Cuando los cajeros van dejando de ser de carne y hueso

En los años 70 del siglo pasado, Oscar Piedra formó parte de equipos en los cuales estaban grandes de la pelota cubana como Montejo, Verdura y Blandino, con quienes compartió momentos que hoy le gusta recordar en su etapa de jubilación, “una jubilación muy merecida y que —le digo— disfrutaste desde el primer día”.

Apenas había terminado la valoración y vino la réplica inmediata: “Merecida sí, está bien, pero de que lo disfruté desde el primer día, eso ya es otra historia. No, no lo digo porque apenas me jubilé estoy haciendo otro trabajo para completar la chequera, pues —explica— estoy cómodo, tengo tiempo y me gano un dinerito extra cerca de la casa. Lo digo —exclamó— por esa cosa: el cajero automático”.

Ya han pasado casi 10 años pero recordé el incidente: Llevaban varios días sin poder extraer el necesario dinero, cuando me encontré con Mileidy, su hija que todavía no se había convertido en la actual experimentada usuaria de medios de computación.

“Pongo bien la contraseña —decía— aprieto bien todas las teclas con las cantidades que quiero extraer y eso no funciona…”.

Resultaba que en vez de manipular en la parte correspondiente a la más nacional de las monedas, el CUP, operaba el área del CUC y, por supuesto, el cajero automático no respondía porque no tenía fondo para entregar el equivalente.

“Eso era como para volvernos locos —recuerda Oscar— pues necesitábamos el dinero y nos daba pena preguntar mucho, no estábamos convencidos de que le hubieran puesto el dinero, como explicaban algunos. Eso enferma a cualquiera. Casi casi nos volvemos locos” —repite.

“La verdad —aclara sonriendo— ya hemos aprendido, pero cada vez que me acuerdo... Bueno… es mi hija la que saca la plata porque lo que soy yo, me siguen gustando los cajeros de carne y hueso”.

Entonces recordé al Dr. Quirantes hablando del cajero automático, del cual “Una reciente investigación ha demostrado cómo los teclados de estos equipos son fuente de bacterias”. Claro que en este caso no son enfermedades causadas por esos organismos microscópicos cuando no se cumplen las medidas de higiene, sino por otros motivos que pueden provocar tensiones nerviosas al no saber lidiar con esos equipos de la modernidad que exigen un mínimo de saberes para tocar las teclas correctas y colocar la contraseña.

Los trabajadores bancarios han estado atentos para evitarles contratiempos a las personas de avanzada edad, en quienes se reconocen ya habilidades para necesitar menos del auxilio de otros, y ya hasta hay quienes se alegran de que en Santa Clara, como en La Habana, se puedan hacer pagos cómodamente desde las casas por vía telefónica mediante las tarjetas magnéticas.

Y según testimonios de empleados de las entidades bancarias, por lo menos los jubilados santaclareños son más diestros, y se incrementan los trabajadores que aspiran a recibir su salario mediante esos cajeros, cuya presencia se nota en el centro de la capital provincial villaclareña.

En fin, que hay que lavarse las manos después de usar el cajero automático, pero no para desentenderse de los que se incorporan a esa vía de cobrar sus pensiones.