Cuenta Elsa Álvarez Puig que cuando a mediados de la década de los 90 del siglo pasado se creaba la ONAT (Oficina de Administración Tributaria), uno de sus directivos fundadores, Rafael González Pérez, usaba una simpática manera de pedir que toda acción estuviera acompañada de un plan en materia de comunicación social.
“El problema no es solo poner el huevo, hay que cacarearlo”, era la frase con la cual exigía que se planificara cómo y cuándo hacer las recaudaciones fiscales, al mismo tiempo que prever las vías para informarlo, explicarlo y después dar a conocer los resultados.
La argumentación de la necesidad del “cacareo” incluía que entre los propios trabajadores y funcionarios de la oficina había que comunicarse entre sí para cumplir la tarea, tomar experiencias de otros, conocer el estado de cumplimiento, las dificultades y las soluciones posibles.
En una ocasión, alguien dijo que en el tema de los tributos debían evitar que les sucediera como en la ejecución de la Torre de Babel, obra que no pudo realizarse porque el Todopoderoso hizo que cada uno de los constructores hablara un idioma diferente.
Con tales palabras se instaba a que el personal encargado de las recaudaciones “tenía que hablar el mismo idioma”, es decir, se pusieran de acuerdo para expresarse sin entrar en contradicciones entre sí, y comunicarse con los contribuyentes.
Lamentablemente, aquella filosofía de los directivos fundadores de la ONAT todavía no es practicada suficientemente en estos momentos, pues lo generalizado es concentrarse en levantar una edificación o cumplir un plan de producción o prestación de servicios, pero mediante acciones que excluyen la comunicación social.
Hay territorios donde se concentra un número importante de obras, como las recién inauguradas en La Habana en ocasión de su medio milenio, y por supuesto, hay otras localidades donde las cantidades son muy modestas, pero que al ponerse en marcha tienen un enorme significado para la comunidad.
Esas obras están en la realidad a la vista de todos, y los resultados de los planes pueden ser palpables, pero también requieren convertirse en contenido de mensajes que ofrezcan elementos para su interpretación. Es decir, se requiere explicar en qué condiciones de ejecuta o se realiza a medias un propósito, como mismo es necesario que los usuarios opinen y construyan conceptos acerca de la gestión que realiza la sociedad para beneficio de todos.
Entre los obstáculos de la implementación de acciones comunicacionales pudieran estar, además del desconocimiento de cómo hacerlo, no comprender su importancia, o pensar que se trata de otro trabajo adicional y, además, una sobrecarga que no pueden vencer debido a la presión constante para llevar a cabo las gestiones.
“Ninguno de mis cuadros tiene tiempo para estar en la redes sociales y hablando”, fue una frase que escuché recientemente de alguien que, afortunadamente, durante la propia conversación llegó a la conclusión de lo atinado de aquellas demandas expresadas en las primeras reuniones de la ONAT: “…además de poner el huevo, hay que cacarearlo”.
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