La historia de los duelos se hace remontar a los legendarios enfrentamientos Caín versus Abel, David vs. Goliat, Aquiles vs. Héctor. Y es en la Edad Media cuando el duelo toma su configuración definitiva.
Ah, pero lo ocurrido en Cuba alrededor de este fenómeno… le da raya y salida a todo el mundo.
POR ESTAS TIERRAS
En la Cuba del siglo XIX el duelo adquirió ribetes de verdadera ferocidad. El sable —filo, contrafilo y punta— era amolado en la piedra, mientras que en Europa se utilizaba manteniendo el filo romo con el cual venía de fábrica. Además, en la espada se permitía el cuerpo a cuerpo, en tanto que la distancia estipulada para el duelo a pistola era menor que la aceptada en el Viejo Mundo.
Entre 1843 y 1893 se registraron un total de 202 duelos: 103 a sable, 30 a espada, 66 a pistola y 3 a revólver. Durante ese medio siglo las bajas ascendieron a 13 muertos y 152 heridos, índices muy superiores a los de otras latitudes.
Entre los más asiduos al llamado campo del honor, estaban los militares y la gente de la prensa. El recordista se llamó Francisco Varona Murías, quien participó en diez enfrentamientos, hasta que tuvo que abandonar el país tras matar a un oponente de un balazo.
En realidad ningún sector estaba al margen de la violenta moda: hasta el presidente de la audiencia habanera se vio envuelto en los cruentos trajines.
Un caso sui géneris lo constituyó el enfrentamiento —en 1888— de Félix del Corral y Alberto Pérez, quienes contendieron "por motivos personales", con revólveres y sin testigos. Dos disparos simultáneos y certeros los dejaron irreversiblemente tendidos.
Mención aparte merecen los duelos de Ignacio Agramonte, frente a peninsulares irrespetuosos de la dignidad cubana.
EN EL SIGLO XX
En la pasada centuria —con los cambios que más adelante especificamos— se mantuvo el furor contendiente. Desde altos personajes de la política hasta Agustín Parlá —un pionero de nuestra aviación—blandieron las armas, en escenarios tan disímiles como un salón de esgrima, una clínica privada o la finca Los Zapotes, de Luyanó. Ahora el propietario del récord parece haber sido el periodista Antonio Iraizoz, quien entre 1899 y 1927 se batió en 16 ocasiones.
La prensa reportaba estos hechos con ambigüedad, para evitar acciones judiciales: "Ayer Napoleón Gálvez, en presencia de Fernando Quiñones, hirióse en el antebrazo derecho al examinar un sable".
Mas la moda fue perdiendo su "prestigio". Comenzó a usarse el proyectil de cera, y se impuso el duelo a primera sangre, suspendido tras el más mínimo rasguño.
Miguel de Marcos, siempre humorista —aun a costa de sí mismo— describió guasonamente su primer duelo. Afirma que el médico allí presente, hombre de buena entraña y amigo de ambos contendientes, quería evitar a toda costa consecuencias funestas. Así, cuando el periodista presentó un leve hematoma en un brazo, el doctor gritó: "¡Se detiene el duelo! ¡Herida grave!". Mientras, susurraba a De Marcos: "¡Coño, viejo, haz un esfuerzo! ¡Que te salga por lo menos una gotica de sangre!".
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