Sensibilidad

Todavía están vigentes las preocupaciones de Joaquín Bernal Camero, entonces primer secretario del Partido en la provincia de Sancti Spíritus cuando en 1979 comentaba sobre la importancia de despertar la sensibilidad humana en el trato a los demás.

Después de referirse a que los centros gastronómicos vendían el café frío y los refrescos calientes, expresó la importancia de que individualmente las personas sintieran como suyo las alegrías, los dolores y dificultades de los demás.

Entre los ejemplos que puso, él mismo calificó de que era el más sencillo: hay entidades, estructuras y medidas organizativas que cambian, pero cualquier ciudadano, y más aún si es de una zona rural o alguien de avanzada edad, le puede resultar difícil descifrar dónde hacer una gestión.

Si esas personas no llegan al lugar correcto, en el mejor de los casos, le informan que ahí no le pueden dar solución, y si insisten, le indican ir a otra parte más para que se vaya, más que para apoyarlo.

Aquella charla con el dirigente partidista estimuló que algunos periodistas escribieran sobre el tema, y quien redacta estas líneas pensó que esa sensibilidad se iría despertando gradualmente, pero al cabo de más de 40 años, hay que admitir que la situación no es mejor, o sea hasta quizás peor.

Acuden estos recuerdos al ver el reciente casos, y no es de los de peores consecuencias, al escuchar las quejas de varias personas que tras vencer un recorrido de 30 kilómetros con las dificultades de la carencia de transporte y sus altos precios, llegaron a una oficina donde los trámites quedaron a medias por un apagón.

Contaban que no les supieron informar cuándo restablecerían la electricidad, pero sí les aseguraron que todo cuanto habían introducido en la computadora se había perdido, y por ese rumbo hicieron tantas suposiciones que llegaron a culpar a “ellos” y a “esto”, esto que valoraron “no hay quien lo arregle”.

Tras saber dónde había sido el percance, les mostré la Rotación de Bloques para apagar ante los déficit en la capacidad de generación, y aumentaron su pesar al comprobar que el apagón no llegó de pronto como les hicieron creer, sino que estaba previsto al igual que los de los siguientes días.

Desconozco el final, pero uno de ellos copió todo el horario y luego de casi hacerme jurar que les estaba mostrando una verdad, dirigieron sus pasos a la entidad, donde según decían: son unos descarados, mentirosos que sí sabían lo del apagón.

¿Será tan difícil colocar una hoja de papel o cartón con el horario en que estarán bajo los efectos del apagón? ¿Será imposible reordenar el horario de las actividades para que no se afecte con un apagón previsto y anunciado?

Hay más preguntas que respuestas y que solo pueden aumentar unas y otras si estamos dotados de suficiente sensibilidad humana como para sentir lo mismo que los demás.

Esa sensibilidad humana existe, pero hay que cultivarla para que florezca y dé frutos como los de las vacunas contra la pandemia, y como la de los trabajadores del sector eléctrico que obran milagros, aunque la recompensa pueda ser la incomprensión.