— Dicen los mexicanos que entre José Antonio Méndez y yo hemos hecho crecer la tasa de natalidad en América Latina— declara César Portillo de la Luz, casi ahogado por una risa convulsiva.
Razones le asisten. Hay letras que son una invitación evidente para todo hijo de vecino que no esté muerto clínica y sentimentalmente:
“No hay bella melodía
en que no surjas tú…”.
—No caben dudas de que es un buen chiste— asegura el trovador, quien agrega que él y su compañero bardo son sólo chivos expiatorios para explicar la fogosidad que reina entre los hijos de estas tierras.
—La canción ha sido para nosotros la crónica musicalizada de la vida de la pareja. Eso le da permanencia, a pesar de todas las innovaciones que surjan en este mundo. Por eso queda.
ZONA DE CONJUNCIÓN
Como todo el mundo ha comprendido que esto no va a ser una entrevista seria, algún advenedizo aquí presente se permite meter la cuchara y comenta que vivimos en una zona de conjunción, de manera que si una pieza no es bien conocida, lo mismo se la pueden cargar a un autor cubano, que mexicano, que puertorriqueño o dominicano.
—Coincidencia latinoamericana. Lo mismo le cantamos a la pareja que al hombre que vive en precario— contesta Portillo.
—César, ¿sientes que hay un relevo?
—Siempre habrá gente que cante, que componga, según lo que los compulse. Se escribirán canciones auténticas, canciones oportunistas, y, alguna vez, más canciones filosóficas. Porque, como ya dije una vez, “El canto es un lenguaje milenario / que viaja con el hombre por la historia / cantándole a mecenas millonarios / y también al amor, que es proletario…”.
—¿Cuáles de tus contemporáneos te han impresionado más?
—Chopin y Liszt. Debussy y Ravel.
—Yo dije contemporáneos-- protesto.
Portillo, famoso trovador pero no menos notorio polemista, riposta de inmediato:
—La contemporaneidad no funciona según el almanaque, sino por la vigencia cultural. Víctor Hugo es mi contemporáneo, pues tiene muchísimo que ver con mi concepto de la dramaturgia de la canción.
—Dicho sea con todo el respeto: ¿por qué te dicen Míster Berro?
—¡Porque le doy un berrinche a cualquiera, cuando me sobran razones para dárselo! La razón y la verdad son una jerarquía.
Convencido de que he tomado por camino incómodo, recojo los cordeles y me intereso por el Portillo lector infatigable.
ORÍGENES E INFLUENCIAS
—Esta afición surgió en mi infancia, pues mi padre era tabaquero, los trabajadores más cultos de Cuba, y cuando terminábamos de comer me leía lo mismo Veinte mil leguas de viaje submarino que Yo acuso. Hoy leo todo lo que me cae en la mano.
—¿Quiénes hicieron posible que seas el Portillo que conocemos y no otra persona?
—Aunque haya gente que lo considere obsoleto, Agustín Lara me enseñó cómo se compone una canción bien hecha. María Greever, tan distinta a Agustín, también me formó con su cancionística. Pedro Flores y Rafael Hernández nos mostraron nuevas posibilidades dentro de este quehacer. Quizás admirar a tan disímiles creadores me ha permitido no abroquelarme en una única manera de hacer la canción.
—Otra presencia es el jazz —agrega Portillo—. Tras la destrucción de la Segunda Guerra Mundial, el único país floreciente eran los Estados Unidos, y hacia allí emigraron muchos creadores europeos. Esto motivó un enriquecimiento en el mundo discográfico y en la banda sonora cinematográfica. Todo esto influyó sobre nosotros.
—¿Qué fue tu infancia?
—Se resume en una sola palabra: el suburbio habanero llamado Marianao. Allí me estrené en todo, hasta en la primera frustración amorosa, cuando una trigueñita de cerquillo a quien invité a jugar me rechazó.
—Sé que es una barbaridad formularle esta pregunta a uno de los tipos más vivos y vitales que en el mundo han sido, pero… ¿qué epitafio escogerías?
—“Recuérdenme como fui”.
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