa aquella claria. Y cogió machete y más machete por la cabeza y ni se lo sintió. Pero les repito: las clarias no tienen dientes, así que dejen el cuento que eso no puede morder a uno. Las que sí tienen dientes y muerden son las culebras de sabana. Esas sí. Un amigo mío se llevó buen susto con una. Se la encontró y se puso a comer mierda con ella. Ahí no le pasó nada, pero la metió en una lata y la dejó tremendo rato allí tirada, al sol... Ven a acá, mi socio ¿qué le pasa a una lata si la dejas al sol?

-Se calienta.

-Ah... ¿Y que le pasa a la culebra que está dentro de la lata? Se calienta también. Aquel majá estaba que no quería jueguito de ningún tipo con nadie. Allí fue él otra vez a sacarla. Nadamás que la agarró, la culebra se puso como una fiera y le hizo chaz, chaz, chaz... como cuatro veces lo mordió en el mismo brazo. Se le veían las marquitas de los colmillos y el hilito de sangre corriendo desde cada uno. Al momento la tiró contra la tierra y la mató a pisotones. Yo le dije: "Eres un abusador. Al final mataste al animalito por estar comiendo mierda con él, por el gusto". Después íbamos caminando y yo le insistí para que se viera con un médico. Esas culebras de sabana tienen veneno, lo que no como para matar a uno. Lo utilizan para neutralizar ratones y otros animales que se tragan. Pero no es solo el veneno. Nadie calcula cuanta infección hay en esa boca que se las pasa comiendo vectores. Él no quería ir para el hospital, pero te cuento que aquello se le empezó a hinchar, hasta que tuvo que ir. Le pusieron antibióticos y el muy bobo se fue a la dos horas. Está loco. Al rato empeoró más todavía y regresó al médico. Ahí sí lo dejaron 22 días ingresado.

Jacinto rechaza el ron que le brindan. Dice que hace más de 30 años no prueba gota de alcohol. Ni ron ni vino ni cerveza ni nada. Eso es malo, explica, porque adonde quiera que uno llega lo único que le brindan es ron.

Alguien prende un cigarro y Jacinto se le para muy cerca.

-Aquí donde me ves estoy fumando. Hace meses dejé el vicio, por eso me paro al lado tuyo y así fumo también, de alguna forma. Iba a dejar el café, pero mi mujer me dijo que eso no. Por eso es que me viste ahorita corriendo detrás de un buche.

-¿Vienen mañana o van a descansar este domingo?

-Si nos van a buscar venimos. Nosotros somos guerreros.

-Los guerreros también descansan.

-No no, cuando hay combate no hay descanso. Además, tú conoces al pájaro por la cagá; cuando tú ves a la gente sabes si pincha o no pincha.

Esto es La Coloma, Pinar del Río. Hace casi un mes que pasó Ian.


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Mario Ernesto Almeida Bacallao

Periodista y profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana

Se han publicado 1 comentarios


Jacinto Martinez
 30/10/22 18:17

Gracias por la publicación, trataré de hablar menos y trabajar más un abrazo.

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