En los poblados pequeños era donde más claramente se notaba la competencia entre los pequeños comerciantes que hubo en Cuba hasta finales de la década de los años 60 del siglo pasado.
Sin dudas que tales rivalidades también existían en todas partes, lo mismo medianas que capitales provinciales y urbes como La Habana, con la diferencia de que mientras mayores era, más difícil resultaba de escuchar comentarios sobre el tema en las calles.
De estas lides contaba el abuelo Zamora, quien antes de ser el portero del edificio habanero de becas de F y Tercera en la década de los 70, se desempeñó en el oficio de viajante, como llamaban a los agentes de venta que recorrían el país ofertando mercancías a pequeños comerciantes.
Explicaba que para él, que se desempeñaba como vendedor, los dueños de esos establecimientos eran clientes, que a su vez le vendían los productos a otros clientes, en este caso los consumidores o destino final.
Las explicaciones del conversador anciano fueron a propósito de escuchar nuestras quejas sobre el mal servicio de unidades gastronómicas cercanas, incluyendo el entonces recién inaugurado Recodo.
En su época de viajante, contó, tenía que tratar bien a quienes debía captar como clientes, pues si no lo lograba, además de disminuir su salario, corría el peligro de perder el empleo y ser reemplazado por los tantos aspirantes que esperaban la primera oportunidad para trabajar.
Han pasado cuatro décadas de aquella charla en la que el abuelo Zamora advertía que nosotros estábamos demostrando la importancia de la comunicación entre clientes, pues así crecía la mala fama del establecimiento y cada vez acudirían menos.
Lamentablemente, en las actuales condiciones en que el desabastecimiento acentúa la aplicación de la técnica de lo compras o lo dejas, a los empleados y administrativos del comercio les interesa poco la relación con los clientes y mucho menos la comunicación entre ellos.
Si se tuviera en cuenta que los clientes se comunican entre sí, el personal del comercio hasta podría aprovecharlo como un canal de transmitir información sobre nuevas medidas organizativas para la venta, situación y característica de los abastecimientos y todo cuanto pudiera contribuir a reducir el stress de las personas.
Sí de verdad se tuviera en cuenta al cliente, al ciudadano como centro de atención, también se usaría esa comunicación como herramienta para conocer qué hacer por un mejor servicio e introducir cambios si una decisión genera descontento,.
Hasta podrían encuestar y escuchar a los clientes antes y después de aplicar una medida y democratizar el proceso de comercialización, pero para esto no hay ni atisbos de que se vaya a hacer, y quizás sea por el agobio de las difíciles condiciones en que y trabajan los colectivos del comercio.
Esperemos.
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