Paradójicamente, en los inicios de la década de los años 60 del siglo pasado, cuando se crearon condiciones para mejorar la vida, empezó todo a escasear, y además de las medidas a escala social hubo que dar pasos para enfrentar la nueva situación en lo familiar e individual.
Fueron momentos en que esas dificultades materiales no lograron empañar la alegría de muchos hogares que notaron un cambio para saciar una de las dos hambres del hombre, la espiritual, pero tan prolongadas faltas hasta de lo más elemental inevitablemente causa efectos.
Para disfrutar de felicidad en estos duros tiempos, la mayoría de las personas, sin darse cuenta, hacen un balance de lo posible, y con aspiraciones realistas, disfrutan lo que tienen, en vez de entristecerse por lo faltante. Y ante tantas dificultades, cuando logran al menos resolver lo mínimo, se reaniman con ello y lo disfrutan, en lugar de calcular el tiempo que demorarían para lograr la solución completa, que podría ser bastante prolongado.
Por supuesto que reajustar esos medidores internos —especie de filtros o clasificadores de asuntos y situaciones— no es fácil, pero tampoco imposible; deben funcionar sin crear falsas expectativas, ilusiones o conformismos que lleven a la inacción, sino todo lo contrario.
¡Mente positiva! suelen decirle a la actitud de quienes en las peores circunstancias se notan vigorosos, animados y hasta podrían dar la impresión de estar felices porque, mientras mayor es el problema, más energía vital generan.
Lo que nadie puede negar es lo positivo de reajustar estos mecanismos internos para ser felices por tener algo, o seguirlo siendo porque se disfruta la lucha por conseguirlo, y se reavivan las ganas de vivir. Luego de ser capaz de este autocontrol para lograr la felicidad, es bien duro ser víctima de alguien que esté como preparando una emboscada en un escenario bien seleccionado para asaltar al desprevenido y convertirlo en un infeliz.
Un lector, Gregorio Soto, cuenta que tras leer Ladrones de felicidad y ¡Cuidado, te quieren robar tu felicidad! ha optado por explicarle su filosofía al “ladrón”, de mostrarle que el sol también ilumina, pero cuando nota que el “asaltante” está obstinado con sus ideas y no oye, sino que solo habla, ha decidido estar lejos del personaje.
Admite estar de acuerdo con llamarle “ladrón”, pero explica que no cree que lo hagan con la mala intención de convertir a los demás en infelices, sino que son personas amargadas, frustradas y requieren de nuestro apoyo para restablecer su felicidad.
Los dos escritos se los leí a mis colegas en el centro de trabajo y los resultados han sido que de manera jocosa, entre chistes y risas, cuando alguno de nosotros rebasa los límites de las atinadas observaciones sobre lo dura que está la vida, le decimos: “Oye, para ahí que no me vas a robar mi felicidad, porque mi felicidad es mía y nadie me la puede quitar”.
elviejochucho
17/4/22 16:51
Chang:
Una pregunta:
Quedan veterinarios en Cuba? Cuantos era muchacho habita in veterinario que atendia a los animales en oasis fincas del arededor.
Te digo que he estado particiado ernesto forodesde el princiipo pero no recuerdo nadie hablar de un veterinario ni de sus animales.
Felice Pascuas
Chucho
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