Para que nada nos faltase en nuestra historia, aquí también tuvimos un gobernador poeta.
Sí, el maestre de campo Francisco Dávila Orejón, al referirse a La Habana, parece que no habla de una ciudad, sino de una novia. Nombra Margarita de los Mares a esta ciudad-bahía que fue una de las tibias matrices donde empezó a concebirse lo cubano.
Ellos renunciaron a lo más importante: al agua. Es decir, a la dulce. Porque sobre los padres fundadores de San Cristóbal de La Habana, ejerció un especial encantamiento cierta abrigadísima bahía de bolsa. Y dejan atrás las entonces límpidas aguas de La Chorrera.
El traslado los obligará a construir el primer acueducto de las Américas. Pero a cambio, por siempre, serán hijos de una ciudad-puerto.
EL OMBLIGO DE UN IMPERIO
La llamaron Llave del Nuevo Mundo, y como tal figura en lugar prominente del escudo nacional. Y se nombró Antemural de Indias. Y Margarita de los Mares, como la apodó el gobernador poeta.
Ciudad de las Flotas fue también, ombligo de ese imperio de los Austrias, inaugurado por Carlos I de España y V de Alemania, donde realmente el sol jamás se ponía.
En la identidad habanera de ciudad-bahía está la clave de nuestra condición variopinta, del abanico racial, de nuestro enorme espectro étnico. ¿Es necesario recordar que, hace varios siglos, en el habanero Castillo de la Real Fuerza, precisamente junto al puerto, los artilleros eran rubios alemanes de ojos azules, y el tambor de guerra un viejo africano bozal?
UNA CORRIENTE DE PRIVILEGIO
La geografía enalteció a San Cristóbal de La Habana, y no solo por su magnífico refugio, su bahía de bolsa.
En los lejanos días durante los cuales Ponce de León anda buscando enloquecidamente la Fuente de la Juventud, su piloto, Antón Alaminos, sí hace un verdadero hallazgo: la tremenda corriente que asegura a la marinería su regreso de Cuba a Europa. Con esto, quedaría echada la suerte de San Cristóbal como ciudad-puerto.
Era el gran río azul, la Corriente del Golfo, la Gulf Stream, atada por siempre a la vida habanera, y siglos después paraje de preferencia del escritor norteamericano Ernest Miller Hemingway, quien iba a dedicarle entusiastas crónicas, y haría de la Corriente el escenario de la epopeya del pescador de Cojímar en El viejo y el mar.
LA HABANA: MARÍTIMA HASTA EN EL ESCUDO
Ciudad-puerto privilegiada por la geografía, es la ciudad como una guardiana del Golfo, en sus dos entradas, por sus dos penínsulas. No en vano se dijo que La Habana era el principal puerto de México.
Enclave marítimo por excelencia, fue ciudad de astilleros. Aquí se botaron al agua los mejores buques de la época colonial, entre ellos el “Santísima Trinidad”, origen de la andanada que mató al almirante inglés Nelson en la batalla naval de Trafalgar.
Y, como un símbolo marítimo, he ahí el escudo capitalino. En campo azul, aparecen nuestras fortalezas fundacionales: La Real Fuerza, San Salvador de la Punta, el Castillo de los Reyes del Morro. No por casualidad el agua salobre salpica, en los tres casos, los muros venerables.
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