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sábado, 23 de noviembre de 2024

La Cuba fundacional (II)

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Argelio Roberto Santiesteban Pupo
en Exclusivo 21/01/2017
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Hernán Cortés
Hernán Cortés fue designado primer alcalde ordinario de Santiago de Cuba, mandato que se prolongó hasta el 18 de noviembre de 1518.

Ya lo decíamos: la Cuba del siglo XVI no era, precisamente, un paradigma en cuanto a orden y moralidad.

Los españoles que daban el entonces escalofriante salto sobre el Atlántico, venían convencidos de que iban a  conquistar un señorío. Ilusos. La Corona no se los concedió, sino encomiendas y mercedes que podían ser revocadas en cualquier momento. De ahí la explotación inmisericorde del indio, al cual había que sacarle el máximo de provecho en el mínimo de tiempo. Principal saldo del siglo: como en el resto de las Antillas, Cuba vio desaparecer a sus aborígenes, mucho antes de que se hubiese acuñado la palabra “genocidio”.

Si Oviedo anota que en Panamá a un feroz perro rancheador de indios le asignaron sueldo de capitán, aquí Vasco de Porcayo les hacía comer sus propias vergas a los encomendados. Y vaya lo uno por lo otro.

Anota Alejo Carpentier: “En torno a las inmoralidades, abusos, favoritismos, envidias, originados por el elástico sistema de encomiendas, la naciente colonia lleva una vida turbulenta. En el fondo de muchos pechos se va agriando una gran decepción. Para cebar reses, buenos eran los pastos de Extremadura. No era eso lo que se esperaba de aquellas Indias sin especias”.

Contradictoria Real Cédula de 1512: a la vez que recomienda a Velázquez que trate bien a los indios, exige que “desa ysla se saque todo el provecho que se pudiere sacar”. Mientras, hay denuncias de que por Maniabón —hoy en la comarca holguinera— el teniente Francisco Morales, con sus excesos, está acabando con los indios.

Se promulgan las Leyes de Burgos —el primer código legislativo establecido por la monarquía española para las Indias—, también conocidas como Ordenanzas dadas para el Buen Regimiento y Tratamiento de los Indios. Establecen que los encomendados son libres “e non sujetos a servidumbre”. Algunos botones de muestra: a los indios se les concederán cuarenta días de vacaciones después de cinco meses de trabajo; deben ser bien alimentados con carne; se prohíbe cargarles y hacer trabajar a las mujeres embarazadas; hay que darles casa, hamacas y vestidos. Se prohibía encarcelarlos o golpearlos. El adoctrinamiento, con dulzura. En cada comarca dos de los vecinos más antiguos   —claro, qué casualidad, viejos encomenderos—  vigilarían el cumplimiento de las Leyes. (¿Preguntaba usted, amigo lector, a qué se llama tragicomedia, o mascarada, o sangriento espectáculo carnavalesco?).

Pero dígase, en justicia, que los invasores no son solo agresivos con los aborígenes. No, son como alacranes adentro de un pomo. En ese mismo año de 1512 ocurre la primera sublevación de españoles en Cuba: se insubordinan Francisco Morales y Hernán Cortés. Por su parte, también Hatuey está enfrentándose al Adelantado.

Sin salirnos del mismo año, encontramos una prueba de que Cuba está ingresando en el poco prometedor ámbito cultural católico-hispano. Sí,  el recién inaugurado V Concilio de Letrán nos tiene deparada una sorpresa: la prohibición de imprimir libros sin la previa autorización eclesiástica.  (¿Acaso ha de extrañarnos que, tras siglos de mostrenco coloniaje, cuando España se retira del país hay una pavorosa cifra de iletrados?).

En 1513 Ponce de León “descubre” una península que por mucho tiempo será una dependencia politicoadministrativa de La Habana. Le da Florida por nombre. Allí anda en busca de una “fuente que hacía rejuvenecer o tornar mancebos a los hombres viejos”.  Para tal intento, cuenta con el patrocinio decidido del monarca. (Se comprende: el Muy Católico Rey estaba casado, en segundas nupcias, con Germana de Foix, una juguetona mozuela a la cual le aventajaba en la bobería de 36 años y que, tras enterrarlo, se casaría repetidamente.  ¿No dice el refrán que “Donde hay desquite, no hay agravio”?).  

Por entonces, un hecho crucial, en lo económico, en lo social, en lo cultural… en lo que a usted se le antoje: se autoriza la introducción de negros esclavos en Cuba. El más viejo documento al respecto es una Real Cédula, fechada en Valladolid, donde se permite al contador, Amador de Lares, que cuatro africanos entren a Cuba. Se dice que antes habían ingresado otros, clandestinamente.

Un chisme histórico: en Bayamo, durante un sorpresivo ataque, al asesino patológico Pánfilo de Narváez,  los indios le avientan un tremendo seborucazo. Primero pedía confesión al cura que acompañaba a la tropa, y después salió huyendo, semidesnudo, en su yegua. Más tarde declararía que fue atacado por miles de indios. (Es bien sabido que el temor sobrevalora al enemigo).

 En 1514 se fundan, Sancti  Spíritus, Trinidad y Santa María del Puerto Príncipe. Vasco de Porcallo establece un asiento que será el germen del actual Remedios.

 “Conversión” del encomendero Padre Las Casas, en el centro de Cuba: renuncia a sus esclavos por razones de conciencia.

Llegan dos carabelas —de Sevilla, vía La Española— a Guacanayabo. Velázquez envía una a Jamaica, para que traiga un cargamento de casabe, pues en Cuba se están pasando cuatro varas de hambre, debido a una intensa sequía. La otra nave viaja a La  Española, para traer ganado vacuno, yeguas y otros bienes. La historiadora norteamericana Irene Wright asegura que Velázquez —famoso como malapaga—  se mostró moroso a la hora de abonar el importe de estas mercancías.

Parte hacia el Nuevo Mundo el soldado-cronista Bernal Díaz del Castillo. Permanece un tiempo en Panamá, pero después se avecinda en Cuba.

Embarca hacia América Gonzalo Fernández de Oviedo, cronista de Indias.

Cuando llega 1515, le toca su fundación a Santiago (según otros autores, Bacardí Moreau  y Carpentier entre ellos, ocurre en 1514).   “3 de agosto. Hernán Cortés es designado primer alcalde ordinario de Santiago de Cuba, mandato que se prolongará hasta el 18 de noviembre de 1518” (Ruiz Miyares).

Surge La Habana, en la costa sur. También se establece la octava villa: San Juan de los Remedios del Cayo.

Fernando, a pesar de ser “El Católico”, no es precisamente un modelo de la humildad predicada por El Nazareno: una Real Cédula exige que Cuba se llame Fernandina.

Dos emisarios de Cuba —uno de ellos Pánfilo de Narváez—entregan oro al rey por valor de 12 437 pesos. Pero el muy tacaño, a pesar de haber recibido esa cuantiosa riqueza, sólo da a los enviados la mitad de los bienes que piden para la supervivencia de los avecindados en la Isla.

Se solicita permiso para introducir doce negros esclavos en Santiago de Cuba.

El Padre Las Casas logra entrevistarse con el monarca, para denunciar los desmanes que se cometen contra los indios. (Claro está, sin consecuencias prácticas). Las Casas promueve la esclavitud africana, para aliviar a los indoamericanos. “Curiosa variación de un filántropo”, ha comentado Jorge Luis Borges.

Los primeros siete asentamientos europeos en Cuba, según la ya mencionada historiadora Irene Wright, eran “escuálidos villorrios”.

Llega 1516 y  otorgan la mitra de Cuba al dominico toledano Fray Bernardo de Mesa. Por fortuna renunció, y nunca vino a jeringar aquí. Profesaba De Mesa la teoría de que los indios antillanos eran incapaces de la virtud, por estar rodeados de agua y mal influidos por la Luna. (¿Era cristiano, o de los astrólogos, también llamados “estrelleros” en la época?). Según el historiador cubano Eduardo Torres-Cuevas, fue el primer obispo de Cuba, y la isla constituyó la quinta diócesis establecida en América.

Los españoles de Cuba andan cazando indios en las isletas situadas frente a Yucatán.

A sólo un año de fundada la villa, ya la bahía santiaguera está recibiendo naves procedentes de Sevilla. Lo que es más: “29 de diciembre. Por Real Cédula es concedida a Santiago de Cuba la autorización para construir barcos” (Ruiz Miyares).

Puerto Príncipe se traslada al cacicazgo de Caonao, por falta de agua en el sitio fundacional y por los mosquitos,  que allí proliferan. Aún le resta un tercer asentamiento.

Pedro Mártyr de Anglería comenta que en Cuba hay en esos momentos, procedentes de sus arenas auríferas y esperando a ser fundidos, 180 mil castellanos. “Gran muestra de opulencia”, comenta el historiador César García del Pino.

Se le concede escudo de armas a Cuba, “partido por medio, en cuyo superior cuartel estuviese la Asunción de Nuestra Señora con manto azul purpurado y oro, puesta sobre una luna, con cuatro ángeles en campo de color de cielo con nubes, y en el inferior la imagen de Santiago en campo verde, con lejos de peñas y árboles, y encima una F, y una I a la mano derecha, y una C a la izquierda que son las iniciales de Fernando, Isabel y Carlos, y a los lados un yugo y unas flechas y bajo estas figuras colgando al pie del escudo un cordero...” (1).

Un incendio devasta a Baracoa. También se quema Santiago.

El padre Las Casas presenta un nuevo memorial sobre “los agravios e sinrazones que se hacen a los indios”.

Tomás Moro, en su Utopía, describe una isla que, según Ezequiel Martínez Estrada, se asemeja a Cuba.

Muere Fernando el Católico. Personaje tan inmoral que Maquiavelo lo tomó como plantilla para diseñar su príncipe sin escrúpulos.


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Argelio Roberto Santiesteban Pupo

Escritor, periodista y profesor. Recibió el Premio Nacional de la Crítica en 1983 con su libro El habla popular cubana de hoy (una tonga de cubichismos que le oí a mi pueblo).


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