La existencia de “dos américas” es un hecho conocido, como lo es el fracaso de los esfuerzos para cohesionarlas bajo la hegemonía de Estados Unidos, mediante el “Panamericanismo”.
Lo nuevo es que, debido a avances en América Latina y ajustes en la política norteamericana, pareciera que han surgido condiciones para avanzar en el diálogo entre ambas, lo cual se ha evidenciado en la VII Cumbre de las Américas.
La partición política que dio lugar a las dos américas se gestó en el pasado, debido a la estructura adoptada cuando el Nuevo Mundo fue repartido entre las potencias de la época, se acentúo por las diferencias en las políticas coloniales de España e Inglaterra y fue subrayada por peculiaridades culturales. En ello influyeron el medio geográfico, las dimensiones, el poderío, y las características del sistema político de Estados Unidos y, sobre todo, los intereses y las asimetrías económicas que dieron lugar a la dependencia de una América a la otra.
La hostilidad es más reciente y se originó por el desarrollo de prácticas imperialistas, por la sumisión de las oligarquías y burguesías criollas y por las respuestas de sectores política e ideológicamente avanzados, que se plantearon como meta: una “segunda independencia”.
La segunda independencia, no consiste sólo en liberarse de Estados Unidos, sino que alude a cambios internos que ponen fin al dominio de las oligarquías y las burguesías nativas, clientes del imperio.
Para algunos historiadores, la primera batalla de esa índole la dio, a fines del siglo XIX, en Cuba José Martí que, esbozó un proyecto que combinó la lucha por la independencia con los esfuerzos por una liberación nacional de matriz antiimperialista.
A fines del siglo XX, tras una larga lucha bicentenaria que, pasando por diversos momentos han llevado al poder a elementos políticamente avanzados que conducen procesos populares, o progresistas en casi todos los países de la región, entre ellos; los más desarrollados y económicamente significativos.
Por una extraña paradoja de la política, es probable que la ansiada “segunda independencia” de la América Latina no dé lugar a un mayor distanciamiento de los Estados Unidos, si no que cree las posibilidades de un acercamiento basado en un nuevo paradigma.
Durante 150 años, el estado norteamericano, utilizando incluso el poder de sus fuerzas armadas (diplomacia de cañoneras), respaldó intereses económicos de empresarios estadounidenses depredadores, apoyándolos para hacer en América Latina lo que nunca se le ha permitido en los Estados Unidos.
En los siglos XIX y XX abundan los ejemplos de luchas populares contra las oligarquías nativas aliadas al capital extranjeros, que resultaron fallidas hasta que, en 1959: “Llego el comandante y mandó a parar”.
El proceso que comenzó con la Revolución Cubana y llega hasta hoy, registró avances al resistir y sobrevivir a la embestida de Estados Unidos y suma nuevos lauros cuando, en calidad de igual, dialoga y negocia con ellos. Vivir para ver. Allá nos vemos.
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