Apenas empezaba el primer mes de 1959 y el verbo “caer” empezaba a conjugarse, sobre todo en tiempo futuro (inmediato), como una acción que ocurriría en días, o cuando más: semanas.
Había quienes se negaban a mencionar lo que caería, y aludían a “esto”, y más que por temor, lo hacían por desprecio, y quizás hasta con una buena dosis de odios, rencores, resentimientos y deseos de continuar el curso de sus vidas sin importar el de las mayorías, a costa de las cuales tenían sus privilegios.
Cuentan que algunos salieron a regañadientes con las maletas que no abrieron al llegar porque estaban seguros de que retornarían pronto con ellas después de un viaje de placer, y hubo uno que compró un yate para estrenarlo en su trayecto de regreso, que finalmente tuvo que decidirse a usarlo, pero para pasear por el área.
Hasta en programas radiales proliferaron pitonisas, adivinos, agoreros de toda índole que interpretaban señales y ganaban audiencias esperanzadas en el cumplimiento de los vaticinios, al menos en el próximo nuevo año, pues fue en un año nuevo que se instauró “esto”.
Si algunos pensaron que ya en este diciembre estaría expedito el camino hacia un 2020 con la caída de “esto”, malinterpretaron, sobre todo, las señales de la situación coyuntural, o la coyuntura, como sintéticamente dicen algunos a lo ocurrido en septiembre y octubre, cuando quedó cortado el suministro de combustibles.
Llovieron adivinaciones sobre una creciente cantidad de apagones que harían a toda la isla vivir en la oscuridad, y lo tomaron como una señal de retorno a los años más duros de la década de los 90, cuando la resistencia fue guiada por un plan denominado Período Especial en tiempo de paz, diseñado para ir aplicando gradualmente las respuestas a la escasez para que no fuera abrupta, de un día para otro.
También, tales agoreros tomaron la paralización de rutas de ómnibus y trenes de transporte público como otro aviso, sumado al desabastecimiento de un grupo de productos, entre los cuales había algunos que ni en el Período Especial faltaron.
Porque viendo, no vieron; y oyendo, ni oyeron ni entendieron, pues más que tema para ojos y oídos, era para el corazón. No supieron interpretar la organización que empezó a gestarse para hacer actos permanentes, tanto en tiempos malos como de bonanza.
Se establecieron prioridades, y no fue necesario desear que hubiera al menos “alumbrones”, pues los apagones brillaron por su ausencia; resurgió la idea de acomodar cargas, y los momentos de máxima demanda no hicieron un “pico” negativo en el gráfico porque entre todos lo “aplanaron”.
Unas veces solidaria y la mayoría obligada, “la botella” auxilió a muchos compatriotas necesitados de trasladarse, y ahora cuando se va restableciendo el servicio, aumenta la insatisfacción porque empieza a reinar nuevamente la insensibilidad ante quienes permanecen largas horas esperando un vehículo.
Hicieron su aparición modernos coches climatizados con ventiladores o servicio de aire acondicionado, con cómodos asientos, aunque aún con viejas locomotoras que esperan ser reemplazadas, pero que marcaron un momento significativo en el restablecimiento del transporte ferroviario.
Un añejo problema acumulado año tras año es el de la vivienda, que mostró un derrotero seguro, aceptado por todos, y cuyas soluciones aplicadas con nueva mentalidad se van perfeccionando, con sanciones a quienes osan desviar materiales y lucrar con ellos para beneficio personal.
No solo hay señales visibles a escala nacional, también a nivel de comunidad, de barrio. Tal es el caso del reparto Escambray de Santa Clara, en el cual se observa cómo empresas estatales socialistas, sin incumplir la ley, respaldan a los vecinos que reclamaban iluminación pública, que no se ponía por falta de presupuesto para los gastos de electricidad. Una entidad donó las luminarias y ahora los moradores de edificios multifamiliares prestan sus balcones para colocarlas, se encargan de encender y apagarlas y, además, entre todos pagan el consumo de energía.
Así va entrando Cuba en la segunda mitad final del último mes del año 2019, cuando empiezan a concretarse cambios estructurales en la dirección administrativa y estatal, que se extenderán a todos sus niveles en el primer mes de 2020, sin que nadie se “caiga” ni de la cama cuando está durmiendo.
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