Ciclones, árboles, beneficios y daños

En estos días en que padecemos los daños causados por el huracán más potente formado en el Atlántico, Irma, la nota publicada aquí un viernes hace varios años atrás: De cuando sembrar árboles es dañino, puede calificarse de incompleta.

En esencia, en aquella ocasión afirmamos: “El ser humano requiere de las plantas y todas las especies de las áreas verdes, pero en armonía...” y nos referimos a que si estudiábamos “sobre las características de las áreas verdes y cómo deben ser tomadas en cuenta al diseñar una obra, o una zona para cualquier fin” sería suficiente para saber que no es sembrar por sembrar.

Sin embargo, a aquel texto le faltó referirse a los daños que causan los árboles en tiempo de ciclones si no plantamos la especie adecuada en el sitio correcto.

Después de los estragos en casi toda Cuba causados por Irma, y sin esperar a que los daños por uno u otro motivo sean cuantificados, a simple vista, en muchas localidades por donde impactó el meteoro podemos ver que la causa principal del desplome de un edificio, o la destrucción de instalaciones exteriores eléctricas o telefónicas no fueron los vientos ni las lluvias. La responsabilidad de los daños recae en quienes solo buscaron beneficios al medioambiente o estéticos y no prestaron atención a que al crecer podrían entrar en conflicto con cables eléctricos o telefónicos. Y mucho menos tuvieron en cuenta que al paso de los años sus raíces romperían los pisos o el asfalto de las vías, y si alguien se los advirtió creyeron que eso ocurriría tan en el futuro que no le hicieron mucho caso.

Si observamos algunos de los daños causados por Irma, y nos preguntamos: ¿Qué habría pasado si ese o esos árboles no hubieran estado ahí?, llegaríamos a la conclusión de que ni la edificación aplastada ni el poste derribado o los cables caídos habrían sufrido daño, si no hubiera estado el árbol o, mejor dicho, si se hubiera plantado una especie adecuada.

Y cuando se dice “especie adecuada” significa tomar en cuenta como son sus raíces, el tronco o las ramas, así como la altura, entre otras características.

En cuanto al lugar correcto: no desestimar ni siquiera detalles como no sembrarlo frente al reloj colocado en lo alto de un edificio, pues no veríamos la hora cuando crezca.

¿La poda? Pues, efectivamente, si esos árboles que Irma usó como arma destructora hubieran sido podados, claro que no habrían caído sobre lo que hoy son ruinas, pero cortar ramas también cuesta, y sigue siendo mucho mejor plantar la especie adecuada.

Retomamos este tema porque cuando le preguntamos si tuvo daños a un amigo que vive en el Reparto Escambray, en Santa Clara, respondió: “El daño fue muy beneficioso”. “¿Por el agua que dejó?”, le pregunté. Aquí la explicación de Luis: “¡Noooooo…! ¡Fue porque al fin logramos tumbar una mata de chirimoya… O mejor dicho, no fuimos nosotros porque para no buscarnos problemas nunca la pudimos cortar. Irma nos libró de una mata que tenía sus raíces debajo del cimiento del edificio y el tronco pegado a la pared. Con cualquier vientecito daba golpes en los balcones que llenaba de hojas y bichitos, y si nos asomábamos nos parecía que estábamos encaramados en la mata, no veíamos nada más”.

Y termina: “Lo malo sería que el dueño tenga la consigna de que donde Irma tumbe una mata, se siembre otra”.