En los finales de la década de los años 60 del siglo pasado entré por primera vez a la redacción de un periódico, era la del capitalino diario El Mundo. Después anduve por otros, pero donde único alcancé a ver cierta comodidad para trasladar los materiales de un lugar a otro fue en Juventud Rebelde, donde los papeles ya escritos a máquina o impresos rústicamente con tinta y moldes de plomo se enrollaban dentro de un cilindro y se “transmitían” de un lugar a otro mediante una tubería alimentada con energía eólica.
Al llegar al periódico Vanguardia, cuando era la antigua provincia de Las Villas, en plena zafra de los Diez Millones en 1970, en el segundo nivel del edificio de Plácido esquina a Céspedes en Santa Clara, estábamos prácticamente juntos los periodistas y los obreros gráficos, por lo que no era necesario caminar mucho para entregarles las cuartillas con lo que saldría en la edición del día.
Años después se levantó la tercera planta, y a partir de ese momento había que caminar, subir y bajar escaleras, abrir y cerrar puertas, porque cada cual quiso tener oficinas con privacidad y empezó a languidecer romántica y bulliciosa la sala de redacción, en la que el sonido de la máquina de escribir y las conversaciones eran apagadas por los ruidosos teletipos y el equipo de transmisión de fotos.
Confieso que cuando el jefe de Redacción Roberto González Quesada, apelando a su jerarquía y avanzada edad, me encomendaba ser portador de un pliego de papel llamado cuartilla en el argot periodístico, deseaba que existiera en Vanguardia una tubería como la que había visto en Juventud Rebelde, heredada de un periódico antiguo.
Por esos años nacieron los jóvenes que en los comienzos de los años 2000 fundaron el Grupo Chasqui. Estaban deseosos de informatizar algo, lo mismo una biblioteca, las oficinas de una estación ferroviaria que la redacción de un medio de prensa.
No solo dijeron y prometieron, sino que fueron capaces de desarrollar un programa capaz de sustituir aquellas tuberías transportadoras y organizar el trabajo de personas dispersas por el edificio o en cualquier lugar del mundo. Y el resultado era publicarlo en soporte tradicional de papel o en un sitio digital en Internet.
Los que rechazaron el proyecto (que se hizo realidad bajo el nombre de QuipsNews) triunfaron finalmente, pues el grupo se desintegró y los códigos pueden haber pasado a la papelera de reciclaje porque, al menos, yo no me interesé por conservarlos.
Prácticamente en un acto funerario pregunté a manera de queja: ¿Por qué quienes se van a beneficiar no aceptan un software para la informatización del flujo de trabajo, una labor que están haciendo con dificultades y demoras? ¿No se dan cuenta de que si tienen computadoras en red sería todo más fácil y en menos tiempo?
Uno de los integrantes del grupo, recién graduado de la carrera de Computación en la Universidad Central de Las Villas, respondió con una fábula: Cuentan que cada vez que uno de los monos subía a comerse un plátano que colgaba en el techo, le echaban chorros de agua fría a los que no lo hacían, hasta que desarrollaron el reflejo de que cuando uno de ellos intentaba escalar en busca de la golosina, los restantes debían evitar ser víctimas de un baño a bajísima temperatura. Así se arraigó la costumbre de impedir que alguno trepara hasta el banano.
Transcurrido un tiempo, todos los que iniciaron el hábito de detener al que pretendiera escalar fueron reemplazados por otros que no sabían el origen o la causa de esa práctica.
Así fue hasta que un recién llegado preguntó: ¿Por qué cada vez que alguno intenta subir, los demás nos apresuramos a no dejarlo siquiera avanzar un par de pulgadas hacia arriba?
La respuesta fue: “yo no sé, cuando llegué era así y yo hice lo que hacían los demás”.
Tal vez si les hubieran preguntado a los que fueron el principal obstáculo para el desarrollo e implantación de aquel software, es decir, a los que más se hubieran beneficiado, la respuesta hubiera sido similar a la de los monos: cuando yo empecé a trabajar se hacía así y yo he seguido haciéndolo de la misma manera que era cuando llegué.
senelio ceballos
1/9/18 14:01
Estimado Lic.CHANG....Yo no sabia que los OVEJOS/ CARNEROS Y PATICOS..Tambien se actuan asi... Hasta que en un verano me alquile como pastor, una vacaiones ...de una caterva de carneros......Cuando ud los suelta del corral, por la nannana....NO SALEN si ud puso nueva puerta o talanquera, por la noche....Mientras ellos descansaban..Si alguno intenta salir..los otros los retienen........jajaja....LO APLASTAN!!!!....eso tambien sucede con los paticos...PERO AMBOS..reaccionan .igual si uno sale, a los otros no los puede aguantar nadie!!!..TE PASAN POR ARRIBA..para salir todos a la vez......Mientras mas miro a algunas personas [ molote ] en las colas ..mas amo a los animalitos!!! jajaja Gracias CHINO!!!
ENRIQUE
31/8/18 9:29
ESTIMADO CHANG LA ANECDOTA SE PARECE AL CONOCIDO CUENTO (MEDIO REACCIONARIO) DE LOS CANGREJOS DONDE SE RELATA QUE HAY DOS CUBOS DE LOS QUE SE UTLIZAN PARA LIMPIAR, LLENOS DE CANGREJOS. EN UNO LOS CANGREJOS SE AYUDAN Y EMPUJANDOSE CON SUS PATAS VAN SUBIENDO POCO A POCO HASTA SALIR LA MAYOR PARTE Y EN EL OTRO CADA VEZ QUE UN CANGREJO LOGRABA LLEGAR AL BORDE OTROS LO HALABAN Y LO LLEVABAN DE NUEVO HACIA ABAJO. ¿DE QUE NACIONALIDAD SON LOS CANGREJOS DEL SEGUNDO CUBO? SAQUE SUS PROPIAS CONCLUSIONES COMO DICE TALADRID.
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