Eran los días finales de 1969 cuando a varias rutas de ómnibus de La Habana le agregaron un 100, y las llamaban “Expreso” porque tenían menos paradas y, por tanto, el trayecto se hacía en menos tiempo, por lo cual se preferían cuando había que ir de la zona de la Estación de Ferrocarril hacia algún lugar de Playa.
Quienes apenas habíamos llegado por primera vez a la capital hacía pocas semanas y lográbamos aprendernos algunos trayectos y paradas, rechazamos abordar esas guaguas porque un error costaba caminar un largo trecho.
Entonces no existía el actual establecimiento de la esquina de 5.ta y 42, pero allí cerca estaba la dirección que buscábamos, y como andábamos en un Expreso, al ver el lugar decidimos bajar en la siguiente parada pero resultó estar cerca de 70. Entonces decidimos imitar a la siempre heroica infantería y empezamos a caminar hasta que en 60 decidimos preguntar cuál ruta abordar para llegar hasta 42. Unos jóvenes escolares nos explicaron que si seguíamos a pie llegaríamos antes que la guagua.
Mi compañero en la aventura, Octavio Expósito, burlonamente hizo uso de las matemáticas: “60, 58, 56, 54, 52, 50, 48, 46, 44 y 42. Vamos que eso es nada más que un poco más de un kilómetro, y como dicen esos muchachos, vamos a llegar antes que la guagua”.
De pronto, ahí estaba 42 y apenas habíamos andado unos muy escasos minutos, pues resulta que hay un salto en la numeración de las calles. Y ambos prometimos que al pasar los años sería que contaríamos la anécdota de nuestras andanzas iniciales por la capital cubana.
Pasado más de medio siglo de aquel incidente vienen esos recuerdos porque amistades de Ciego de Ávila me piden indicaciones para ir hacia la provincia avileña a través de la Autopista Nacional desde Santa Clara. Las instrucciones fueron claras: Doblen a la derecha en la circunvalación y luego a la izquierda por la carretera que conduce a Manicaragua, y a unos siete kilómetros está el inconfundible puente sobre la autopista, casi sobre una cafetería.
Resulta que además de pedir orientación, hicieron uso de un mapa con GPS donde se indicaba un punto cercano a donde se cortan la carretera de Manicaragua con la Autopista Nacional, pero la moderna herramienta trazó la ruta más corta. Sin dudas era el recorrido de menos distancia, pero a través de caminos polvorientos, empedrados, con baches que no permitían desplazarse a más de 20 ó 30 kilómetros por hora hasta que finalmente llegaron a la ancha y recta vía.
En 1969 no teníamos esos adelantos, aunque sí había mapas impresos en papel que a partir de aquel día nunca nos separamos de ellos y eran consultados antes de emprender cualquier travesía por las calles capitalinas.
Hoy, muchos de los que tenemos celulares también estamos acompañados de mapas y GPS, pero la experiencia indica que tanto con una como otra tecnología, nunca está de más preguntar, porque así se llega a Roma, sobre todo cuando andamos por los abundantes sitios de la geografía cubana carentes de señaléticas.
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