Amigas y amigos, comadres y compadres todos: los convido a emprender un espectacular salto en el tiempo. Sí, una cabriola de 78 años exactamente.
Lo cual para nosotros, gente imaginativa, no representa obstáculo alguno. ¿Acaso no dijo Alfred Hitchcock que “Hay algo más importante que la lógica: la imaginación”.
Ya en 1940, nos damos de boca con un mundo que anda alarmadísimo, pues el brutal nazifascismo está en el poder lo mismo en Alemania que en Italia. En tal contexto, se efectúa un congreso internacional de aviación. Y el delegado cubano declara que su país puede poner en pie de guerra a cuatrocientos pilotos. Aquí la gente, cuando se entera, se ríe de lo lindo, murmurando aquello de “con qué se sienta la cucaracha”. Imagínese usted: en aquellos momentos sólo había 21 naves matriculadas en Cuba. De manera que nuestros compatriotas, con su habitual humor vitriólico, diagnosticaron que lo de nuestro representante era fanfarronería, puro alarde de buchipluma.
En aquel ya remoto año de 1940, al cual nos hemos escapado en un vuelo de la irrefrenable fantasía, el poeta Emilio Ballagas publica su libro Sabor eterno; Ramiro Guerra, La industria azucarera en Cuba; Lydia Cabrera, Cuentos negros de Cuba; Fernando Ortiz, Contrapunteo del tabaco y el azúcar, texto definitivo para la cultura cubana. De Pablo de la Torriente Brau, póstumamente, ve la luz su deliciosa Historia del soldado desconocido cubano. El municipio habanero publica una muy completa edición de la poesía herediana, bajo el cuidado diligente de Emilio Roig de Leuchsenring.
Hace también 78 años, en nuestras artes plásticas, Carlos Enríquez nos entrega El combate; Ponce de León, Arlequín; Víctor Manuel, Dos mujeres; Portocarrero, Primavera. Florencio Gelabert, en los Estados Unidos, se convence de las posibilidades escultóricas del cemento armado. La Universidad de La Habana organiza la Exposición Trescientos Años de Arte en Cuba. Rita Longa, escultora, recibe el Primer Premio en el Congreso Panamericano de Arquitectos.
Quizás los mencionados, junto al pueblo todo, andan tarareando el danzón Almendra, que acaba de componer Abelardo Rodríguez.
En aquel año de 1940, Rosita Fornés ingresa en la compañía artística de Ernesto Lecuona. María de los Ángeles Santana debuta en la radio, y también lo hace Elena Burque, cantando el tango Caminito.
Amado Trinidad Velazco, desde Prado y Cárcel, lanza al aire la señal de RHC Cadena Azul. Y funda el Conjunto Azul, con músicos de la talla de Chano Pozo y Félix Chappottín.
Jesús Alvariño triunfa ante los micrófonos, hasta el punto de que el precursor Félix Benjamín Caignet lo calificó como “el Lon Chaney de la radio”.
Rafael Lay pasa a formar parte de la cienfueguera Orquesta Aragón, que ocho años después estará dirigiendo, lo que va a hacer hasta su deceso.
El tan prolífico como polifacético Osvaldo Farrés compone Acércate más, número que le graba un ídolo de México: Jorge Negrete.
Crea su conjunto el tresero Arsenio Rodríguez, brillante compositor de piezas antológicas, como La vida es un sueño, Bruca maniguá o La ruñidera.
Hace exactamente 78 años, etapa a la cual hoy nos hemos trasladado ustedes y nosotros, se aprueba la llamada Constitución del 40, que comienza a regir el día 10 de octubre.
El Mulato Lindo de Banes, el odiado Fulgencio Batista, triunfa en las elecciones.
Cuba tiene, por primera vez, un alcalde comunista: Paquito Rosales, en Manzanillo.
Asesinan al profesor Ramiro Valdés Daussá.
Mientras, de todo lo político se discute en el espacio radial “El Jurado del Pueblo”, que saca al aire la COCO. Los personajes de Agapito y Timoteo se están echando en un bolsillo a los radioyentes, con su “Clase diaria”, espacio rociado de salsa picante política contra los males de la nación.
En medio de convulsas circunstancias en el país, del exterior nos llega una noticia amable. El boletín de la Sociedad Zoológica de Nueva York reconoce al zunzuncito cubano como el más pequeño de los colibríes. Aquí un periodista lo propondría como símbolo nacional, pues, según dijo, une “a la circunstancia de su irreprochable cubanía, de su apego invariable a esta isla, una belleza tan deslumbradora, un espíritu tan fuerte, que nada importa su pequeñez material para confirmar, a través de todas las vicisitudes, su derecho a subsistir”.
Y, ¿qué más sucede en nuestro país en aquel año de 1940? Pues, se funda la Sociedad Espeleológica de Cuba. La preside un jovencito de 17 años, cuyo nombre es nada menos que Antonio Núñez Jiménez, quien estaría llamado a ser una gloria de la ciencia cubana, entre otros méritos, por su dedicado y prolongadísimo estudio de nuestro mundo subterráneo.
Muere Álvaro de la Iglesia, escritor costumbrista, un gallego de La Coruña más enamorado de nuestro país que muchos cubanos, biógrafo lo mismo de El Rey de los Campos de Cuba que de Pepe Antonio y autor de las exquisitas Tradiciones cubanas.
Y, en aquel mismo año, un norteamericano corpulento y aún no barbudo adquiere Finca Vigía, en San Francisco de Paula. Allí creará su hogar, el sitio donde, según sus propias palabras, están los libros de uno. Se llamó Ernest Miller Hemingway.
Ya el deber nos llama, y es hora del regreso a casa, es decir, al siglo XXI. Pero ya, amparados en una frase de Alfred Hitchcock, donde nos declara que la imaginación es más importante que la lógica, nos fuimos exactamente hasta 78 años atrás, para ver la Cuba de entonces, cuando Rafael Lay ingresa en la Aragón, Elena Burque está debutando y Osvaldo Farrés nos entrega, para todos los siglos, la pieza Acércate más.
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