El Congreso de los Estados Unidos, sistemáticamente ignorado por los presidentes que una y otra vez han ido a la guerra sin consultarlo, ha sido colocado ahora en una embarazosa situación por una maniobra mediante la cual el presidente Barack Obama, a la vez que anuncia la decisión de atacar a Siria, la aplaza, envía un ultimátum, gana tiempo y ofrece una oportunidad a la diplomacia.
Con un solo gesto, el presidente compromete al Congreso que durante años lo ha paralizado impidiéndole cerrar la prisión de la base naval de Guantánamo, descafeinando la Reforma Sanitaria y desalentando la Reforma Migratoria. Con la paciencia de quien caza al acecho, el mandatario esperó la oportunidad para cerrar la trampa y pasar al legislativo la responsabilidad de decidir la pertinencia del ataque.
Sin embargo, Obama no acorrala a los congresistas debido a que el veredicto de los observadores de la ONU tomará hasta tres semanas, lo que da a los legisladores tiempo para deliberar e incluso presionar sobre otros actores políticos, entre ellos el Consejo de Seguridad de la ONU donde Estados Unidos presionará para tratar de vencer la resistencia de Rusia y China y adoptar una resolución que autorice el uso de la fuerza.
De paso, Obama que está ya en su segundo mandato y nunca más participará en decisiones de este alcance, reivindica la Constitución y rescata el precedente de que un ataque en el extranjero es algo demasiado grave como para decidirlo en la intimidad del Despacho Oval.
Al respecto, la Constitución es clara: “El Congreso tendrá facultad para: declarar la guerra, conceder patentes de corso y represalia y establecer reglas relativas a capturas en mar y tierra…” Aunque la propia Carta Magna establece que: El presidente es jefe supremo del ejército y de la armada de los Estados Unidos…” no le otorga potestad para declarar la guerra.
Usualmente los presidentes norteamericanos desde Franklin D Roosevelt que en 1941 pidió al Congreso la declaración de guerra contra Japón, han saldado la diferencia, librando “guerras no declaradas”; amparándose en el hecho de que conducir operaciones en el extranjero forma parte de la política exterior que es faculta ejecutiva.
No obstante la maniobra dilatoria, Estados Unidos se aproxima a la línea de no retorno; obviamente no es de esperar que en unas pocas semanas el gobierno o los rebeldes sirios puedan producir un cambio decisivo de la situación, cosa que no han logrado en dos años.
Es obvio que un debate en el Congreso norteamericano y un eventual acuerdo a favor de la agresión contra Siria echará un baldón sobre el cuerpo más representativo del pueblo norteamericano; mientras un voto en contra dejará sin argumentos a los enemigos del gobierno de Bachar al-Assad que librados a sus propios esfuerzos no sobrevivirían. Allá nos vemos.
Lecmar
3/9/13 11:04
Estimado periodista: Solo decirle que este es uno de los análisis mas objetivos que he leido respecto a este tópico.
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